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Periodistas de todo a cien y palmeros mediáticos de partidos; todos verterán declaraciones variopintas sobre quién ganó el pomposamente publicitado debate en el Senado: Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijoo. Yo lo vi unos instantes, y tuve la sensación de estar observando un teatro pactado, barato e impostado de palabras huecas y vacías. Otra jugada más del bipartidismo corrupto para exteriorizar el falso antagonismo entre iguales sin hacerse mucha pupita y sin lanzarse a la cara sus corrupciones domésticas. Se visualizó el “turnismo” modoso, pacífico, embridado que venimos sufriendo desde 1978.
Ni una palabra del caso ERE y de los 680 millones robados por el PSOE andaluz con destino a putas y cocaína bajo el paraguas de los expresidentes socialistas condenados Chaves y Griñán. Ni una palabra del protogenocidio abortista y eugenésico perpetrado por la nueva ley del aborto. Ni una palabra de la criminal y totalitaria ley de memoria democrática que declara proscritos y perseguidos a quiénes defendemos la memoria y Verdad del régimen franquista y condenamos el terrorismo socialista de ETA y sus marcas blancas.
Ese fue Feijoo: indoloro, incoloro e insípido. El caniche del PSOE al que, según recientes declaraciones, “no le gustaría ver a un presidente socialista en prisión” (en referencia al condenado José Antonio Griñán, expresidente de la Junta de Andalucía cuyo indulto será tramitado)
El presidente socialista Pedro Sánchez, el ruin, malévolo y profanador jefe de los diseños sociales antinatalistas y transgénero, de la ruina de las familias y de la entrega del Estado al terrorismo etarra y al catalanismo, le dio sopas con honda al líder del PP recordándole las innumerables subidas de impuestos, el aumento de la deuda pública o el récord en acercamientos de etarras a Vascongadas ostentado por Mariano Rajoy, excarcelador de numerosos etarras como el ínclito Bolinaga. Feijoo se la envainó y su reacción fue pedir “diálogo” y grandes consensos al PSOE, repudiar el “insulto” de Sánchez al PP y erigirse en el líder del “centro y la moderación”.
Viendo este espectáculo cansino de monigotes marmolillos arguyendo los argumentos ya consabidos, las expresiones ayunas de fundamento, los discursos carentes de energía, pensé en las imágenes que horas antes había visionado a través de la red social Twitter. Se trataba de unos vídeos, rescatados de los archivos de RTVE y pertenecientes al año 1976 sobre los debates parlamentarios previos a la aprobación de la “Ley de reforma política” pergeñada por Torcuato Fernández Mirando y Adolfo Suárez. En ellos podía contemplarse al sobrino de José Antonio Primo de Rivera, Miguel, defendiendo la “Reforma” y contra sus argumentos a los Procuradores José María Fernández de la Vega (tío de la exvicepresidenta socialista del gobierno, Teresa Fernández de la Vega) y al excelso Blas Piñar López.
Mi aprecio y admiración hacia Blas Piñar y hacia la razón jurídica que le asistía impugnando la falsa “Reforma política” en realidad ruptura, no me impiden reconocer que en otras intervenciones incluida la del sobrino de José Antonio -favorable a la “Reforma”- existía técnica oratoria, energía y por qué no decirlo: estilo. Blas Piñar fue sin duda el más afilado y contundente orador durante aquellas jornadas y yo creo que el más brillante que he conocido jamás, y el tiempo le ha dado la razón en todas sus previsiones y análisis sobre el Estado liberal en ciernes que hoy nos ahoga en la división, el despilfarro y la corrupción.
No obstante había en la clase parlamentaria de la “derecha reformista” por lo menos, por lo menos, un estilo, aunque la hediondez de fondo residiera en perjurar, en dar un golpe de estado legislativo y en destruir el Estado Nacional.
Hoy la “derecha” de Feijoo es un vómito con halitosis, traidora como entonces pero más insulsa, cateta y sumisa. Una cáscara vacía con menos fulgor y menos bravura que una puta en Cuaresma.
No espero que Alberto Núñez Feijoo para el que – cabe recordarlo porque lo ha dicho varias veces-, “Galicia es una nación sin Estado”, sea un torbellino de energías dialécticas desatadas pero, y ahora me pregunto: ¿alguien que tenga Fe, arrojo, que prenda en su sangre y en su alma una gota de patriotismo, puede votar a este tipo inane y estéril? ¿Puede la flagrante estupidez, falsa como pocas, del “mal menor”, seguir impulsando a millones de españoles a votar al PP?
Hace algún tiempo dejé de creer en muchas cosas, incluidas las urnas y la partitocracia falsamente llamadas “democracia”, pues habitamos en un sistema político desvertebrador de España que no garantiza trabajo digno ni vivienda y que reconoce sobre el papel constitucional derechos y libertades que no cumple, llegando a encerrar durante tres meses en sus casas a 47 millones de españoles y a expedir las leyes más tiránicas contra la vida del nasciturus y contra la libertad individual de expresarnos y pensar.
No espero nada de los parlamentarios que calientan los asientos de Congreso y Senado. Pero coño, ¡por lo menos sería deseable escuchar alguna pieza oratoria que homenajeara la rica, majestuosa y oronda lengua española, la técnica parlamentaria en su uso, el liderazgo político que enardezca las entrañas! Pues ni eso.
El adocenamiento de la sociedad y la emasculación colectiva larvados durante 40 años de anestesia democrática han parido a líderes políticos capados pero habituados denodadamente al negocio del acta de diputado donde se licúan las promesas electorales que antaño hicieron a un pueblo pastoreado y pueril que debería abrir los ojos y escupir sobre las esterilizantes urnas donde es llamado cada cuatro años.
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