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La penúltima traición de la Guardia Civil al pueblo español –y a ellos mismos – es la pretoriana defensa que hacen de la mansión del Che Pa Blelin. ¿Por qué defiende este “cuerpo armado fascista español” a comunistas, etarras y separatistas, entre otros desmanes que comete? Obviamente, la respuesta es vox pópuli: la pasta. No hay nada que un hombre armado y legitimado para usar la fuerza (no la de “Star war” sino mamporros, porrazos y tiros muy de vez en cuando) no pueda hacer a cambio de dinero. Son mercenarios contemporáneos que esgrimen su deber de obediencia a los mandos, como eximente para perpetrar sus desmanes contra todo lo que juraron defender mientras ultrajan todo lo que dicen proteger. La ley es papel mojado para ellos, pues todo queda sometido al papel moneda. El honor y el deber es algo que ni atisban. Todos los cuerpos policiales y las Fuerzas Armadas actúan igual, pero ahora estoy hablando de la Benemérita.

A mí, que conozco algo de historia, no me sorprende esta conducta de los picoletos. Ya en nuestra última Guerra Civil apoyaron a uno y otro bando, según pecunio dictó. La ideología es algo que no puede interponerse en estos lares. Por lo menos, en este conflicto, los picoletos comunistas tuvieron la decencia de cambiarse el nombre y se llamaron Guardia Nacional Republicana y, más tarde, se agruparon dentro de los llamados Cuerpos de Seguridad y Asalto. Abogo porque ahora se llamen: Cuerpos de Seguridad de asalto. Porque asaltar al ciudadano español honrado, sobre todo a base de 1.001 multas, es su principal labor, de eso estamos todos seguros. Y, sobre todo, exijo que cambien su lema “Todo por la patria” o que nos definan qué es para ellos la patria y, en cualquiera de los 2 casos, dejen de llevar la bandera rojigualda tanto bajo el lema como en el uniforme. La bandera tricolor les pega más (el tricornio fue predictivo en eso) aunque la que mejor les define es la de la calavera y las tibias.

¿Si se lo ordenan los mandos (es decir: si les pagan por hacerlo) se pondrán ellos mismos las bombas lapa que antes les ponían los terroristas que ahora protegen y defienden?

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Tuve un amigo guardia civil (por ese orden, la adolescencia nos iguala a todos y la edad adulta pone a cada uno en su sitio) que ante mis reiteradas quejas sobre los cuerpos de seguridad del Estado, me preguntó algo así: “¿a qué serías capaz de renunciar (pecuniariamente) por la defensa de España y tus ideales?”. Con esto resumía y fortalecía su lema “Todo por la pasta”. Eso sí, este hombre – como el imaginario popular tiene asimilado para todos los picoletos – era muy español, de ideas ultraderechistas y neo-nacionalsocialistas y etc. de estereotipos. Pero, al final, confesaba que protegían a narcos, a terroristas y, por supuesto, a políticos cuya misión es –entre otras aberraciones – asesinar Guardias civiles y maltratar a todos los españoles. La traidora y servil conducta de la Guardia Civil no me extraña nada, como dije antes, porque sé que El Cid campeó tanto al servicio de moros como de cristianos, pues era un mercenario, “un señor de la guerra” que mola más, con ejército propio. Cuando murió, le pilló defendiendo a los cristianos. Si hubiera sido al revés hubiera pasado a la historia como héroe moro, pero Fortuna tuvo ese capricho.

Menudo panorama tenemos en Espena, un país donde los pájaros se tiran a las escopetas, donde los tejados están destrozados por piedras del dueño de la casa; donde nos mean y dicen que llueve… Por cierto, Franco ejecutó a los mandos comunistas de la Guardia Civil… Ya me imagino a los mandos de ahora llorando de alegría con la exhumación del único español que les ha enfrentado. ¡Venga, gitanos, a seguir robando melones… es una orden!

Termino con un ejemplo COLOSAL que viví del benemérito servilismo:

Invierno de 2002. Carretera de Ciudad Real a Daimiel. Yo de copiloto en un Seat Ibiza, matrícula de Logroño, destartalado. Con faros rotos y sin retrovisores laterales. Dentro íbamos sin cinturón de seguridad (de los de pantalón no recuerdo…), recién salidos de comer en un restaurante de carretera tras la ingesta de una botella de vino tinto y dos licores de yerbas. Nos paran 2 motoristas de la Guardia Civil. Mi amigo se echa a un lado. Nos piden la documentación del vehículo. El GC nos dice lo de faros y retrovisores y pregunta por qué no llevamos el cinturón. Mi amigo contesta que porque no nos gusta usarlo. “Bien, lo estamos arreglando”, pensé. Nos pide la documentación y, mientras el conductor le da su permiso de conducir, la busco en la guantera, donde no hay nada, salvo un fajín de uniforme de gala del Ejército, que mi amigo le entrega al GC diciéndole: “Sólo hay esto, ¿le sirve para algo?”. “Bien, cada vez lo arreglamos más” pienso. El GC, muy ufano, empieza con su “receta”, mientras su compañero pide información del coche por radio. Mientras el de la receta no para de apuntar, oigo como la radio de la moto dice que el coche está a nombre de Ricardo Ramos Alcaraz. El picoleto se lo dijo, inmediatamente, al de la libreta, el cual se cuadró (taconazo incluido) saludando militarmente ante la ventanilla del conductor. “Sí, el coche es de mi padre. Vamos a Las Tablas”. Responde mi amigo a 2 preguntas. “¿Quieren que les escoltemos?” , nos dice muy serio el de la anterior receta. “No hace falta, sabemos ir”. A regañadientes, aceptan los GC que vayamos sin su escolta, y se despiden no sin antes aconsejarnos que cuando podamos, arreglemos el coche y metamos en él los papeles del vehículo y el seguro.

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Resulta que el dueño del coche era un teniente coronel de artillería, jubilado. El responsable de la “operación voladura” en el Aaiún y de la captura de varios etarras en México, entre otras muchas cosas. A los 2 años el destino me hizo amigo también de él. Pero eso es otra historia…

Autor

REDACCIÓN