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Prieto, con dieciséis años, estrena el carnet de militante del Partido Socialista Obrero Español, y a partir de 1915, cuando cuenta con treinta y dos años, el socialismo en Vizcaya quedará vinculado a su nombre y apellido, eso sí, no irá a ninguna parte con quienes consagraron las provincias vascas al Corazón de Jesús, en contra de su ateísmo, y que la muerte de su hijo y cercano al final de su vida permitirá, de alguna manera, se le acerque algún amigo sacerdote al que confesará su admiración por Cristo y por los valores de su doctrina.

Cuando Moscú apriete al PSOE para acercarse a su influencia, Prieto y Fernando de los Ríos sacarán adelante la independencia del partido, lo que provocará que el 13 de abril de 1921 quede constituido el Partido Comunista Obrero con los socialistas contrarios  a ese distanciamiento.

Será Prieto el que abogue, tras de la noticia de la muerte del General Silvestre, por enviar a Africa las fuerzas necesarias para controlar la situación, y el primero que levantó su voz acusando al Rey Alfonso XIII de ser el autor del desastre, y el que debía haber abonado de su bolsillo los 4.000.000 de pesetas que pidió Abd el-Krim por los prisioneros españoles, y no los españoles a través del gobierno español; y rey que elevará a la dictadura al General Primero de Rivera permitiendo el cierre del expediente Picasso.

A finales de 1929 Prieto, Largo Caballero y De los Ríos, deciden cooperar con los republicanos para poner fin a la Dictadura, y de paso, terminar con la monarquía, y será Prieto el que señale a Goicoechea y a Gil Robles como enemigos de la República, con estas palabras: ¡Nos cerráis todas las salidas y nos invitáis a la contienda sangrienta! Prieto será protagonista, en 1934, de preparar el movimiento revolucionario con la compra de armas a los portugueses a través de un intermediario francés, cargamento que cuando está siendo descargado del barco Turquesa, es interceptado por la Guardia Civil.

Prieto se fugará de España en un vehículo marca Renault, recién salido al mercado, dotado de un portamaletas abombado, como una joroba, con gran amplitud, donde se oculta el líder socialista hasta pasar a Francia. El PSOE, promotor de la revolución de 1934, ve cómo sus líderes huyen y los que no pueden huir, eluden responsabilidades. Largo Caballero, al ser interrogado por el juez, se exculpa diciendo que fue a la revolución no como jefe, sino como uno más. Conociendo el ejemplo de estos jefes ejemplares, ¿cómo verter algún reproche a Puigdemont, cuando este copia la fuga de uno de los insignes socialistas?

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De vuelta a España y ya al borde de la guerra civil, se intentará desvincular a Prieto del asesinato de Calvo Sotelo, pero lo cierto es que el siguiente día del asesinato, Prieto llega a la redacción del Socialista, sito en la calle Carranza número 20, en Madrid, y tanto Fernando Condés, como Luis Cuenca (el autor material del asesinato), le dan cuenta del suceso, sin que Prieto hiciese una acción de llevar a estos a la justicia. Eso sí, quedará convencido de lo que será la guerra civil: larga y dura.

Y Prieto, uno de los impulsores de llevar las cosas hacia la guerra civil, será de los primeros en intentar una paz negociada ante el embajador  alemán Von Fauppel, y una vez ya, en Méjico (aún no finalizada la guerra civil) concebirá la terminación de la guerra a través de un compromiso plebiscitario de respetar la voluntad nacional que saliera del mismo. Contradictoria postura cuando en 1934 provoca una revolución, y cuando en 1936 no quiere o no sabe detener la guerra civil que su partido provoca, y que cuando ve en peligro su situación adopta la ilusoria propuesta de que se respete la voluntad mayoritaria de un plebiscito ilusorio, cuando el PSOE no respetó nunca cualquier mayoría que se le opusiera.

Prieto pudo volver a España pero ya no lo hizo, amparado por la orden de su partido de quedar en Méjico para gestionar la entrada de españoles expatriados por la derrota. Y siendo Prieto un conspirador nato, estará dispuesto a pactar con los representantes monárquicos de Juan de Borbón. El documento de acuerdo suponía la aceptación de una serie de principios durante un período de transición, figurando entre tales principios la amnistía de delitos políticos, la instauración de un estatuto jurídico regulador del uso del orden público, eliminación de la dirección política del país de todo núcleo o influencia totalitarios, incorporación inmediata de España al grupo de naciones occidentales, aseguramiento del libre ejercicio del culto y tras de la previa devolución de las libertades ciudadanas, consultar a la nación para establecer, un régimen político definitivo.

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El documento se denominó Pacto de San Juan de Luz, negociado por Félix Bejarano de acuerdo con Pedro Sainz Rodríguez y José María Gil Robles, y lo firmarán Prieto por los socialista y el conde de los Andres por los monárquicos.

Podemos observar cómo la política hace extraños compañeros de cama, sobre todo por parte de Gil Robles, que salvó la vida al no acudir a su domicilio, donde le fueron a buscar los escoltas de Prieto. Franco, enterado de lo anterior llamó al orden a Juan de Borbón en el Azor, sobre las aguas del golfo de Vizcaya. Lo anterior nos da idea de la relación entre los Borbones y el PSOE, luego entre Juan Carlos I y Felipe González, que habían afianzado pactos durante el régimen que el primero había jurado respetar. Franco debió recordar el juramento de Fernando VII del respeto a la Constitución de 1812, que no respetó cuando se vio asentado en el trono.

Para los falangistas Prieto pudiera parecernos uno de los pocos personajes salvables del lado republicano, dado que impugnó el dictamen del suplicatorio de José Antonio por tenencia ilícita de armas, y gesto que José Antonio le agradeció al terminar la votación acercándose al escaño de Prieto para estrecharle la mano. Como será Prieto al que le confíe la maleta que reunió sus objetos personales. Podemos pensar que esta decisión fue adoptada por José Antonio por tener la seguridad de que Prieto cumpliría con dicho depósito, salvándolo del pillaje y la destrucción, como así ocurrió. Pero también es el mismo Prieto que, siendo Ministro de Marina y Aire en nombre de 1936, dejará -junto a su gobierno- que José Antonio sea fusilado, cuando el primero de los alzados a la República fue el propio Prieto.  

Autor

Luis Alberto Calderón