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Los enamorados manifestaban su alegría de entrar simbólicamente en el corazón de la persona amada, llevando una llave colgada al cuello. Los pompeyanos aludían la vida amorosa con la llave y también la vida legal de la pareja: la dueña de la llave era, decían, la dueña del corazón de su enamorado y de la mitad de su fortuna. De ahí viene la mancia o arte adivinatorio de sujetar una llave a un hilo que sostenía un niño cuya mano inocente la dejaba colgar sobre el Evangelio: cuando se paraba sobre el texto sagrado se extraía de la lectura del pasaje las oportunas consecuencias.

En las casas donde había un moribundo o acababa de producirse el óbito, las llaves debían dejarse en los cerrojos, sin echar, para facilitar la salida del alma e invitarle a que dejara el lugar.

La llave ha sido un amuleto muy utilizado para alejar calumnias, evitar celos, ahuyentar envidias. En muchos juzgados y tribunales, el acusado que únicamente podía contar con la clemencia del jurado, solía llevar pegada a la espalda una llave de hierro: sólo ella podía salvarle.

Para muchas cosas tuvo la llave aplicaciones y usos diferenciados: si un niño lloraba en la cuna, pensaban que, colocando tres llaves en la parte inferior del colchón, callaría; en Galicia ponían una llave bajo la almohada de la parturienta para ayudarle a sobrellevar el trance, y si se deseaba que tras la lactancia de la criatura se retirara la leche y se secaran los pechos, ponían a la espalda del bebé una llave hueca llena de mercurio.

En muchos lugares del mundo piensan que no deben desprenderse de las llaves que comienzan a oxidarse, al creer que anuncian la proximidad de una herencia; estaba extendida la práctica de lanzar un llavero al aire cuando uno se encuentra perdido o en un cruce de caminos: la llave más larga indicará el rumbo a tomar, sobre todo si el llavero contiene llaves viejas y de hierro, que también sirven para conjurar la mala suerte.

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El griego Artemidoro de Éfeso, en un tratado sobre la interpretación de los sueños, escribe: “Verla en sueños indica al que tiene la intención de casarse que tendrá una mujer fiel y amante del hogar; y vaticina al que desea adquirir una esclava, que ésta será de buen carácter”.

Algunas mocitas españolas entonaban antes este tipo de coplas:

            ¡Si yo me viera contigo

            con la llavecita echada,

            y el herrero se muriera,

            y la llave se quebrara…!

 

La palabra llave procede de la voz latina clavis, utilizada desde el origen de nuestro idioma como: clave.

No viene a cuento hablar aquí, de la llave de hierro que portaban algunos chicos en el bolsillo del pantalón, para crear confusión en las mozas que iban al baile en las fiestas de los pueblos, en nuestros años mozos.

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REDACCIÓN