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Habiendo la inmensa mayoría del pueblo español dado  fe de las traiciones y desaguisados cometidos por el gobierno de Sánchez y sus mercenarios de mala laya y peor condición; habiendo adquirido conciencia acerca de la verdadera intención de estos malnacidos, de esta secta feroz y tenebrosa que disuelve como ilegítimos los vínculos de la sociedad, que asalta las instituciones con el exclusivo propósito de convertir al hombre en un “animal” que nace, come y procrea, privándole de los derechos individuales inherentes a todo ciudadano libre, que con su dogmatismo criminal, totalitario y excluyente no reconoce ningún límite que les impida restituir a los hombres a su barbarie primitiva, que envuelve la convivencia social en un caos de absurdos irracionales y abyectas irreverencias de todos los principios y valores de la moral natural, civil o religiosa.

Llegamos a la certeza de que el ilegítimo presidente del gobierno, a pesar de la pregonada anomalía psíquica que padece, no deja de ser consciente de que una mayoría significativa de los españoles le han puesto cual digan dueñas, entre otras razones por ser un tipo que vaciándose en palabras hueras y vacías que chorrean embustes, lleva impreso en su alma el estigma de la traición.

Don Francisco de Quevedo y Villegas, gran satírico y mordaz crítico español, en su “Discurso de todos los diablosnos dice que los tiranos lo aborrecen todo: a lo bueno porque no es malo, y a lo malo porque no es peor”; quizá, este gobierno haya leído al autor, y haya adoptado esta sentencia como como guía de su quehacer político.

Hasta aquí, con esta constructiva descripción del horrísono, árido e infecundo paisaje español ¿hemos resuelto el problema que atenaza a España? Ciertamente, no.

Por tanto, una vez pedido perdón al sufrido  lector por este prólogo largo y adecentado  con cariñosos epítetos; veamos que se puede hacer contra el sanchismo disgregador.

Tengo que reconocer que lamentablemente estoy de acuerdo con Antonio Machado cuando mediante carta dirigida a Ramiro de Maeztu con motivo de la publicación de su libro “Defensa de la Hispanidad” se expresaba de este modo: “ lo que juzgo difícil, querido Maeztu, es que se despierte en España una corriente de orgullo españolista parecida al patriotismo de los franceses o de otros pueblos”

Uno de los factores, si no el principal del alejamiento de la sociedad española del sentimiento de Patria, de la perdida de nuestra idea nacional es la indiferencia ante la razonable necesidad de acercarse a la objetiva historia de España, que nos impide  desvirtuar la mayor parte de la fabulada y sectaria información que tiene su origen en las fuentes contaminadas de la  izquierda desleal y utópica, lo cual nos arrastra a contentarnos en vivir como podemos; así la educación, la instrucción pública como base y pilar fundamental de una sociedad moderna, donde predomine el libre discernimiento y prevalezca un recto y ecuánime sentido crítico queda sometida a los dictados de los que propugnan el revanchismo y la división de la sociedad.

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Que los jóvenes no tengan que decir, ¡desdichado de mí! que me dejé moldear blando como la cera sin que mi lastimosa naturaleza opusiese la menor resistencia.

Con estos mimbres educativos procedentes de la estajanovista industria socio-comunista, ¿quién hace un cesto? donde la verdad y el bien colectivo puedan depositarse y no abandonen su condición de esencias trascendentales para convertirse en relatividades y mentiras que conduzcan a un nuevo orden totalitario y a un desdichado hombre nuevo huérfano de libertad.

En esta guerra sin cuartel, descarnada y miserable entre los principales partidos políticos en que se ha convertido esta “sagrada” democracia, así calificada fundamentalmente por las masas hipócritas e interesadas o bien conceptuada como “fallida” por los asqueados de toda la basura, aún sin reciclar que ha producido desde su nacimiento y que va aumentando su volumen a partir del año 2004.

Habíamos convenido en reconocer que España va a la deriva, que está gangrenada y desgranada, con un riesgo evidente de pasar por el quirófano para amputarle alguno de sus miembros; pues bien, ajustándonos,–por no ser demasiado audaces y temerarios,– a las normas democráticas que rigen actualmente, los españoles debemos tener bien presente que las elecciones tanto las locales como las generales están a la vuelta de la esquina, y  que España no aguantará otra legislatura con Sánchez en la Moncloa.

Supongamos que este sujeto ha sido asistido y amparado por la suerte de la diosa Fortuna, deidad capaz de dar a los delitos prioridad sobre el acatamiento y observancia de la Constitución, garantizar los premios de virtud democrática al pecado revolucionario, de encaramar en los tribunales a los que había que reducir a la ergástula, de otorga dignidades a quien había de ser silenciado socialmente y  empobrecer a quien debiera de enriquecer, de justificar el saqueo gubernamental a los ciudadanos más necesitados, de lustrar las botas teñidas de sangre y vestir con ricas y vistosas hopalandas de responsabilidad política a los asesinos de innumerables habitantes del país, de corromper las instituciones y los pilares que sustentan el entramado de los tres poderes del estado, de destruir lo que no pueden poseer……  y así borracha, loca y despreciable va distribuyendo según su capricho los bienes y los males a los hombres.

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El reparto de estos u otros males, disparates, vilezas e inmoralidades como las que la rueda de la Fortuna ha proporcionado al   okupa monclovita, no han sido sino motivo de satisfacción y agradecimiento por su parte, pues, una vez tomada posesión de todas ellos los ha convertido en bienes, en armas que utiliza ad libitum contra España.

La Fortuna tiene una adjunta, una criada que ha servido permanentemente a esta diosa antojadiza, su nombre Ocasión, mujer de larga cabellera por delante y calva por detrás, hembra que se ofrece a todos, muchos me hallan, pocos me gozan, quien sabe asirse a mis crines, sabe defenderse de los corcovos de mi ama”. (La fortuna con seso y la Hora de todos, Quevedo)

Fuerzas políticas opositoras a este torbellino revolucionario, ciudadanos responsables de vosotros mismos y del futuro de vuestros hijos, no desesperéis, mantened la calma que la Ocasión nos ofrece una solución, aprended a votar y confiad en esta última oportunidad que nos brinda la diosa, la ocasión la pinta calva, y no es patriótico ni leal ni inteligente desaprovechar la ocasión de desembarazarse de estos agentes del mal cuando se convoquen las elecciones.  

Ocasión  que dispone y reparte las ocasiones que a menudo los hombres no saben recoger y gozar; si los tontos, cobardes e indolentes dejan pasar la ocasión de las próximas elecciones, ¿qué culpa tengo yo de haber pasado?

 En caso de que falte determinación, hombría de bien y responsabilidad, la penitencia que se nos impondrá a todos nos llevará al llanto y crujir de dientes, a los golpes de pecho y a la desesperación.

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REDACCIÓN