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Los dos nombres clave, sintiendo la traición de Miss Canarias 1936 hasta el hondón: el general Emilio Rodríguez Tarduchy (carnet número 4 de la Falange Autónoma) y el periodista Patricio González de Canales. Estos se apandillaron en la ermita de San Antonio de la Florida (¿Goya sin cabeza?) con el objetivo de buscar la forma más efectiva de acabar con la vida de la legionaria y cuartelera Paquita la Culona.

Tirar a matar

Decidieron que lo idóneo sería asesinarle en la celebración del Día de la Victoria. Esto es, el 1 de abril de 1941, un año después, no más. El plan, ideado por González de Canales: revólver del 9 corto, asesinato de Lincoln en el imaginario. Sencillo pero eficaz.

Además, Cerillita estaría en plena calle y rodeado de “reputadas” personalidades (incluso su fiera guardia mora que primero disparaba y/o violaba, y luego preguntaba) que verían con sus propios ojos su marcha al otro barrio. Era un perfecto golpe de efecto.

La otra opción, sobre la marcha, el Teatro Español de Madrid, donde el Homo missus a Deo (enviado de la divina providencia), sic, resic, asistiría esa misma noche para ver una función. La bomba, en el citado desfile, lo mismo que entre las candilejas, descartada desde el inicio, demasiado indiscriminada. Siempre, pistola.

¿Prevaleció la “cordura” o la cobardía?

Con esta homicida idea en mente, los miembros de esta clandestina falange, dizque deudores y albaceas y legatarios, según ellos, de lo mejor de José Antonio Primo de Rivera y de Manuel Hedilla Larrey, organizaron una reunión en la casa de uno de ellos (ubicada en la matritense rúa de Alberto Aguilera, número 40). Además de los dos citados, agreguen: Daniel Buhigas, Ricardo Sanz, Ventura López Coterilla , Luis de Caralt , José Antonio Pérez de Cabo , Gregorio Ortega Gil o Ramón Cazañas.

Y votaron… ¿Matar o no matar a Franco (incluso al filonazi, Serrano Suñer, fautor del felón decretazo de unificación/traición del 37) de un disparo? Votaron no matarlo por cuatro votos y una abstención. Por miedo a las represalias, esencialmente. Tanto el asesinato de Franco como el de Serrano Suñer causarían el efecto contrario al que buscaban. ¿»Por miedo a la invasión nazi y la liquidación material de Falange Auténtica»? Ummm…

El falangista Mariano Durruti, hermano del líder anarquista Buenaventura, fue asesinado por el régimen en 1937; Juan Domínguez, inspector nacional del SEU, organización sindical de estudiantes fundada por la Falange, fue ejecutado en 1942 tras un largo y dudoso juicio; y Juan Pérez de Cabo, miembro de la Junta de la Falange clandestina, fue ajusticiado por buscar financiación para su organización. Los falangistas “auténticos” ya tenían bastantes pruebas de cómo se las gastaba el César Invicto. Sic, resic.

Falange domesticada

Sin saberlo, el Ángel custodio del imperio español, sic, resic, ganó así su última batalla contra su poco (¿nada?) querido Ausente, sic, resic, prevaleciendo su ridícula e inverosímil idea/ideíca de lo que debía ser Falange: pastueños y domados y rendidos, nada de desbordantes e indomeñables niñatos revolucionarios, tan dados a los baladronadas, puños y pistolas mediante, y a los que tanto molaban los níveos alcores y las mozas que, en escarlata y desinteresadamente, hilvanaban camisas.  Faz al regio astro, claro. O culo al sol…

Su infructuoso intento de atentado, otro jalón más de que lo más noble en Bozalistán, siempre acaba derrotado. La Bozalistán de los superlativos que generó El Isimo. Con sus Cuñadísimos, Hermanísimos y Yernísimos de la Oficialísima Hora. Hasta hoy, 2022. En fin.

LEER MÁS:  1932. La División de Cruceros en La Coruña. Por José Eugenio Fernández Barallobre

 

 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.