22/11/2024 02:53
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Los rebrotes de la infección del Covid-19 siguen dando su fea cara en toda España, menos en Madrid, con lo de la estigmatización existente por parte del rojerío que manosea en la gomierdación, queda en fuera de juego.

La mezquindad de esa tropa no lo perdona; que Madrid funcione en primera posición del grupetto de comunidades, por no ser roja, no son capaces de asumirlo, y ese es el motivo por el que, desde el mismísimo Gomierdo, tratan con tozudez bobina de derribar el actual equipo de gobierno. Y es que los rojos, como todo el mundo sabe, son vengativos como los animales de cuatro orejas que guardan sus peores vengativos instintos hasta que la situación le es favorable; entonces, cuando menos se espera, viene la violenta cornada por la espalda, para evitar respuesta adecuada.

Ya puede tener cuidado la señora Ayuso en no alejarse mucho del burladero que representa VOX. El cura renegado está a la espera de que el «felpudo» marca Cs, se le ponga bajo las suelas de sus zapatos y, como en la alfombra mágica de Aladino, permitirle hacer realidad el sueño de viajar hasta el despacho principal de la Sede de la Comunidad.

Este Gomierdo mentiroso se ha cuidado mucho en aclarar la forma en que el Covid-19 apareció en Madrid, dejando que corriera la especie de que Madrid se había convertido en el gran peligro que amenazaba al resto de las provincias. A este Gomierdo, que es responsable de los aeropuertos españoles, le venía muy bien que el movimiento que atacaba a Madrid, no permitiera ver que Madrid no es el infectador, sino por culpa de la irresponsabilidad del Gomierdo en cuanto su nefasta función en el aeropuerto de Barajas, es súper infectado por viajeros que sin tener idea de estar infectados, sin ningún otro trámite que los normales de coger su equipaje, se integraban en la ciudad, habiendo dejado su lamentable rastro.

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Madrid es la víctima de su Aeropuerto, nacional e internacional y de la RENFE.

Aún es tiempo, estas cosas no prescriben, para que los madrileños, encabezados por nuestras autoridades, exijamos responsabilidades que, empezando por el delegado del gobierno, llegan hasta el mismísimo embustero mayor del Reino, pasando por émulo, José Luis Ábalos, ministro de Transportes.

Madrid es rompeolas donde todos vienen, unos con cariñoso respeto y simpatía y otros con odio crecido entre la envidia.

Aquí nadie es extraño, si no es que él quiere sentirse de manera tan incomoda. Nadie tiene que esconder su acento para disimular su lugar de procedencia, porque el madrileño tiene claro que una persona nacida en cualquier otra provincia tiene, como español, el mismo indiscutible derecho de sentirse en la Capital de España, como uno más de sus nativos.

En muchas de las residencias que tantísimas víctimas han aportado, entre sus residentes hubo personas de otras provincias que, a través de las visitas de sus familiares, han introducido inocentemente el criminal virus. Eso no da derecho a los madrileños a la estúpida queja contra nadie, como por desgracia ha ocurrido en alguna que otra provincia, que se ha formulado queja para poner trabas a la llegada a sus playas de madrileños, sino todo lo contrario.

La mejor peculiaridad del madrileño es su carácter abierto, receptor y asimilador de todo cuanto le aporta la llegada de ciudadanos nacidos en otras de nuestras muy queridas y respetadas provincias que, lejos de perjudicar, le ha servido de enriquecimiento.

Estos últimos rebrotes y los que sin duda van a llegar, han de asumirse como algo que nos perjudica a todos los españoles, sin tener en cuenta su localización.

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No debemos aceptar que la confluencia roja en el Gomierdo, termine por convertir este hermoso país en un terreno baldío donde diecisiete tribus luchen y se maldigan entre sí.

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.