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La Jornada del Barranco
El historiador Hernández Guerra (Pueblos prerromanos y Romanización de la Provincia de Soria), entre otros, identifica Albendiego con el lugar de la derrota musulmana, lo cual es una verdad a medias. Las crónicas árabes señalan que el ataque principal fue en un barranco y no en una llanura, como en la que está asentado el pueblo citado y su muy interesante iglesia románica.
El relato del “parte oficial”, recogido en el Muqtabis V y redactado por Isa ben Futays, quien estuvo presente en el combate al ser secretario del califa, dice que:
«Cuando el Califa empezó a seguir esta ruta y hubo hecho parte de la jornada se encontró frente a un zarzal (algunos traducen “jaral”; seguramente, monte bajo frondoso) frondoso e impenetrable, difícil de atravesar por un hombre sin deshacerse de su impedimenta, para llegar más adelante a unos abruptos barrancos, tremendos precipicios y escarpados tajos que los infieles conocían, adonde llegaron lanzando sus jinetes contra la zaga del ejército. Tuvo entonces lugar el combate en el que se perdieron cierto número de paladines y esforzados caballeros que de haberse dado en un lugar donde pudieran verse los dos bandos habría sido causa de su derrota (se entiende derrota cristiana). Mas el enemigo confiaba en la aspereza del terreno y esperó a que los combatientes se adelantaran y se agolparan las unidades más pesadas (los carros de impedimenta y su escolta).
El príncipe de los creyentes estuvo protegiendo a los musulmanes, con sus hombres y sus privados, parte del día, hasta que pasasen la mayoría y cruzasen el barranco sus bagajes, excepto aquellos cuya caballería flaqueó o cuyos pocos ánimos les impidió azuzar a sus asustadas bestias.
Cuando los cristianos contemplaron el desorden, se precipitaron aullando desde las cumbres de las montañas, bajando desde sus riscos como cabras montesas. Cobraron allí efectos y acémilas cargadas; cosa que de haberlo logrado en campo de batalla o llanura y enfrentándose a los hombres y cambios de fortuna no hubiera sido reprochable.
El jefe del ejército (el Emir) estuvo protegiendo a todos los que cruzaron el barranco, librándose de su angostura, hasta salir a campo llano. Reuniéronse con el príncipe de los creyentes sus tropas, volvieron a formar sus escuadrones, salvando Allah a los hombres de su ejército, ya que no cayó ninguno, prueba para que el que lo escuche de que la batalla no fue una derrota …».
Según Isa ben Ahmad ar-Razi, conocido como al-Tariji (el Cronista), o el Moro Rasi para los cristianos:
«… en la retirada el enemigo los empujó hacia un profundo barranco, del que no pudieron escapar, despeñándose muchos y pisoteándose de puro hacinamiento. El califa, que se vio forzado a entrar allí con ellos, consiguió pasar con sus soldados, abandonando su real (tienda) y su contenido (bagaje), del que se apoderó el enemigo, y llegándose a un numeroso grupo que había quedado rebasado por la cabalgada, los recogió en su retirada y se detuvo con ellos sobre el río Q.str.b, (otra denominación no localizada: ¿Bornova?, ¿Cañamares?) sin que el enemigo le siguiera, y allí acampó todo el día.
Tras el desastre del barranco el califa quedó tan afectado que todos sus allegados le consolaban exonerándole de cualquier culpa por lo sucedido».
En relación a los enseres del Emir perdidos, Ibn Hayyan, cuyo abuelo murió en aquel combate, incluye la tienda, su espada, su cota de malla tejida hecha de oro y un valioso ejemplar del Corán.
Altiplanicie próxima al Portillo (al Este).
Los Anales Castellanos Primeros dicen: “… el 21 de agosto, a los 16 días de la prisión de Abu Yahya (capturado en Simancas), cuando proseguían los moros su fuga y trataban de salir de la tierra de los cristianos les salieron éstos al encuentro en el lugar llamado Leocaput (¿?) y el río de nombre Verbera (¿Bornova?), siendo allí dispersados, muertos y despojados en gran número”.
También la versión del cronista Muhammad Ibn Masud, en su libro al-Aniq, difiere del parte oficial: “El califa se mantuvo con los hombres de verdad tras haber perecido en el barranco muchísimos musulmanes y ser cautivos otros tantos”.
Abderramán salvó la vida por muy poco, y hay quien cree que resultó herido.
Ibn Hayyan remata: «Fue evidente aquel día la hipocresía de algunos notables militares que, rencoroso contra el sultán, rompieron filas e iniciaron la desbandada, atrayendo a los musulmanes la derrota y perdiéndolos. El primero y más descarado de ellos fue el traidor Fortún b. (ibn) Muhammad b. Tawil quien, en el paroxismo del combate, reprendió a gritos al caíd de an-Nasir, Nayda b. (ben) Husayn, con perverso contento por lo tramado, diciéndole: “Abu l-Walid, ¿podrás nuevamente hacer daño al ejército?”. Y, dando su grito de guerra, huyó pensando volver al lugar de donde ya fuera desalojado, más an-Nasir lo alcanzó con un enviado que mandó tras él, con órdenes de detenerlo, el cual se le adelantó en su huida y lo trajo de vuelta preso, siendo rápidamente crucificado a la puerta de palacio el día (el 14 de septiembre) en que volvió el Califa a Córdoba …».
