22/11/2024 06:36
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La innegable crispación que atraviesa la política española se hace cada vez más presente en todos los ámbitos de la sociedad. El gobierno socialcomunista dirigido por el tándem Sánchez – Iglesias es el principal responsable, por no decir causante, de la tensión existente. A ellos corresponde relajar el ambiente y rebajar el tono. El gobierno peca, entre otras muchas cosas, de soberbia y prepotencia. Siguen sin darse cuenta de que no están en la oposición, de que esto no es una acampada en la Puerta del Sol, o un macro botellón en la facultad de Ciencias Políticas. Les guste o no, gobiernan para todos los españoles, aunque estos no sean de su palo ideológico o mantengan serias discrepancias de fondo con gran parte de la ciudadanía.

La izquierda solo es empática con aquellos que le compran su proyecto ideológico. Viven de tensionar la sociedad, de la continua división de los españoles. No admiten crítica ni discrepancia. No reconocen que en algo se puedan estar equivocando. Presionan hasta lo insoportable para imponernos su visión de la sociedad. Hablan de libertad y democracia pero no creen en ella. La libertad es un concepto ambiguo que es utilizado de manera obscena pero nunca respetado. No existe libertad para opinar si lo que uno dice, o piensa, no coincide con lo que se nos desea imponer. La democracia solo es útil y respetada si los resultados les son favorables.

El gobierno de España es fiel a la peor de las tradiciones de la izquierda de este país. Soberbio e incapaz de ningún tipo de reconocimiento de errores o fallos. El PSOE lleva años mintiendo y tergiversando su propia historia de terror, odio y crimen. Solo así se entiende que, en pleno siglo XXI, sigan manteniendo unas siglas que han llenado España de miseria y muerte. Un partido corrupto hasta las trancas, un partido que reivindica a muchos de sus líderes históricos, auténticas alimañas, auténticos criminales, que se nos presentan ahora con un pasado dulcificado, edulcorado, almibarado y muy alejado de la realidad. En la agenda criminal de la izquierda española era fundamental una ley de memoria histórica que fuera capaz de reescribir el relato. José Luis Rodríguez Zapatero lo tenía claro y puso toda la maquinaria gubernamental a trabajar a favor de la obra. En su empeño contó con la inestimable colaboración de otros partidos igual de históricos, corruptos y criminales que el propio PSOE, pues ellos también estaban interesados en limpiar su pasado y, de paso, en reescribir los capítulos más negros de su historia. Los verdugos y asesinos pasaron a ser héroes y las víctimas se convirtieron en villanos. Esperaron a la desaparición física de todos los testigos para llevar adelante su maléfico plan. La derecha, el centro reformista, la Jerarquía Eclesiástica y la propia Jefatura del Estado, bien por incautos, bien por imbéciles, pensaban que esto no iba con ellos, que era una cuestión del pasado y que no merecía la pena presentar batalla. Se equivocaron gravemente, cometieron un error irreparable que, a día de hoy, estamos pagando. Le concedieron a la izquierda una superioridad moral de la que en verdad carecen.

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El actual gobierno de España desea concluir el trabajo iniciado por Zapatero. Han pisado el acelerador, tienen prisa. No tienen ninguna intención de reconciliarse con nada ni con nadie, solo desean ganar en los despachos lo que no pudieron conseguir con las armas. Si hace unos años rehabilitaron a criminales y genocidas de hace 80, ahora están haciendo lo propio con criminales de hace 30 años a los que se blanquea y de los que se reescribe su pasado.

El gobierno, lejos de sentirse culpable por la creciente división que está provocando en la sociedad española, piensa seguir adelante con su proyecto, criminalizando al que no lo compre y culpabilizando al que no colabore. Se equivoca todo aquel que piense que puede estar al margen, que crea que puede mirar a otro lado. Nos veremos obligados a tomar partido: o aceptamos su visión de la sociedad y nos dejamos arrastrar, o nos mantenemos firmes y plantamos cara ante un proyecto criminal y perverso.

