22/11/2024 00:20
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El pasado 14 de mayo un muchacho llamado Alberto Garzón al que le tocó la cartera de Consumo en una tómbola se despachó, sin venir a cuento, con unas absurdas y malintencionadas declaraciones contra el turismo. Le llamo muchacho sabiendo que tiene 34 años, pero su capacidad intelectual es la de un niño de 10 años, eso sí, un niño malcriado.

Lo de este individuo es una increíble sucesión de milagros. Dedicado a la política desde que tiene uso de razón (o mejor dicho, desde la edad a la que otros empiezan a tener uso de razón), en 2016 un Partido Comunista de España en vías de extinción (emboscado como Izquierda Unida, pues en el siglo XXI no se puede ir por el mundo llamándose comunista) buscaba un “pagafantas” que asumiera el cargo de Coordinador General para ocuparse de firmar el certificado de defunción y echaron mano del becario pardillo que pasaba por allí. Le tocó a Albertito. Primer milagro. Pocos meses después, y por esas incomprensibles vueltas que da la vida, los cafres de Potemos pensaron que les venían bien los dos escaños que a duras penas había conseguido IU en las elecciones de diciembre de 2015 y ofrecieron a Albertito ir en coalición, asegurándole un puesto de trabajo, que hasta donde yo conozco consistía en tirar las cañas en las reuniones de la ejecutiva. Segundo milagro. Albertito no lo dudó, tiró por la borda los casi 100 años de historia de ese partido criminal, dejó colgados a los casi 10.000 afiliados del PCE y se echó a los brazos de estos bolivarianos recién llegados. Pero la cosa no queda ahí, pues poco más de tres años después, en ese mercado persa en que se convirtió la formación del gobierno que padecemos (soy amable, pues más que un mercado persa se trató de un trapicheo de La Cañada Real, el mayor supermercado de la droga de España, los mercaderes persas eran mucho más honrados), le tocó la cartera de Consumo. Ni más ni menos. Tercer milagro.

Albertito es un pequeño burgués, hijo de un profesor de instituto y de una farmacéutica (lo cual es muy honorable) al que, aprovechando su debilidad mental, alguien le inoculó el virus del comunismo y el pobre se lo creyó. Naturalmente una cosa es ir por la vida de comunista y otra es actuar como tal: el chaval no tuvo empacho en celebrar un bodorrio por todo lo alto, chaqué incluido (¿hay algo más burgués?), con cubierto de 300 pavos (el 50% del salario mínimo en ese momento) y luna de miel de un mesecito completo en Nueva Zelanda, no hay otro lugar más lejos. Total, 100.000 euracos de vellón para el festejo, lo que cobraban en todo un año 10 pensionistas. ¡Para eso es comunista!

Ahora que ya sabemos quien es el individuo vayamos al rebuzno.

Lo que dijo este idiota (del diccionario de la RAE: “Idiota (adj.) 1) Tonto o corto de entendimiento; 5) Que carece de toda instrucción”; he dudado si llamarle estúpido, que también le encaja: “Estúpido (adj.) 1) Necio, falto de inteligencia”) es que “el turismo en España es precario, estacional y de bajo valor añadido. Ahí queda eso.

La idiotez (“Idiotez (f.) 2) Hecho o dicho propio de un idiota”) es extemporánea (nadie le había preguntado por el turismo, que además no es de su competencia, si es que tiene alguna), es extremadamente inoportuna (de los probablemente dos millones de desgraciados que están pasando a engrosar las listas del desempleo un porcentaje alto son, precisamente, de ese sector de actividad) y completamente errónea.

El turismo, Albertito, es con gran diferencia el sector más importante de la economía española.

El turismo genera un 15% del PIB, 190 mil millones de euros, que es -por ejemplo- el 65% de lo que aporta toda la industria, y el triple de lo que aporta el mayor sector industrial de nuestra Nación, la automoción (otro que os estáis cargando), o siete veces lo que aporta toda la agricultura. Además, por cada millón de euros que genera el turismo se generan indirectamente otros 400 mil euros, más que en cualquier otro sector económico. Como a pesar de ser licenciado en CC. Económicas probablemente no lo entiendas deberías saber que el PIB es la Renta Nacional, que es igual a la suma de las rentas de todos los ciudadanos, a cuya media se le llama Renta Per-cápita. Así, el turismo genera -en media- 4.000 € para cada español (desde el recién nacido hasta el centenario) o 10.400 € por familia (ahora a la familia le llamáis “hogar medio”) y en tu caso, que sois cuatro, 16.000 pavos. No te parecerá mucho, seguramente eso lo ganes tú todos los meses por no hacer nada útil, pero te aseguro que para el español medio es “una pasta”.

