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Nunca hubiera imaginado la cantidad de fascistas que me rodean. España en los últimos tiempos se ha convertido en un verdadero nido de peligrosos fachas. Y me entero gracias a los resúmenes de los telediarios o a las intervenciones del pleno del Congreso. Ciudadanos es la derecha marca blanca de la ultraderecha, el Partido Popular la ultraderecha y VOX la ultraderecha de la extrema derecha, en boca de las señorías representantes del poder popular en las Cortes del Reino.
El gobierno y sus aliados, como legítimos jueces de un nuevo tribunal de Núremberg cañí, acusan a quienes no aplaudan su gestión de golpistas y extremistas peligrosos que no tienen lugar en la democracia. Así están planteadas las cosas hoy por hoy. No puedes pedirles que se informen, lean, estudien o aprendan lo que fue el fascismo porque es inútil. No tienen ni idea.
Fascista se ha convertido en la muletilla estigmatizante más eficaz jamás usada. Pueden acusarte de cualquier cosa, lo que sea, pero nadie soporta ser llamado facha, fascista. Si te quieren callar, fascista, si te quieren cosificar, fascista, si te cosifican ya no eres persona, no tienes derechos, eres un facha y solo te queda la muerte civil, de momento.
Nazi, fascista, franquista, ultraderechista, extremista y todos los calificativos políticamente correctos de variados sufijos acabados en ista o fobo son lanzados como bombas de racimo intentando acabar con el enemigo o el disidente. Hoy es el arma perfecta de los mediocres y malvados con poder discrecional.
El pasado año se publicó en España “Quién es fascista”, un ameno libro en forma de entrevista del profesor italiano Emilio Gentile, discípulo del gran historiador Renzo De Felice. Gentile, que no es en absoluto lo que se podría decir un derechista, es un especialista en la historia del fascismo italiano y un investigador serio y hasta como solemos decir en Italia “onesto”, que hoy no es poco. En el libro, con seriedad y rigor, va desmintiendo el supuesto “retorno del fascismo” en el contexto político actual ante las incomodas preguntas formuladas en esa dirección, acerca del crecimiento de movimientos soberanistas y de líderes como Salvini, Orban, Trump, Bolsonaro, Le Pen e incluso Santiago Abascal, y del supuesto fascismo en ciernes. Gentile lo niega rotundamente. Acusar de fascista al oponente es fácil, efectivo y sale gratis.
El fascismo es otra cosa, sin duda alguna. Gentile, desmiente y desarma el miedo hacia el llamado fascismo eterno, formulado en su momento por Umberto Eco como una frase ingeniosa y efectiva, pero sin contenido histórico.
Los globalistas, la izquierda en general, los totalitarios, los antifa y los enemigos de la libertad son los que deciden quienes son fascistas y quienes no. Debemos recordar cómo estamos en España para que llamen facha a Serrat, Albert Rivera, Pablo Motos o Santiago Segura… bueno, Torrente, un poco sí.
España entró en fase fascista y cuando el proclamado de forma oficial en las Cortes “como virus del odio” (sic) sea erradicado definitivamente de la sociedad española, veremos con qué calificativo y sufijo nos rotulan, a los que quedemos en pie.
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