Este Fortún, señor de Huesca y Barbastro, y que fue apresado en Calatayud, era un miembro de los Banu Sabrit, godos nobles de Huesca que se pasaron al Islam. Estaba casado con una noble aragonesa. Fue crucificado tras serle cortado la lengua y, en esta tesitura, tuvo ánimos para escupir al Emir, quien se había acercado a insultarle. 13 días después, Abderramán mandó crucificar a otros 10 caballeros por su cobardía en Alhándega. En total fueron unos 300 los crucificados.
Altiplanicie próxima al Portillo (al Este). Al frente está Somolinos, donde conducen los barrancos.
La topografía y la reconstrucción del combate.
El ejército cristiano debió seguir desde lo alto de las estribaciones occidentales de la Sierra de Pela los movimientos enemigos y, conocedor del terreno, adivinó que pasaría al Sur de la misma por El Portillo. Seguramente se organizó en varios grupos, tanto en la ondulada altiplanicie de Sierra, como en las posibles desembocaduras hacia Somolinos y el Río Bornova.
Hoy en día apenas hay vegetación en la altiplanicie, llamativamente abarrotada de aerogeneradores en la cuerda de la sierra, pero hace un milenio el monte bajo debía ser espeso, permitiendo, junto con las suaves ondulaciones del terreno, una ocultación fácil.
El ataque por sorpresa, tras casi 200 km y 16 días acechando la ocasión, se debió desencadenar en el momento que los musulmanes creyeron haber pasado el peligro y estar ya en tierras propias, cuando la vanguardia estaba descendiendo hacia Somolinos y el grueso estaba aglomerado y detenido en las alturas, con parte ascendiendo a ellas. La carga o cargas de la caballería pesada, y la traición de algunos nobles despechados, hicieron cundir el pánico … y la orografía hizo el resto: desorganización, amontonamiento, imposibilidad de reacción, y el dilema de despeñarse o esperar la muerte a manos de los infantes cristianos estratégicamente situados.
Los combates de aniquilación y persecución debieron sucederse durante el resto del día hasta el anochecer. En la toponimia de la zona hay indicios de ello: Alto de las Matanzas (en Campisábalos), Mojor del Moro (Albendiego), Mata (hay tres en la zona, una en Carrascosa del Arriba) y Matilla … Y, sobre todo, está la impresionante Ermita de Santa Coloma, románico-mozárabe, en las proximidades de Albendiego, que tiene muchas probabilidades de haber sido iglesia votiva de la batalla (no hay otra explicación para elevar una joya arquitectónica así en aquellos parajes), situada en un descampado en la prolongación del Barranco del Tejo, por el que seguramente se despeñaron la mayor parte de los musulmanes.
Voluntad de vencer lo casi invencible
Trascendencia de Simancas-Albendiego
Fue la mayor victoria cristiana desde la invasión en el 711 y, consiguientemente, la mayor catástrofe musulmana. Entre muertos y prisioneros, las pérdidas humanas musulmanas debieron ser cuantiosísimas, especialmente las de la Jornada del Barranco. Bien pudieron ser bastante más de la cuarta parte de los que salieron de Córdoba.
Pero mayor aún fue la trascendencia, tanto para el mundo cristiano como el musulmán, llegando relativamente pronto a Aquisgrán (Imperio Romano Germánico), a Roma (Iglesia Católica) y a Bagdag (Califato). Como ejemplo, se cita que el año 956 el Obispo Liutprando de Cremona, escribió en su abadía benedictina de Saint Gall (Sankt Gallen, al borde de los Alpes Bávaros en el Tirol) con relación al año 939:
«Un eclipse de sol tuvo lugar a la hora tercia del 19 de julio, en el año cuarto del rey Otton, el día 29 de la luna. Ese mismo día en la región de Gallaecia (Norte de Hispania) un incontable ejército de sarracenos fue completamente aniquilado por cierta reina llamada Toda (sic), con la excepción del rey sarraceno y otros cuarenta y nueve con él (sic).
Se da la circunstancia que Liutprando fue luego amigo e intérprete del Emperador Otón I. También que, en el año 939, la Abadía de San Galo fue asaltada por unos piratas andalusíes que se habían asentado en Fraxinetum (cerca de Saint-Tropez, Provenza) en el año 889, enseñoreándose de una gran extensión y no siendo erradicados hasta el 973.
Después de esta victoria, el reino de León pudo asegurar sus fronteras durante mucho tiempo, avanzando la repoblación hasta el Rio Tormes (Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda, Ledesma, Vitigudino, Peñafiel y Cuéllar).
Abderramán nunca más volvió a capitanear una acción de guerra.
Voluntad de vencer lo casi invencible
Nuestros antepasados supieron, apoyados en su fe y desde el primer momento de los ocho siglos de la Reconquista, inyectarse una voluntad de vencer que acabó doblegando el cuasi imposible desalojo del Islam de nuestras tierras. Uno de los mejores ejemplos de superación de la inferioridad y de ambición de victoria es la de Simancas.
Creo sinceramente que hoy estamos en una situación similar a la de los primeros años del siglo VIII, y así lo expreso y demuestro en mi libro “España, Marruecos y el conflicto del Sáhara-Canarias, Ceuta y Melilla”.
Permítaseme pues que haga un llamamiento a analizar nuestra historia y a recuperar los valores que sustentaron y lograron la Reconquista, pues, como pensó la sociedad Hispanogoda, nuestros errores y pecados puede que nos conduzcan a situaciones similares.
DESCÁRGATE EN PDF LAS 3 PARTES:
La-Batalla-de-Simancas-Albendiego21
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