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Si hablamos del empleo (¿te suena de algo lo del empleo?) ya no te quiero ni contar: antes del Covid, y de vuestra nefasta y criminal gestión, el turismo generaba 2,7 millones de empleos directos y 1,9 millones más de indirectos e inducidos, total 4,6 millones de empleos, casi uno de cada cinco personas con trabajo. Por cada millón de euros de actividad que genera el turismo se crean 24 puestos de trabajo, muchísimo más que en cualquier otro sector de actividad. Claro, eso es lo de menos, pues en España nos sobra trabajo …

El empleo creado por el turismo, chaval, no son solo los camareros de los baretos de tu barrio (si es que vives en un barrio con baretos, quizás vivas en La Moraleja, no lo sé). Son también los empleados de hotel, los de las líneas aéreas, de barcos de crucero, de empresas de alquiler de coches, los que tienen su pequeña casa rural de la que vive toda la familia, los del Museo del Prado, los de las oficinas de Turismo de muchas ciudades y pueblos, etc., etc. Si, habrá alguno precario (y mucho habría que hablar sobre cuanta de esa precariedad es culpa vuestra y de vuestra enloquecida legislación laboral y vuestra irresponsable política de subsidios que fomenta la economía sumergida), como en casi cualquier sector, desgraciadamente, pero generalizar como tú has hecho es propio de un ignorante o, como ya se ha dicho, de un estúpido.

Los turistas, esos a los que tú minusvaloras, tienen una contribución importantísima a nuestra balanza de pagos. Cada año, los turistas nos dejan en España del orden de 90.000 millones de euros, que traen en su tarjeta de crédito o en su billetera y que se gastan aquí. Eso, ceporro, es tanto como todas las exportaciones que hacen nuestros sectores productivos en cuatro meses. Y eso, alcornoque, son casi 2.000 € por español, 5.200 € por familia.

El turismo, merluzo, beneficia a toda España, incluida la que ahora llamamos “España vaciada”. No se si sabrás (seguro que no) que el 80% del PIB se genera en solo 22 provincias (y el 50% en solo 7), por lo que hay otras 30 provincias que se conforman con solo un 20% del PIB. En esa larga lista de provincias desfavorecidas, el turismo (incluido el turismo nacional) es de lo poco que tienen para vivir.  

Como no te miras los números quizás pienses que el turismo es un sector en declive. Pues no, lumbreras: antes de la catástrofe se esperaba un misero crecimiento del PIB del 1,2% anual en media para el periodo 2019 – 2029 (que lejos quedan los tiempos del “gran Dictador”, cuando crecíamos al 6 o 7% anual, ¿verdad?), mientras que para el turismo se esperaba un crecimiento del 2,5%, lo que significa, Albertito, que en 2029 hubiera aportado casi 250.000 millones al PIB y -lo que es más importante- hubiera creado 1,3 millones de puestos de trabajo adicionales. Ahora, después del cataclismo económico que habéis provocado, no se lo que pasará, pero si se que, en cualquier escenario, el turismo será clave para la recuperación.

Dices que el turismo es un sector de bajo valor añadido. Empiezo a pensar que tu licenciatura es tan falsa como el doctorado de tu Jefe: ¡no sabes lo que es el valor añadido!

El valor añadido (VA), licenciado, es la diferencia entre el valor de todo lo que produces y el coste de todo lo que compras, sin incluir las inversiones ni -obviamente- los salarios. El valor se añade (de ahí valor añadido, ¿lo pillas?) a base de capital (inversiones), trabajo (salarios) y tecnología. Tomate tu tiempo para entenderlo, no hay prisa.

Piensa en un hotel, no necesariamente uno de esos carísimos Leading Hotels of The World a los que vas con tu señora (perdón, tu compañera), un hotel cualquiera. Un señor (o señora, no soy sexista) al que todavía no habéis metido en la cárcel por ser empresario hace una inversión, construye el hotel, lo equipa completamente, contrata a los empleados que necesita y se pone a funcionar. Supongamos que factura un millón al año. De ese millón, una parte importante se va a amortizar la inversión (a recuperar lo que invirtió), otra importante también a pagar a los trabajadores, otra mucho menor a comprar suministros (la mermelada del desayuno, el papel higiénico, el champú de los baños, las sábanas que se gastan, etc.) -quédate con esto, es relevante- y mucho a pagar los innumerables impuestos con los que vosotros le esquilmáis. Si queda algo, y no siempre queda, es el beneficio. Pues bien, el VA es la diferencia entre ese millón que facturó y lo que pagó por los suministros; ¿cuánto será eso?, ¿100.000 o 150.000 € a todo tirar? … pues el VA es altísimo: 850.000 o 900.000 €, el 85% o el 90% de la facturación.

