22/11/2024 12:54
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Las concentraciones patrióticas convocadas por VOX, que han tenido lugar el pasado sábado 23 de mayo en muchas ciudades de España, me han producido dos sentimientos encontrados. Por un lado, un sentimiento de alegría y esperanza. Al ver cuantos centenares de patriotas se han hecho eco de la convocatoria, circulado por las calles en sus vehículos particulares mientras tremolaban un verdadero bosque de banderas españolas. Pero también un sentimiento de profunda tristeza, al constatar como ese gran núcleo de patriotas -que hace pensar en que no todo está perdido para España- está mediatizado, sin ser conscientes de ello, por sus mortales enemigos.

Al leer esto alguien podrá pensar ¿a cuento de que viene este exordio? Pues precisamente, es esa extrañeza la que pone de manifiesto la enorme magnitud del problema que estamos viviendo. Vamos a verlo.

Entre esa multitud de banderas de España, no era posible encontrar, ni una, con el águila de San Juan y la leyenda que proclama la voluntad de que la Enseña Nacional represente la realidad intangible de que España es, y debe ser, Una, Grande y Libre. Pues en el caso de que alguien hubiera concurrido con esa bandera, habría sido “mal visto”. Esto es la prueba más irrefutable de hasta que punto los patriotas españoles están influidos, y han asumido, la ideología de los enemigos de España. Que son también sus propios enemigos.

Aunque se haya dicho muchas veces, es imprescindible repetirlo de forma incansable.  Porque hay muchos españoles que no lo saben, o parecen haberlo olvidado. Y en consecuencia, aún con su mejor voluntad, asumen la defensa de España por un camino equivocado. La esencia de este problema está tratada en detalle en LA TRANSICIÓN: ¿REFORMA O RUPTURA? (VÍDEO AQUÍ)

Por ello hace sentir profunda tristeza el ver a tantos cientos de miles de buenos españoles, de verdaderos patriotas, preocupados por la situación de España y el negro futuro que se avecina, buscan conjurar el peligro amparándose en la actualmente bandera oficial de España. Y para ello, con su mejor intención, la exhiben en ventanas y balcones. Igualmente la muestran en sus vehículos, o las tremolan en todas las concentraciones patrióticas con las que pretenden hacer frente al “Proyecto Zapatero”.

Proyecto que, sobre la base filosófica de que España es un concepto discutible y discutido, lo que pretende es que la Nación Española deje de existir como ente histórico. Crimen de lesa patria, que ha sido retomado con renovado ímpetu, por el actual presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Con la eficaz colaboración de Soros y los eternos enemigos de España. Que no le perdonan, ni la victoria del 1º de abril de 1939… ni el Edicto de Granada de 1492

Ahora, además, al contar con el inestimable concurso del vicepresidente, Pablo Iglesias, la ruina económica, política y social está garantizada. Y alcanzará velocidades de crucero. Pues lo que estaba previsto lograr a lo largo de la legislatura, aprovechando el Covid-19 se está realizando de forma acelerada. Para ello, mediante reales decretos “semiclandestinos” -cuyo objetivo es poder concluir la demolición del Régimen Constitucional o dejar sentadas las bases para ello- han iniciado el asalto final al Estado. Con la esperanza de haber alcanzado su objetivo antes de verse obligados a levantar el “estado de alarma” Un estado de alarma que en realidad es un estado de excepción encubierto.

Pues bien, todos esos patriotas de buena voluntad que exhiben las banderas de España, sienten un temor cerval a mostrar la bandera con el Águila de San Juan y su triple vocación de representar a Una España Grande y Libre. Y no puede darse mayor contrasentido en quienes lo que pretenden es defender, precisamente, la unidad, la integridad y la libertad de la Patria. Y es que hasta tal punto han sido seducidos por la ideología de los enemigos a los que pretenden oponerse. Igual contrasentido que supone el hecho de llamar “bandera inconstitucional” o “bandera preconstitucional” a una bandera que ostenta, precisamente, el escudo que figura en la primera página de la Constitución de 1978.

Y esto no solamente sucede a nivel particular, sino también está asumido por los propios partidos políticos que defienden la unidad de España y que se autodefinen como “constitucionalistas” pero impiden que en sus concentraciones se lleve la bandera con el Águila de San Juan. Llegando incluso a ordenar que sean retiradas por el servicio de orden. Ya se ha dicho muchas veces, pero es necesario seguir repitiéndolo incesantemente -hasta que lo comprendan todos los españoles y se libren de sus complejos- que la bandera con el Águila de San Juan no es ni inconstitucional ni preconstitucional. Fue reconocida por toda la comunidad internacional. Y además, bajo la legalidad que representaba, tuvo lugar el proceso constituyente. Pero es que  “a mayor abundamiento” fue la bandera de la propia Constitución de 1978 durante tres años. Por eso su escudo figura, ennobleciendo la Carta Magna, en su primera página.