Javier García Isac/director radioya.es

Autor

REDACCIÓN

La innegable crispación que atraviesa la política española se hace cada vez más presente en todos los ámbitos de la sociedad. El gobierno socialcomunista dirigido por el tándem Sánchez – Iglesias es el principal responsable, por no decir causante, de la tensión existente. A ellos corresponde relajar el ambiente y rebajar el tono. El gobierno peca, entre otras muchas cosas, de soberbia y prepotencia. Siguen sin darse cuenta de que no están en la oposición, de que esto no es una acampada en la Puerta del Sol, o un macro botellón en la facultad de Ciencias Políticas. Les guste o no, gobiernan para todos los españoles, aunque estos no sean de su palo ideológico o mantengan serias discrepancias de fondo con gran parte de la ciudadanía.

La izquierda solo es empática con aquellos que le compran su proyecto ideológico. Viven de tensionar la sociedad, de la continua división de los españoles. No admiten crítica ni discrepancia. No reconocen que en algo se puedan estar equivocando. Presionan hasta lo insoportable para imponernos su visión de la sociedad. Hablan de libertad y democracia pero no creen en ella. La libertad es un concepto ambiguo que es utilizado de manera obscena pero nunca respetado. No existe libertad para opinar si lo que uno dice, o piensa, no coincide con lo que se nos desea imponer. La democracia solo es útil y respetada si los resultados les son favorables.

El gobierno de España es fiel a la peor de las tradiciones de la izquierda de este país. Soberbio e incapaz de ningún tipo de reconocimiento de errores o fallos. El PSOE lleva años mintiendo y tergiversando su propia historia de terror, odio y crimen. Solo así se entiende que, en pleno siglo XXI, sigan manteniendo unas siglas que han llenado España de miseria y muerte. Un partido corrupto hasta las trancas, un partido que reivindica a muchos de sus líderes históricos, auténticas alimañas, auténticos criminales, que se nos presentan ahora con un pasado dulcificado, edulcorado, almibarado y muy alejado de la realidad. En la agenda criminal de la izquierda española era fundamental una ley de memoria histórica que fuera capaz de reescribir el relato. José Luis Rodríguez Zapatero lo tenía claro y puso toda la maquinaria gubernamental a trabajar a favor de la obra. En su empeño contó con la inestimable colaboración de otros partidos igual de históricos, corruptos y criminales que el propio PSOE, pues ellos también estaban interesados en limpiar su pasado y, de paso, en reescribir los capítulos más negros de su historia. Los verdugos y asesinos pasaron a ser héroes y las víctimas se convirtieron en villanos. Esperaron a la desaparición física de todos los testigos para llevar adelante su maléfico plan. La derecha, el centro reformista, la Jerarquía Eclesiástica y la propia Jefatura del Estado, bien por incautos, bien por imbéciles, pensaban que esto no iba con ellos, que era una cuestión del pasado y que no merecía la pena presentar batalla. Se equivocaron gravemente, cometieron un error irreparable que, a día de hoy, estamos pagando. Le concedieron a la izquierda una superioridad moral de la que en verdad carecen.

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El actual gobierno de España desea concluir el trabajo iniciado por Zapatero. Han pisado el acelerador, tienen prisa. No tienen ninguna intención de reconciliarse con nada ni con nadie, solo desean ganar en los despachos lo que no pudieron conseguir con las armas. Si hace unos años rehabilitaron a criminales y genocidas de hace 80, ahora están haciendo lo propio con criminales de hace 30 años a los que se blanquea y de los que se reescribe su pasado.

El gobierno, lejos de sentirse culpable por la creciente división que está provocando en la sociedad española, piensa seguir adelante con su proyecto, criminalizando al que no lo compre y culpabilizando al que no colabore. Se equivoca todo aquel que piense que puede estar al margen, que crea que puede mirar a otro lado. Nos veremos obligados a tomar partido: o aceptamos su visión de la sociedad y nos dejamos arrastrar, o nos mantenemos firmes y plantamos cara ante un proyecto criminal y perverso.

Javier García Isac/director radioya.es

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REDACCIÓN