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La aprobación de la Ley de Memoria Democrática es la culminación de 45 años de traiciones, de antifranquismo y de blanqueo contumaz del terrorismo marxista.
Si por algo se caracterizó el Estado Nacional pilotado por Francisco Franco desde el 1 de Abril de 1939 fue por barrer al comunismo político y social no mediante la represión o la cárcel en posguerra cómo nos venden, sino por una política social y económica que había enterrado la lucha de clases, que había llevado a los obreros de las grandes empresas a participar en Consejos de Administración, a obtener pagas sobre beneficios, a blindar el contrato de trabajo mediante indemnización por despido improcedente a 60 días por año trabajado, que había convertido el proletariado en la clase media propietaria de vivienda con cinco millones de viviendas sociales alzadas durante 36 años de gobierno. Para 1975 la población española respecto a 1939 había aumentado un 36,3 por cien y el número de viviendas construidas un 113,5 por cien.
¿Cómo iba a perdonar el marxismo y todo género de izquierdas incluidos los terroristas marxistas de ETA, GRAPO y FRAP al Generalísimo invicto, primer vencedor del bolchevismo en el campo de batalla, que impidió con su triunfo la conversión de España en la primera República Soviética del Mediterráneo Occidental anhelada por Stalin? ¿Cómo le iba a perdonar que muriese a los 83 años, en la cama de un hospital del sistema nacional de Seguridad Social moderna por él creado, y en una España envidiable de orden público total y con el menor índice de población reclusa -8000 reos- de su historia contemporánea? ¿Cómo iban a perdonar que el estadista Francisco Franco fuese capaz de superar el aislamiento internacional entre 1945 y 1953, a una guerrilla comunista como el “maquis”, que fuese capaz de manejar lo mismo a tecnócratas que mantener a falangistas haciendo políticas laborales y de vivienda y que todo ello desembocase en España octava potencia industrial mundial y record histórico de natalidad y demografía en los años 60 y 70?
No se lo perdonarán jamás.
Son los enanos tan mezquinos y viles que tratan de impugnar la grandiosa historia protagonizada por Franco borrándola por decreto, mediante otra ley tiránica llamada de “memoria democrática”, erigiendo a los verdugos terroristas marxistas de los años 30, 40 o 70, a los que él derrotó, en “víctimas” y en la “resistencia” por la libertad y la “democracia”.
Si algo no soportan los enanos es que el pueblo español estuviese reconciliado desde 1940, que el Valle de los Caídos y la Cruz más alta de la Cristiandad representasen la grandeza moral del Caudillo cristiano que hermanaba a los españoles de todas las clases y los reconciliaba en ese templo cristiano. La mejor garantía de esa reconciliación fue que en casa de los obreros antaño envenenados por el socialismo, no faltasen el trabajo, la paz social y la cultura, siendo sus hijos los que ocuparían las Universidades Laborales modelo de enseñanza profesional admirado en Europa así como las becas con que masivamente accedían los más excelentes a las Universidades españolas.
Y el régimen actual nacido en 1978 se justificó, todo él, en el antifranquismo.
La democracia española no merece tal nombre y sería más correcto calificarla de Estado fallido de partidos, que se asentó en el antifranquismo militante como ideología obligatoria para participar en la vida política y que regaló las instituciones a las siglas criminales del odio y el terror como el Partido Comunista de España, Herri Batasuna , el propio PSOE o los partidos separatistas vascos y catalanes de todo pelaje. La Constitución de 1978 lo permite todo, incluso la presencia institucional del terrorismo y el marxismo.
El “árbitro y moderador”, el símbolo de la unidad y permanencia de España que es el Rey Felipe VI – así lo contempla el texto constitucional-, permanece sentadito y mudito cuando desde la Presidencia del gobierno de España a viva voz y ante la sonrisa de la ETA política de Bildu se proclama a las Vascongadas como país independiente y libre y se habla, literalmente, de “dos países libres llamados España y Euskadi”.
La Ley de Memoria Democrática no es sólo la norma ilegítima y tiránica parida a gusto del terrorismo marxista de ETA/Bildu y el resto de marcas asesinas; es una ley de revancha contra quién no pudieron derrotar; es una ley que demuestra el fracaso de esa “Transición” amada por rojos y feladores de coronas traidoras; es una ley que surge de la cobardía colectiva de un pueblo español que no sale a la calle ni aunque le arranquen el hígado y que si lo hace, con 20 céntimos de limosna en carburante que no valen para nada, vuelve a estar calladito y adosado al sofá.
Ya está bien.
Por mi parte, y por parte de El Correo de España lo tenemos más claro y no cejaremos en reivindicar la legitimidad y el orgullo por el Alzamiento Nacional, la grandeza de la obra de gobierno de Franscisco Franco y la Verdad histórica que es una y resplandecerá siempre en nuestro digital.
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