¿Cómo es posible pues que se impida su exhibición, y a raíz de la infame ley 52/2007 se pretenda -de forma torticera como más adelante veremos- considerar ilegal exhibirla? ¿Cómo es posible que quienes buscan evitar la definitiva destrucción de España, defendiendo la Constitución de 1978, “traguen” con tal aberración? Pues ese es el nivel del “lavado de cerebro” al que ha llevado la izquierda y la “progresía siniestra” a los patriotas españoles. Hasta el punto de que en balcones y ventanas se exhibe con profusión solamente la “bandera oficial” establecida por Real Decreto 2964/1981 de 18 de diciembre…. pero es prácticamente imposible ver alguna que lleve el escudo de la primera página de una Constitución que se pretende defender.

Este hecho es sin duda alguna un contrasentido. Y evidencia lo absurdo que es pretender oponerse a la destrucción de “La España Constitucional”… asumiendo las tesis de quienes pretenden acabar con ella. Tragando, con insensata ingenuidad, la píldora envenenada que los enemigos de España y de la Constitución de 1978, han impuesto con un discurso que pretende poner fuera de la Ley la bandera con el águila de San Juan.

Hagamos pues un somero repaso de unos hechos ciertos que, aunque deberían ser conocidos y tenidos en cuenta por todos los españoles, unos por edad los desconocen. Y otros los tienen olvidados merced al opio de unos medios de comunicación que están, mayoritariamente, en manos de las “fuerzas oscuras de la rosa y el mandíl”.

A la muerte de Franco todo el mundo comprendía que el Régimen debería evolucionar. También lo pensaba, y contaba con ello, el propio Franco. Esa evolución consistía sustancialmente en adaptar la Democracia Orgánica -representada por la Constitución de 1966 aprobada en referéndum por el pueblo español el 14 de diciembre de ese año- para adaptarla a las democracias liberales del resto de la Comunidad Europea. Para ello, tras la muerte del Caudillo, se sometió a votación del pueblo español una “Ley Para la Reforma Política”. Había dos opciones: REFORMA o RUPTURA. La Reforma, como significa el propio término, era conservar la esencia -la España, Una, Grande y Libre- adaptando la estructura política a una democracia liberal. La Ruptura, por el contrario, suponía la demolición de toda la estructura del Estado. La izquierda (decir española es flagrante contradicción, pues en España las izquierdas son esencialmente antiespañolas porque reniegan de su historia) propugnaron la abstención. No tenían otra posibilidad, puesto que recomendar el voto negativo, hubiera sido tanto como pedir la continuidad del Régimen que pretendían destruir.

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Pues bien, el pueblo español votó, mayoritariamente, a favor de una “Reforma”. Es decir, conservar la esencia del Régimen pero “reformándolo” para adaptarlo a las nuevas realidades sociales y políticas. Y acudió a las urnas con su mejor voluntad, sin recelarse de que iba a ser objeto de una de las mayores estafas políticas que haya sufrido pueblo alguno a lo largo de su historia. En efecto, la “moto que se vendió” como “reforma política” -de ahí el propio título de la ley sometida a referéndum- encubría una RUPTURA PACTADA. ¿Pactada entre quien, cabría preguntarse? La respuesta es evidente: entre la Corona y sus mortales enemigos. Las izquierdas republicanas. El resultado de este “pacto bajo cuerda” o “pacto contra natura” fue la demolición de la España Una Grande y Libre… a cambio de que esa izquierda republicana, antiespañola y antimonárquica heredera del “Frente Popular” de infausta memoria -entonces como ahora conjunción rojo-separatista- no cuestionara la Corona. Esa es la razón por la que al proceso de transformación política que ha tenido lugar en España, a partir de 1975, le cuadra mucho mejor el término de “Transacción” que el de “Transición”

Y el resultado de “esa ruptura pactada” fue una partida de naipes entre “tahúres del Mississippi” en la cual unos se sentaron a la mesa faltando a lo que habían jurado y otros con el designio de faltar a lo que iban a jurar. Y de aquellos polvos, estos lodos. Nunca se dijera con mayor propiedad.

