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Mientras perdura el Gran Encierro de la modernidad tardía, estira el amo a su arbitrio la correa del chucho. Las archifamosas fases, of course. A la manera de los pasos de Rodolfo Chikilicuatre. El brikindans, el crusai’to, el maiquelyason, el robocop. Delimitan y acotan el sacrosanto espacio público. Nuestro, de todos, no de ellos. Utilizando para ellos bastas y falaces excusas sanitarias que, eso sí, sirven para delimitar, apabullantemente, por edades, espacio y tiempo, nuestra vida cotidiana.
La nueva normalidad, humillándonos sin descanso. La nueva normalidad, policiación, militarización y medicalización de nuestras vidas. Más control social y mental, disciplinamiento de masas, aniquilando libertades esenciales: lo excepcional muta en normal.
Vegetando en cárceles o manicomios al aire libre
Esta operación psicológica militar de falsa bandera pulveriza nuestra libertad y tritura nuestra salud. Y planifica totalitarios escenarios de futuro, a la manera oriental- específicamente china – tan sumisos ellos ante la autoridad. En ese sentido, la nueva normalidad diseña y prefigura el Panóptico del futuro, la cárcel perfecta. Bosqueja una arquitectura de control absoluto. Aparte de milicos y maderos, la policía médica no puede faltar. Perejil de todas las repulsivas salsas, tal Soros, proyectan las nuevas tecnologías de control poblacional. Alterando irreversiblemente nuestro cerebro o ADN, la mafia médica se venderá al mejor y eugenésico postor. FarMafia o Leviatán o ambos unidos, como suele ocurrir.
Inmunizados contra sus Trolas de Estado, hace tiempo que ya veníamos padeciendo interrupciones cíclicas de la normalidad. Bajo los pretextos de plurales emergencias, todas falsas, suspendían – de facto y de iure- nuestros derechos más innegociables. La nueva normalidad, una guerra sin bombas rebuzna nuestro torturador Sánchez. Como toda guerra, nos traerá lo peor: su herencia. Desde el alambre de espino a la bomba atómica. Las guerras son muy perras. Y las paces, con legados bélicos tan emponzoñados, peor.
Ampliando el manicomio
Nueva normalidad, cárceles al aire libre, portando bozales de perro. Nuestros carceleros, en nuestra era sobreabundante en muros, nos enchironan en nuestros domicilios. En el talego casero, el hogar se convierte en unidad celular de aislamiento. Nueva normalidad, aporético instante, arrastrando toda una sociología de ausencias. Nueva normalidad, ensanchada hasta el infinito la excepcionalidad. Antes putas, mendigos, chabolistas, pobres como ratas, locos, presos, lumpen. La mancha de aceite se aproxima a todo cristo.
Inmóviles, expectantes, vulnerables, confusos, desalojados del espacio, alterada nuestra temporalidad, las élites psicóticas pulsan pause y play en este aterrador simulacro, tan afín a un videojuego. Padeciendo una pena carcelaria de duración indeterminada, nos interrogamos cual será el precio de nuestro sacrificio para poder reintegrarnos a la vida comunitaria.
Besos y abrazos para todos
Destruida la humanidad, al negarnos la razonable sociabilidad, nos rebelaremos «rehumanizándonos»: abrazándonos, besándonos, chocando los cinco, babeando, copulando. Cuanto más alejados nos quieran, más apretujados deberemos volver a estar. El futuro comienza hoy mismo. El futuro es resistir sin desmayo. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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