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El crecimiento urbanístico, económico y social de La Coruña, era un hecho incontestable en la mitad de los años cincuenta. La bella Marineda, que cantara Doña Emilia Pardo Bazán, crecía, se alzaba airosa y se ensanchaba en todos los sentidos. La fecha del domingo 15 de septiembre de 1957, quedaría marcada en el devenir de la propia ciudad, ya que una trascendental obra de mejora, llevada a cabo en la  capital “cabeza, guarda, llave y antemural  del reino de Galicia”, títulos otorgados por el gran rey Felipe II,  iba a ver la luz. Se inauguraba la nueva y principal vía de acceso a La Coruña. La avenida de Lavedra. 

La avenida de Lavedra constituía la obra magna y culminante del Alcalde Alfonso Molina, tras cumplir una década como primer regidor de la ciudad. Gracias a su empeño y férrea voluntad, La Coruña iba a contar con unos  accesos equiparables a los de las grandes ciudades europeas. Un gran vial de más de 3.600 metros de longitud con una anchura de calzada de 84 metros, en unos tramos, y 40 en otros, con cuidados paseos y jardines a los laterales y que se extendía desde Palavea a la Plaza del Espino-bautizada luego como de Madrid y que en la actualidad ha recuperado su nombre original-, entre ambas estaciones del ferrocarril, ya en pleno corazón de la urbe coruñesa. 

A la una y media de la tarde, el Jefe del Estado, acompañado de su esposa, llegó a Palavea, donde era esperado por el ministro secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz; capitán General de Galicia, teniente general Carlós Rubio López Guijarro; Gobernador civil, Cristóbal Graciá Martínez; Gobernador Militar, general Pérez Salas; alcalde de La Coruña, Alfonso Molina y su corporación municipal al completo, así como otras  primeras autoridades y representaciones. Desde un podio, el Caudillo escuchó el Himno Nacional interpretado por la banda municipal de música y de seguido fue cumplimentado por  el alcalde Molina, quien le explicó las características de la magna obra que se iba  a inaugurar.

 

Inauguración de la Avenida de Lavedra. La comitiva del Caudillo llega a la plaza del Espino, también llamada plaza de Madrid. 

En Palavea se habían colocado profusión de planos y gráficos explicativos, que Franco observó con detalle. Entre un flamear de banderas y pañuelos de centenares de coruñeses, un ujier del ayuntamiento hizo entrega de unas tijeras al ingeniero jefe de Obras Públicas, quien a su vez las puso en manos de Carmen Polo, que entre grandes aplausos, cortó la simbólica cinta que cerraba el paso a la avenida.  

En coche, el Caudillo y su esposa, acompañados del Alcalde Molina, recorrieron los más de tres kilómetros y medio que medía la nueva avenida. Molina fue detallando las expropiaciones efectuadas, que en ningún caso fueron forzosas, pues se había llegado a un acuerdo con todos los propietarios. El alcalde dio  cumplida cuenta de que a los vecinos desalojados, se le habían facilitado otras casas en distintos lugares de la ciudad. Molina también dio notable información de sus proyectos. Deseaba que en los laterales de la avenida se construyesen grandes manzanas de casas y chalés, indicando que desde Ponte da Pedra a la Plaza de Espino, las construcciones tendrían sillería hasta la altura de un segundo piso. En una de esas zonas, Alfonso Molina, tenía la intención de realizar un gran parque público. También entre sus proyectos estaba el enlazar la nueva avenida con el cercano Puente del Pasaje.  

Una gran zona de jardinería con numerosas palmeras, daba una admirable belleza al entorno de los amplios y modernos accesos. La gran avenida ya era una realidad. El proyecto de obra había estado a cargo del arquitecto Jacobo Rodríguez Losada y del ingeniero Pablo Iglesias Atocha. Destacaba el gran firme asfáltico y que la gran avenida, en toda su extensión, solamente tenía dos curvas. Igualmente estaba dotada de una gran iluminación nocturna.  

La comitiva se detuvo en la Plaza del Espino donde miles de coruñeses vitorearon a Franco, acogiendo su paso con entusiásticas aclamaciones y gritos de ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! 

Alfonso Molina también relató a Franco el ímprobo esfuerzo de los obreros que habían tomado parte en la gran obra, pues se habían prestado a trabajar sin interrupción con turnos de noche, durante los últimos quince días. El alcalde de la ciudad explicó al Jefe del Estado el proyecto de la plaza del Generalísimo, que vendría sustituir a la plaza de Madrid. El Jefe del Estado, felicitó efusivamente al alcalde Molina y a su corporación, por el denodado esfuerzo para llevar a buen fin la obra realizada y por la magnífica orientación urbanística que había dado a la capital, cuyos progresos contemplaba cada año que veraneaba en nuestra ciudad. 

Igualmente finalizaban también las obras de adecuación y mejora del acceso a La Coruña, desde el Puente del Pasaje a Casablanca. En una longitud de 2300 metros, la Nacional VI, entre los kilómetros 601 y 604, pasaba a convertirse en una amplia avenida. Sus complicadas y peligrosas dieciséis curvas, quedaban reducidas a cuatro y su ancho de calzada pasaba de diez  a dieciséis metros con una mejora absoluta en el firme, en su  estética y seguridad vial.

 

Nocturno en la Avenida de Lavedra. 

Entre vítores de los miles de ciudadanos, que llenaban el recorrido, el Caudillo y su esposa, escoltados por la unidad motorizada de su Casa Militar, se dirigieron desde la plaza del Espino al Real club Náutico, desde donde embarcarían en una falúa que les llevaría hacia el yate Azor,  que se hallaba  fondeado en la bahía del puerto coruñés.  

Allí almorzó y a las siete de la tarde, desde la terraza del Real club Náutico, contempló la copa del Generalísimo de traineras, en la que participaron siete embarcaciones: Pasajes de San Juan, Sestao, La Coruña, Soto del Barco, Tiran, Meira y El Ferrol del Caudillo.  La tarde, magnifica de sol, hizo que los muelles, la Dársena y los alrededores del Real club Náutico, fuesen completamente tomados por miles de coruñeses, que disfrutarían con la  emocionante prueba deportiva. 

Tras dura pugna, se alzó con el triunfo la embarcación de Pasajes de San Juan, que derrotó a  Kaiku de Sestao, ocupando la tercera plaza la trainera coruñesa de Educación y Descanso. 

Una vez finalizada la prueba y con la noche envolviendo a La Coruña, el Jefe del Estado y su esposa regresaron al Pazo de Meirás, no sin antes recibir por la avenida de la Marina, Cantones y Linares Rivas el entusiasmo y los vítores de miles de coruñeses y forasteros. 

Un año después, coincidiendo con la repentina muerte en Río de Janeiro del alcalde Alfonso Molina, cuando participaba en el VII congreso Interamericano de municipios, la corporación municipal, llevada por el unánime deseo de todos los coruñeses, bautizó con el nombre de Alfonso Molina a la gran avenida. Hoy a pesar de sus grandes atascos, con la tercera ronda en funcionamiento, sigue siendo  la vía fundamental de acceso y salida de nuestra ciudad. Aquella, que allá por los años cincuenta planeara y ejecutara el alcalde más popular de la historia de La Coruña: Alfonso Molina Brandao.

 

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Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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