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Me complace reproducir la histórica despedida de Miguel Maura del Rey Don Alfonso XIII en 1930, cuando siendo monárquico  como era, por tradición familiar, era hijo de D. Antonio Maura y hermano del duque de Maura, consideró que la Monarquía estaba agotada y el Rey, muerto políticamente. La copio literalmente, y escrita por él, de su libro «Así cayó Alfonso XIII» (la mejor obra quizás sobre la llegada de la II República) y dice así: 

         » Bajaba el Rey diariamente al tiro de pichón, y habían convenido con mi hermano que nos recibiría, a las dos y media de la tarde, unos momentos en sus habitaciones particulares, mientras se cambiaba de ropa para ir a la Casa de Campo. Así se hizo. Un día de mediados de febrero pasamos a su habitación tocador, donde terminaba de vestirse. Estaba, claro es, Don Alfonso advertido por mi hermano del motivo de mi visita, que era oficialmente, el de despedirme de él antes de dar el paso al campo republicano.  

Sin la menor ceremonia, nos recibió afectuoso.  

Y, después de saludar a mi hermano, se dirigió a mí diciéndome:  

—¿Qué te trae por aquí?  

—Vengo, Señor —le dije—, a despedirme de Vuestra Majestad.  

Hizo como si no comprendiera, y preguntó:  

—¿A dónde te marchas?  

—Al campo republicano, Señor —le contesté, un tanto molesto ante su actitud de no darse por enterado de algo que ya sabía.  

—¡Estás loco! —exclamó—. A ver, explícame eso.  

Con el menor número de palabras posible, le dije que consideraba, tras la solución de la crisis a la caída de la Dictadura, perdida a la Monarquía; que mi deber era seguir el camino que había anunciado durante mis actuaciones públicas como inevitable, si acontecía lo que acababa de suceder; que no era prudente dejar solas a las izquierdas en el campo republicano, y que mi propósito era defender, dentro de él y desde ahora, los principios conservadores legítimos.  

Me oyó atentamente y, al terminar, me dijo textualmente: —Todo eso estaría muy bien si fuese cierta la primera premisa. Pero no lo es. Mientras yo viva, la Monarquía no corre ningún peligro —y, volviéndose hacia mi hermano y sonriendo, añadió—: Aprés moi, le déluge…!  

Traté de demostrarle que no era ésa la realidad captada en mis viajes por España, y en el contacto que llevaba establecido desde hacía más de dos años con las gentes de todas las clases sociales en mis conferencias.  

—El ambiente que en todas partes he encontrado —le dije— es hostil, y, en el mejor caso, indiferente a la Monarquía. Mucho me temo, Señor, que antes de dos años se haya acabado la Monarquía en España.  

El rey se echó a reír y, tendiéndome la mano, me dijo:  

—Nada de eso. Bueno, no tardarás en convencerte de que estás equivocado y volverás arrepentido.  

Y con estas palabras dio por terminada la audiencia.  

Me retiré solo, porque mi hermano le acompañaba a la Casa de Campo.  

Trece meses más tarde se cumplió mi vaticinio, y Don Alfonso, siempre beau joueur, desde su destierro de Fontainebleau escribió una carta a mi hermano Honorio en la que le encargaba dijera al ministro de la Gobernación de la República que había acertado y que le enviaba un abrazo» 

Y me complace anunciar que yo, un humilde periodista y escritor, también quiero despedirme del actual Rey de España, en realidad mi Rey, pero no porque me vaya «al campo republicano», del que me alejé en cuanto vi llegar a los republicanos del tal Pablo Iglesias, sino porque creo que esta Monarquía, la Monarquía de todos,  o al menos de Don Juan y Luis María Anson, se suicidó al romper sus Juramentos de «guardar y hacer guardar» los Principios Fundamentales del Movimiento y la Monarquía INSTAURADA de Franco y se está suicidando aceptando la ruptura de la Unidad de España que promueven los actuales gobernantes desde el Gobierno. Lo siento, Señor, pero con la sinceridad que ha sido siempre mi bandera le tengo que decir y le digo que si yo acepté, y como yo seguramente millones de españoles, esta Monarquía, siendo republicano de cabeza y corazón como lo era y lo sigo siendo, sólo fue por considerar que la Monarquía iba a ser el nudo gordiano de la Unidad de España y la defensora de los Principios, no ya del Movimiento, sino de los cristianos y católicos que la hicieron grande para la Historia. Pero, si ya no es la Monarquía  que su padre, Don Juan Carlos I, juró por dos veces ante Dios y ante los hombres, aunque para perjurar después, y además se ha desprestigiado por su conducta tan poco ejemplar, y usted está aceptando un chantaje indigno sin pronunciarse, quizás por salvar la Corona (y su sillón)… yo no puedo seguir en su campo  (y que no se me diga que a su Padre hay que perdonarle el haber traído primero y luego salvar la Democracia, aquella jornada del 23-F, porque tampoco eso fue cosa suya, sino de los hombres que hicieron posible el milagro: Don Torcuato Fernández Miranda y Don Sabino Fernández Campo) 

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Lo malo, Señor, es que me voy del campo monárquico (sin haber sido nunca monárquico, ni siquiera «juancarlista») sin saber dónde voy, porque también tengo claro que con esta «gentuza» una República sería la Rusia de Stalin o la Venezuela del Maduro,.. ¿y entonces? se me preguntará… De momento, a la Historia… y en la Historia estoy estudiando si sería posible instaurar en España una Monarquía electiva de confianza, al modo de los visigodos de hace mil años… ¿y qué diablos es eso?, se me preguntará… Pues, una Monarquía  en la que el Rey fuese elegido por el pueblo de entre una terna de hombres importantes (no de Partido) por períodos de 15 años máximos, pero con «voto de confianza» cada 5, de carácter vinculante… y que no pudiera decir «aprez moi, le deluge!» 

Lo siento, y repito, yo sólo puedo estar con los que defiendan la Unidad de España y las libertades que me permitan vivir con dignidad con los míos y los de fuera. .. A pesar de ello le deseo a usted y a su familia lo mejor. ¡Viva España!, como dijo mi padre a la hora de su muerte, y ¡Viva España!, como digo yo, cuando ya le veo las orejas al lobo. 

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REDACCIÓN