22/11/2024 04:10
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Se les llena la boca hablando de democracia. Hablan de democracia avanzada y demás democracias adjetivadas. Se les llena la boca hablando de su democracia, invocan a todos y a todas, a las mayorías sociales, al progresismo, a los desfavorecidos, a las mujeres, a los diferentes colectivos, segregados pero integrados en su discurso, el valido, el único, el de ellos.

Y lo hacen abiertamente desde el púlpito del poder, o mejor dicho desde sus poderes gubernamentales, institucionales, mediáticos, culturales, educativos, y podríamos seguir. En líneas generales, y sin entrar en teoría política pura y dura, podríamos definir a la democracia, como el sistema donde la soberanía del pueblo está en sus manos y éste tiene el derecho a elegir y controlar a sus gobernantes, según lo que más o menos podría decir cualquier diccionario. Esto nada tiene que ver con lo que es ahora mismo. Entonces, su democracia no lo es y eso no me gusta nada.

Evidentemente vivimos una involución oligárquica de las democracias en gran parte de Europa y occidente con la transformación de los partidos en grupos de poder autorreferenciales y cerrados. Estos funcionan como una especie de secta dirigida por una camarilla cuasi mafiosa que marca y cumple una agenda, que no es la que debería ser del interés de los pueblos soberanos.

La democracia, con su división de poderes y respeto a la ley, ha sido inoculada por un virus mutante que adopta la forma que más conviene e interesa a las cupulas gobernantes formalmente establecidas, y que borra paulatina, pero inexorablemente, las líneas divisorias de sistema. Esta transformación ya está en pleno funcionamiento y a toda máquina en España. Es un cambio de las reglas de juego sobre la marcha en la partida, cubierta con esa patina verborrágica justificativa, que busca hacer oír lo que el pueblo soberano teóricamente desea. Ya no hay intereses nacionales sino solo oscuros intereses.

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Estos peligrosos cambios políticos no son nuevos ni fruto de la crisis pandémica, vienen de lejos, de mucho antes. Recordemos que en el caso español ya llevamos dos años con este rumbo. El Covid-19 vino de perlas para fijar el rumbo y cumplir con los acuerdos más aberrantes, disparatados y dañinos firmados con anterioridad. Aún estamos inmersos en esta fase, sin saber aún con exactitud las decenas de miles de muertos de coronavirus, con la perdida de libertades elementales y con la peor crisis económica y social que tenemos ya a la vuelta de la esquina.

Las izquierdas, en sus versiones sociocomunista, bolivariana, secesionista y post-terrorista, han sido legitimadas en las urnas, es decir, están legalmente en el gobierno del Reino de España -primera monarquía en el mundo con un gobierno cuyo fin es acabar con ella-, guste más, menos o no guste nada. Ahora sus máximos representantes nos dicen, día tras día, que esta democracia está en peligro, alegando un supuesto “golpe de estado” deseado e impulsado por la “ultraderecha”, es decir por todos menos ellos. En su proclamada democracia avanzada no hay lugar para el disidente, al que se le invita, de manera chulesca e intimidatoria, a cerrar la puerta al marcharse, mientras anuncian con bombo y platillo rentas mínimas a discreción, cedidas por sus graciosas señorías.

Advierten permanentemente del peligro al retorno del fascismo, el franquismo y de la dictadura eterna. Solo ellos con su democracia pueden impedir la llegada del mal absoluto. Todos estos argumentos son absolutamente falaces y trillados, pero siguen calando en nuestra sociedad aterrada, en parte por el virus, la miseria y la muerte, y que, a pesar de ello, está pensando en las vacaciones de verano.

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Equiparan, desde los medios de comunicación, a los antifascistas con los demócratas. Sí, ellos ya nos dirigen hacia una democracia antifascista, donde no tienen lugar los adversarios y disidentes, advirtiéndolo sin sonrojarse. Es el modelo de Maduro y de los Kirchner versión Unión Europea.

Ellos mandan, el poder hoy pasa por sus manos. llevan ventaja. Pero también hay otra democracia, la nuestra, la de la primacía de lo nacional, la soberanista, la identitaria, la auténtica, la deseada, y que solo espera a que llegue su tiempo. Tenemos ejemplos de que esto es posible, como se puede ver en otros países fuera de España.

Sí, es factible una democracia de verdadera libertad, en la que los hombres y mujeres formen familias, trabajen, eduquen a sus hijos y prosperen dignamente sin arrodillarse a la imposición mundialista de los tiranos de pacotilla y sus sueños totalitarios. Esa es su democracia, no la nuestra.

Autor

José Papparelli