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**Durante un siglo y medio España pudo contender, en general victoriosamente, con potencias más fuertes materialmente que ella y a menudo unidas entre sí contra España, explorar por primera vez el mundo en su conjunto, marcando un antes y un después en la historia de la humanidad, y conquistar un vasto imperio, el primero transoceánico de la historia, inaugurando la era de predominio europeo. La pregunta es: ¿cómo fue ello posible, no siendo España el país más rico ni el más poblado de Europa? Esta cuestión, implícita pero poco precisada en las historias al respecto, es una de las que me planteo en Hegemonía española y Era Europea. Y mi respuesta es: porque era la nación mejor organizada y más estable internamente, y su monarquía la menos despótica de las europeas por entonces. Prácticamente ninguna historiografía incide en estos aspectos, si es que no los niega abiertamente, y sin embargo son la mejor explicación lógica.
**La polémica en Francia en torno a Les mythes de la guerre d´Espagne tiene el máximo interés cultural y también político. Es además la primera vez, que yo recuerde, que un libro español haya provocado tal revuelo en el vecino país, cuyo ambiente intelectual, aunque muy decaído, sigue siendo notablemente superior al de España. No me sorprende que la Triple M trate de cerrar la brecha abierta en el muro de silencio, pero me asombra que VOX se esté callado. Estas claudicaciones, en apariencia menores, allanan el camino a otras mayores.
**El caso de la inglesa Isabel II tiene interés. Parece como si hubiera seguido el consejo de Franco a un ministro: “Haga como yo, no se meta en política”. Sin meterse en política se mantuvo a través de la pérdida progresiva del imperio, de cambios políticos a veces muy bruscos (Churchill llegó a hablar de una Gestapo inglesa), y de los propios desaguisados de la familia real. Sin meterse en política fue un símbolo de permanencia histórica de Inglaterra a través de tantos avatares. Lo que sin duda quería Franco, en relación con España, para la monarquía que dejó.
**Me comenta una amiga: “¿Pero tú has visto la puerta de Brandemburgo iluminada con los colores de la bandera britámica o las grandes fotos de Isabel II en París… Da algún consuelo pensar que no somos los únicos gilipollas”.
Supongo que muchos berlineses recordarán los salvajes bombardeos de la RAF o el haber sido liberados o “liberados” por los soviéticos. Sin embargo hay una diferencia que empeora el servilismo español. Alemania, Francia y resto de Europa occidental deben su democracia y el comienzo de su prosperidad al ejército useño, indirectamente soviético y también, en menor medida, a Inglaterra. Tiene cierta lógica esa veneración a Inglaterra a través de su reina.
Nada de eso ocurre con España, que, fundamentalmente con sus propias fuerzas, venció a la sovietización y disgregación del país y se reconstruyó, venció luego al aislamiento, y su democracia procede de la evolución interna del España y no de los bombardeos de otras potencias. No debemos nada a Inglaterra, es más bien esta la que debe mucho, realmente mucho, a la abstención de España en la guerra mundial. Sin embargo nuestra casta política trata de reducir España a un país mayordomo de Londres.
**Me preguntaba un periodista por qué la guerra de España suscita tanto interés en Francia. Lo suscita, en Francia y resto de Europa, porque, por un lado, en España se concentraban entonces, aunque con muchas particularidades, todas las tensiones que derivarían en la guerra mundial. Y porque después España se convirtió en una excepción europea: sin deber nada a nadie, permaneció plenamente independiente, no tutelada por Usa, y capaz de resistir a todas las presiones, a veces criminales, del exterior.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.