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Llegado el 7 de noviembre no hay más remedio que abrir las páginas de la “Memoria Histórica” y repasar lo que fue el Holocausto de Madrid. Miles de asesinados y arrojados a fosas comunes, ancianos, hombres, abuelos, hijos y nietos… pero, en este caso, hoy, antes de llegar a las cifras escandalosas de Paracuellos creo conveniente repasar las otras cifras de los asesinados en Madrid y sus alrededores, que fueron estas:

Datos más fiables:

Vaciamadrid =800 asesinados

Arabaca = 2.300 asesinados

Cementereio del Este: 1.420 asesinados

Tapias Casacampo = 618 asesinados

Torrejón = 1.305 asesinados

Paredes de la Almudena = 620 asesinados

Pozuelo = 1.350 asesinados

Fuencarral = 1.890 asesinados

       “Checas” = 6.420

Y cerrando la cuenta los 7.200 de Paracuellos

En total fueron: 23.923 y eso solo en Madrid

 

¿Y quiénes fueron los responsables de aquella masacre criminal (un verdadero crimen de guerra)?

 

Responsables máximos:

Francisco Largo Caballero, Presidente del Gobierno

Ángel  Galarza, Ministro de la Gobernación

Manuel Muñoz, Director General de Seguridad

General Miaja Menat, Presidente de la Junta de Defensa de Madrid

Teniente Coronel Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor

Santiago Carrillo (21 años), Consejero de Orden Público y Director de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU)

Segundo Serrano Poncela, Segundo de Santiago Carrillo

José Cazorla, su Segundo de Abordo

 

Al trasladarse el Gobierno de Madrid a Valencia quedaron como máximos responsables  Santiago Carrillo y José Cazorla.

Naturalmente, de esto y de todo lo que fue aquel trágico mes de noviembre de 1936 está casi todo escrito, por el lado vencedor y por el lado vencido. Sin embargo, siempre queda alguna visión nueva o algún dato que se perdió entre las cifras de unos y de otros. Yo mismo he escrito cientos de páginas sobre lo que fueron aquellos trágicos meses de la Guerra Civil en el “Madrid rojo” pero cercado por los nacionales. Gracias a Dios tuve la fortuna de trabajar un tiempo como alumno de Federico Carlos Sainz de Robles, el hombre que en mi criterio más y mejor ha sabido y conocido la Historia entera del Madrid de todos los tiempos. Pero en esta ocasión, me voy a limitar a reproducir algunas páginas de un compañero de profesión que aunque contrario total de ideas políticas, Jorge Martínez Reverte, escribió, en su libro “Paracuellos, 7 de noviembre de 1936”:

“Son decenas de hombres los que bajan de tres autobuses urbanos de línea, de los de dos pisos que han dejado su función de llevar a los madrileños a sus trabajos para transportar otra carga: presos de la cárcel de San Antón con destino a Paracuellos del Jarama, un pequeño pueblo situado a poco más de treinta kilómetros de la capital, muy cerca de la carretera de Barcelona. Al pie de un altozano donde se yergue la población, los presos son alineados y un numeroso grupo de milicianos, que han venido en camiones, comienza a disparar sobre ellos hasta que no queda ninguno con vida.

Son las ocho de la mañana del 7 de noviembre de 1936. Por la tarde del mismo día, el ritual se repite; al día siguiente por la mañana, los tiros suenan de nuevo. Cambian algunas cosas, cambia la procedencia del cargamento. Las víctimas vienen ahora de la cárcel Modelo.

La orden de la matanza vino de los agentes soviéticos. La ejecución, de convencidos y entusiastas comunistas y anarquistas

Las víctimas exceden los 2.000 hombres asesinados fríamente; fue la mayor vergüenza de la República y provocó un enorme escándalo internacional (es la cifra que da el periodista comunista pero las ya casi confirmadas por todas las fuentes pasan de los 7.000)

Los cadáveres quedan abandonados, tirados por la llanura. Los vecinos del pueblo tienen que abrir fosas para enterrarlos, porque nadie se ha molestado en darles sepultura. A petición del alcalde, Eusebio Aresté, cuyo hijo Ricardo ha sido testigo de la primera tanda de fusilamientos, docenas de campesinos, acostumbrados a levantar la tierra a golpe de azada, abren zanjas para meter en ellas los cadáveres que empiezan a emitir un hedor insoportable. Suman muchos cientos, quizá lleguen al millar.

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Clases medias, profesionales y católicos

LAS VÍCTIMAS pertenecían en su mayor parte a la clase media conservadora y católica. En su mayoría eran militares, aunque también figuraban abogados, jueces, periodistas, escritores, catedráticos, médicos y religiosos. En la lista hubo un ministro de Trabajo de la República, Federico Salmón, el abogado Jesús Cánovas del Castillo y hasta un futbolista, Monchín Triana, que había jugado en varios equipos de Madrid, el escritor Muñoz Seca y un largo y triste etc.”