Por ello, dentro de ese auténtico chalaneo de trileros políticos, en el Art. 4-1 de la Constitución se definió la bandera de España por sus colores, pero sin referencia alguna al escudo. Con el designio de poder cambiarlo en cuanto fuera posible. Algo que se ocultó cuidadosamente, sabiendo que en el caso de haber eliminado -no digamos ya perseguido- tal escudo, el pueblo español hubiera votado NO a la Constitución. Sin duda los “Padres de la constitución” tuvieron presente las consecuencias que tuvo el cambio de la Bandera que hizo la Segunda República y decidieron ser más cautos. Pero eso sí, como cortina de humo, como prueba suprema del engaño que tramaban, mantuvieron el escudo en la primera página de la Carta Magna. Al fin y al cabo todo coherente con el pacto secreto entre la Corona y sus mortales enemigos: Se destruía toda referencia al Régimen anterior, y a su principal vestigio, que era el escudo de la bandera. Pero se conservaban los colores.

Por otro lado, si nos fijamos, veremos que la bandera actualmente en vigor (desde el 18 de diciembre de 1981) responde al  “pacto oculto” entre La Corona y sus mortales enemigos (que por cierto son los mismos que los enemigos de España, de Franco y de su Régimen) pues tal enseña es igual que la de la Segunda República, sin otras diferencias que haber suprimido la franja morada y el haber cambiado la corona ducal o coronel español, símbolo republicano, por la corona de los Borbones. Todo ello muy en consonancia con el pacto secreto de la “Transacción” a saber, la demolición primero, y la persecución después, de un Régimen político que, se quiera o no, es la matriz del actual ordenamiento constitucional. Por ello esta persecución de la bandera con el águila de San Juan que ha pretendido decretar la infame Ley 52/2007, es un torpedo bajo la línea de flotación de la nave del Estado Constitucional. Y será el dogal de la propia Corona sino se remedia a tiempo. Por ello, cuanto más tarde S.M. el Rey Felipe VI en comprenderlo y asumirlo, más cerca estará de un precipitado embarque en Cartagena.

Se ha dicho que la infame ley 52/2007 pretende poner fuera de la ley el escudo de la España Una, Grande y Libre, y aún a riesgo de ser reiterativos, es preciso incidir en ello. Vamos a verlo.

En el “Proyecto de ley” en su artículo 17, se pretendía poner fuera de la ley tal escudo, en cuanto se identificaba con el régimen instaurado en España al término de la Guerra Civil

Pero los servicios jurídicos del Gobierno advirtieron que esta redacción no era posible, pues el poner fuera de la ley el escudo que se identificaba con el “Régimen anterior”  (que sin duda era básicamente lo que se pretendía) era equivalente a invalidar la “Transición”  materializando una “Ruptura” que, al adquirir naturaleza jurídica, declaraba también ilegal a la Corona, a la Constitución de 1978 y en consecuencia a la propia ley 52/2007 que se pretendía aprobar.

Como resulta evidente el problema era de una enorme magnitud. ¿Cuál fue la solución que se arbitró? Muy sencillo, como ya se había hecho al redactar la Constitución; dar al artículo de la  ley una forma lo suficientemente ambigua, como para que aquello que no era posible consignar claramente, pudiera luego, mediante una interpretación torticera del texto, exigirse como “mandato legal”

Y así se hizo. En el artículo 15 de la Ley se sustituyó ladinamente el escudo que se identificaba con el régimen instaurado en España al término de la Guerra Civil por un prolija “gaseosa” que insta a la retirada de escudos, insignias, placas, y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura.

Y se hace evidente que el escudo con el águila de San Juan y su triple vocación de representar oficialmente a Una España Grande y Libre, aunque haya dejado de ser el escudo que figura en la actualmente bandera oficial de España (desde el 18 de diciembre de 1981, es preciso repetirlos mil veces, pues la bandera con el escudo con el águila de San Juan fue la bandera constitucional hasta esa fecha) no encaja en la definición del artículo 15 de la ley pues se trata del vestigio histórico de una legalidad matriz de la actual y, en consecuencia, digno del mayor respeto.

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Ya hemos visto, y queda demostrado por la comparación de los textos del “Proyecto de Ley” y de la propia “Ley”, cuál era el propósito del legislador. Pero lo que tiene fuerza legal, valga la redundancia, es la propia ley. No el oculto propósito del legislador. Por ello, en ningún caso, la bandera que representó a España ante toda la Comunidad Internacional, a la legalidad institucional que alumbró la Constitución de 1978 y también la bandera que representó a la propia Constitución, desde el 6 de diciembre de 1978 hasta el 18 de diciembre de 1981, no puede ser prohibida ni perseguida. Y debe exigirse la libertad de mostrarla en todo momento y lugar.