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Los ignorantes como tú, ministro, que no sabéis de lo que habláis, confundís un alto valor añadido con un precio unitario muy alto. Pensaréis, por ejemplo, que el importador de los ‘i-phone’, un producto sofisticado y de alta tecnología, pertenece a un sector de alto valor añadido; pues no, mequetrefe, ese señor vende en 100 lo que le cuesta 80 o 90, así que su VA es bajísimo, un 10 o un 20% de lo que factura. ¿Sabes cuál es, por ejemplo, un negocio de alto valor añadido?: una modesta autopista de peaje, donde se pagan 3 o 4 euros por usarla (como un paquete de tabaco) y donde casi todo el coste es la amortización de la inversión gigante que hubo que hacer.

Por último, reprochas al turismo el ser “estacional”. Si, es cierto, una parte (solo una parte) es estacional, ¿y qué? Digo que solo una parte, ya que al parecer cuando piensas en el turismo solo te viene a la cabeza un inglés achicharrándose al sol y bebiendo cerveza en Benidorm en julio o agosto. ¿Qué me dices del turismo cultural? ¿Y del turismo de golf, o del turismo gastronómico?, todos ellos cada vez más importantes … estos vienen en agosto, pero también en enero. Chaval, antes de hablar de cosas tan serias hay que leer un poquito, y si es necesario, ya que te han hecho ministro, busca un profesor particular que te enseñe a leer, pero no le pagues en B, como Echeminga a su asistente, que al final te pillan.

Volvamos a la estacionalidad. Vosotros, que os habéis quedado anclados en el siglo XIX, cuando vuestro amado Marx escribió El Capital, en la lucha de clases y en todos esos ridículos anacronismos, cuando pensáis en una industria os imagináis la famosa fábrica de tractores de Stalingrado, que trabajaba día y noche, 365 días al año. No habéis evolucionado, ese es vuestro modelo de actividad económica perfecta. Así nos va.

El mundo ha cambiado. Son pocos los sectores que aseguren una carga de trabajo constante no ya a lo largo del año, sino a lo largo de la semana. La agricultura, sin ir más lejos, quizás sea la actividad más estacional que existe; ¿también te la vas a cargar? Y que me dices del comercio, que es “estacional” hasta en la semana, con puestos de trabajo solo para el fin de semana, cuando hay más actividad; ¿acabamos también con el comercio? En el siglo XXI son afortunados los que pueden trabajar 8 horas al día 200 días al año (en España en media se trabajan unas 1.600 horas al año, los que tienen trabajo). Hay que empezar a dejar de hablar de “puestos de trabajo” y hay que empezar a hablar de “horas disponibles”.

La población activa es de unos 23,5 millones (la ocupada, antes del Covid, era de unos 20 millones, pronto serán solo 18), y para ocuparla al 100% (1.600 horas al año por trabajador) son necesarias 38 mil millones de horas retribuidas al año, aproximadamente. Esas horas se tienen que ocupar cuando aparecen (siempre dentro de un orden que respete la salud física y mental del trabajador y unas condiciones de vida adecuadas en cualquier momento, no estoy pensando en que nadie trabaje 16 horas diarias durante 100 días seguidos y se pase 265 días de vacaciones), y eso puede ser en algunos casos a base de 200 jornadas de 8 horas durante 11 meses o a base de 160 jornadas de 10 horas (6 días a la semana) durante algo más de 6 meses y otros seis de vacaciones. O 800 horas durante los 3 meses de verano en un hotel de playa y otras 800 horas el resto del año trabajando a jornada reducida en cualquier otra actividad, con un montón de horas para “conciliar”, para el ocio, o para lo que le dé la gana.

Si pretendemos crear los 5 millones de puestos de trabajo que vamos a necesitar después del Covid a base de trabajos de 200 jornadas de 8:00 a 14:00 y de 15:00 a 17:00 nos vamos a estrellar. Y si renunciamos a los casi 8 mil millones de horas de trabajo que genera el turismo, nos estrellaremos mucho antes. Aunque con vosotros, me temo, nos vamos a estrellar seguro.

Garzón, cenutrio, dedícate a los botellines, que es lo tuyo, y deja en paz al turismo.

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REDACCIÓN