22/11/2024 00:45
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“Los españoles étnicos”. Concepto chocante para los españoles actuales. Expresión de uso más común que nos podría servirsería tal vez “de pura cepa».Dejémoslo como descendientes de españoles peninsulares de varias generaciones, al menos tres o cuatro.

En España de ahora hablar así suena a insulto; provoca incredulidad y sorpresa en los que te escuchan. Que por otro lado es natural en los países del Este europeo. Allí suele regir “el derecho de sangre» en la adquisición de la nacionalidad (a diferencia del derecho del suelo en el occidente).  Pero suene como no guste, es la descripción de una situación real. Como que el trasplante de médula da problemas si no es un grupo étnico similar, o hasta igual. La misma procedencia étnica implica normalmente ubicación en el mismo territorio, lo cual conlleva la misma influencia política, cultural y religiosa durante largo periodo de tiempo. Todo eso caracteriza el comportamiento y costumbres de un pueblo. De forma que el que tiene arraigo en ese organismo sabe manejarse en el mismo, y por donde moverse. No ocurre necesariamente lo mismo con los inmigrantes.  Y cuanto sus costumbres sean más parecidas a las del organismo de acogida, menos problemas hay en perspectiva.  Por otra parte hay que considerar también el derecho natural de control de un determinado territorio por sus habitantes autóctonos. No de forma absoluta, pero hay que tenerlo en cuenta. 

Los datos demográficos sobre nacimientos de hijos de origen extraeuropeo hablan por sí solos:

Países europeos principales están en una situación de cambio demográfico muy próximo,  especialmente Francia, Reino Unido, Alemania, España. Los demás están a un paso de una situación similar. Incluso, lo señalado en el gráfico puede ser hasta más acentuado todavía. En Francia recientemente el diario Democratie Participative publicó el último análisis demográfico, según el cual “en 2020, se registraron 340.000 recién nacidos – de procedencia no europea – respecto a 740.000 nacimientos (totales), es decir, alrededor del 46% del total.” Ya en dos años es posible pues, según el mismo análisis, que los nacimientos de los no nativos sea mayoría en 2024. Otro dato a tener en cuenta, en cuanto situación española, aunque no sea tan preciso en el aspecto que abordamos, pero sí indicativo respecto al cambio del panorama, digamos cultural, de lo que está ocurriendo en esta sociedad: la CEE ha publicado el número de niños bautizados entre todos los nacidos en España en 2019. Un 48% frente a 65% en el año 2007. Este dato no indica solamente el avance de secularismo en España, sino simplemente pude reflejar que hay cada vez más niños de otras religiones. Los datos por lo tanto están ahí.

Pero, no nos interesa tanto la existenciade un plan– como existencia de la causa a partir de los efectos observados – premeditado de sustitución poblacional, gestado en las cabezas de los que tienen la capacidad de procurarlo, como el modo de hacerle frente.

Los que colaboran activamente con el plan, realizan dos acciones aparentemente antagónicas: amenazan por racista o discurso de odio a los que se atrevan denunciar tales planes, y al mismo tiempo alardean de llevar a cabo esa misma operación (dos artículos en New York Times, de 2018 y 2019, uno afirma que podemos reemplazarlos, y al año siguiente que se trata de una teoría conspiratoria de extrema derecha; el hecho es a su vez que hasta la ONU acuña la agenda de la «Migración de Reemplazo», citando las bajas tasas de natalidad como justificación para utilizar la migración masiva para sustituir étnicamente las poblaciones nativas de Europa, América del Norte, Rusia, Japón y Corea):

Bien, esa es la realidad. Pero como ya apuntamos, lo que importa es nuestra reacción frente a esas intenciones. Todavía existirían soluciones políticas a esta situación, la pregunta es si se darán. En Francia por ejemplo, la gente podía haber votado a Le Pen frente a Macron, y de esa forma al menos expresar que este tema les inquieta. Pero han elegido al segundo. Si bien en las legislativas posteriormente Macron (y el régimen; este prefiere a Macron, aunque la otra no sea un antisistema, no es de la tropa de fichas de repuesto tipo Schulz, Johnson, Draghi, etc.) perdieron posiciones. Digamos, los votantes necesitan mucho tiempo para llevar a cabo alguna reacción. La incógnita es si a este paso tendrán tiempo para realizar cambios sustanciales.

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Hace no mucho violaron y mataron a una joven, hija única, en Inglaterra. Su madre, desesperada, se adentró al mar andando para quitarse la vida. Ante una bestialidad e inconmensurable injusticia, en vez de exigir la justicia y procurar que a otros no les pase lo mismo, elige morir. Esto parece la imagen de Europa actual: antes se encaminará hacia su suicidio, que luchar por renacer. Una interpretación con tintes pesimistas, dirán algunos, pero por desgracia no son pocos que albergan similar visión de las cosas.

Sin embargo, no es una constante histórica y necesaria que los planes de los más poderosos tengan que tener un éxito garantizado. Nadie es dueño del futuro del mundo, por mucho que lo pretenda. Él éxito de los poderosos no reside en su dinero y su poder de influencia, sino en la obediencia de las masas. Estas, para reaccionar necesitan dos cosas: los palos y el hambre que los amos les proporcionarán; y un núcleo sano que guiarán la transformación para el bien y la resistencia al mal.

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REDACCIÓN