Es más, a la vista de la deriva política de España, que camina inexorablemente hacia el despeñadero, quienes buscan afanosamente en la Constitución de 1978 el detener esta locura -quienes se dicen constitucionalistas– deben ser conscientes de que ese retorno a la Constitución de 1978 en su primitiva pureza -hoy mancillada y prostituida por sus enemigos- pasa inexorablemente por recuperar, mediante una nueva ley y subsiguiente RD, la bandera que estuvo en vigor durante los tres primeros años de vigencia de la Constitución y que representaba la pretendida concordia del consenso constitucional.

Y esta realidad es imprescindible que sea asumida por todos aquellos a los que “les duele” la actual situación, y quieren recomponer los girones de este trapo descolorido y desgarrado en que han convertido a España sus eternos enemigos.

Camino ciertamente largo y difícil. Pero el camino más largo se inicia siempre con un primer paso. Por ello quienes a pesar de estar convencidos de la razón que asiste a todo lo hasta aquí expuesto, siguen temerosos de ondear o mostrar en ventanas y balcones la única bandera que puede redimir a España, pueden comenzar utilizando aquella con la que se ha querido abrir estas consideraciones.

Porque con Monarquía o sin Monarquía, con Constitución o sin Constitución, la salvación de España está en volver a esa bandera de la España Una, Grande y Libre bajo la que se gestó la Constitución de 1978.

Debemos tener la fe de Constantino el Grande, que antes de lanzarse a la batalla contra Majencio en el puente Milvio, vio en el cielo una cruz cuyo texto le pronosticaba;  “IN  HOC SIGNO VINCES”

Pues en la actual batalla en la que España se juega el ser o no ser, debemos tener confianza en que las señales anunciadoras de una victoria definitiva de España sobre sus enemigos, son la bandera que sintetiza sus glorias históricas. Y la Santa Cruz del Valle de los Caídos que simboliza la reconciliación definitiva de los españoles.

Debe llevarse al ánimo de todos los buenos españoles, de todos los patriotas, que pretender la defensa de España, equivocando el camino, es perder el tiempo. Y el camino más seguro a la derrota.

Estamos navegamos en noche oscura y con mar procelosa, mientras vemos, a la luz de los relámpagos, la espuma de la rompiente a la que inevitablemente nos dirigimos.

Es necesario pues que el comandante de la nave asuma el mando, y de grado o por fuerza, ordene cambiar el rumbo a un segundo narcisista e inepto. Secuestrado además por un abyecto grumete que está imponiendo la derrota a la nave.

Solamente de esta forma se podrá conjurar el peligro del naufragio y la nave del Estado podrá volver a navegar en bonanza, en demanda del magno puerto que por su gloriosa historia le corresponde.

Para ello es necesario que el comandante se involucre de una vez por todas en la salvación del barco. Y que la dotación llevemos a su ánimo que, si no lo consigue, esta vez no habrá embarque en el crucero Príncipe Alfonso.

Tendrá que salvar el navío o hundirse con él.

Como lo exige el honor de la Armada… y se lo exigirá el pueblo español.

UN RESUMEN COMO EPÍLOGO

La Constitución de 1978 es, nos guste más o menos, la legalidad vigente. Y por ello debe buscarse la solución a los actuales los males de España en su acatamiento y defensa. En eso tienen toda la razón los “constitucionalistas”.

Pero esa defensa a ultranza de la Constitución exige, imperiosamente, retornar a su pureza primigenia. A su letra y espíritu, que tanto se ha conculcado por acción y omisión.

Y para ello resulta imprescindible dos acciones esenciales: “embridar” el Estado de las Taifomanías recuperando competencias que jamás debieron cederse… y restituyendo, como símbolo del Estado, la Bandera que alumbró la Constitución de 1978.

Pero si alguno, todavía es reticente a utilizar esa Enseña Nacional, porque tras casi cuarenta años de permanente lavado ce cerebro, ha asumido la tesis de los enemigos de España, de la Monarquía y de la Constitución según la cual la bandera con el águila de San Juan y la leyenda Una, Grande y Libre es “inconstitucional” o “preconstitucional” puede superar sus infundados temores haciéndose con el modelo de bandera -texto incluido- que se propone al inicio de este opúsculo.

Puede conseguirla sin dificultad, solicitándola a una fábrica ubicada en Zaragoza y cuya dirección electrónica es www.tusbanderas.com

Cuando miles, cientos de miles, de tales banderas, recorran calles y plazas, y engalanen ventanas y balcones, habremos superado una larga noche. Y en España volverá a amanecer.

Dios así lo quiera.

Autor

REDACCIÓN