 

Y así mismo me complace reproducir algunas páginas del libro “Los presos de Madrid en 1936” de A.Jijon Granada:

“No cabe duda de que el título de este libro recién publicado ya es sugerente por todo el misterio, cariño o vileza encerrados en el mismo. No se trata del análisis de la situación de los presos de los Comités de Investigación (“checas”) de los comités de barriada sino del destino de los presos de las cárceles públicas del Gobierno Largo Caballero entre finales de agosto y principios de diciembre de 1936. Durante más de 80 años se había especulado y habíamos leído como desconocidos delincuentes o antiguas oscuras organizaciones habían perpetrado aquellos hechos de manera descontrolada.

Los presos de las cárceles de Ventas, Porlier, San Antón y la Modelo fueron víctimas de la política estalinista del Gobierno Largo Caballero que a través de numerosos asesores y agitadores soviéticos empujaron a líderes políticos españoles a desarrollar una “limpieza” de presos derechistas no combatientes. Los responsables políticos más destacados en aquella violencia de la retaguardia habían quedado lejos de los focos hasta hoy. Hombres del ala más radical del PSOE liderada por Largo Caballero como presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, los socialistas Ángel Galarza (ministro de la Gobernación) o Álvarez del Vayo (ministro de Estado), el anarquista Juan García Oliver (ministro de Justicia) y el comunista Vicente Uribe (ministro de Agricultura) configuraron una trama para ejecutar a los presos de derechas de las cárceles a través de personas de confianza. Cada ministro tenía hombres de confianza, hasta hoy desconocidos, que fueron su mano derecha para organizar el excavado de fosas, pelotones de fusilamiento, el transporte y hasta el entierro de los presos.

La historia de aquellas ejecuciones extrajudiciales en los alrededores de Madrid no se circunscribían solamente a Paracuellos y comenzaron mucho antes de marcharse el gobierno de Madrid a Valencia. La propaganda repetía incansablemente que se habían producido aquellos hechos después de la salida del Gobierno y que oscuros agentes incontrolados eran sus responsables. A la luz de la documentación de archivo y la producción historiográfica esta afirmación ya no se sostiene.

 

Desde el asalto a la cárcel Modelo en agosto hubo pequeñas sacas para eliminarlos lejos de las prisiones poco a poco. Venganza de antiguos presos, miembros de comités de investigación madrileños que iban a las prisiones a realizar “la justicia del pueblo”, comités de investigación en el interior de las propias prisiones, la primera Junta de Defensa de Madrid (6 de octubre-7 de noviembre de 1936), la segunda Junta de Defensa de Madrid (la famosa constituida el 7 de noviembre), los efectos de los bombardeos e incluso la venganza de algunos defensores se dieron cuenta que perdían la guerra.

Después llegaron las espectaculares “sacas” en autobuses o camiones por las prisas al saber que Madrid estaba a punto de caer, aunque este acontecimiento finalmente no ocurriría hasta el 27 de marzo de 1939. Finalmente las presiones de los diplomáticos extranjeros en Madrid y nuevas instrucciones llegadas de Moscú en diciembre de 1936 frenaron las operaciones de aquellas ejecuciones extrajudiciales. Los soviéticos pensaban que si desde Gran Bretaña o Francia se veía a la república española como un Estado soviético habría una acción armada contra España. Por tanto las instrucciones cambiaron, se acabaron aquellas ejecuciones y los comunistas empezaron a defender una “república burguesa” como paradoja olvidándose de la dictadura del proletariado y la revolución social que se estaba llevando a cabo.

Individuos que no querían ir al frente fueron la mano de obra de este otro frente, el de los cobardes

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Eso permitió que altos funcionarios del Ministerio de Justicia republicanos y diplomáticos extranjeros dispusieran al anarquista Melchor Rodríguez y su equipo al frente de la responsabilidad de los presos en Madrid. Bautizado por unas monjitas de Alcalá como un “ángel rojo” se opuso a las ejecuciones porque afirmaba que se podía morir por las ideas pero nunca matar por ellas. Tras el bombardeo de Alcalá de Henares arriesgó su vida para salvar a 1.500 presos llegando a convencer a la multitud, que ya estaba dentro de la prisión, de que armaría a los presos si era necesario. Melchor frenó sacas de prisiones madrileñas con transportes llenos de presos y el motor en marcha.

La política estalinista de ejecución extrajudicial de presos fue secundada por españoles que desarrollaron esta labor en el asalto a la Modelo, fusilamientos en Fuencarral, en el cementerio de Aravaca, en el Cementerio de Vaciamadrid, en el paraje de los Cuatro Pinos de Paracuellos de Jarama, en el Cementerio del Este, en la fosa de Torrejón, en el cementerio de Pozuelo y parece que hasta en una calle de Madrid a las afueras. Mientras se ejecutaban presos en las paredes de La Almudena se procedía igual en Paracuellos. La mala organización y las prisas provocaron la acumulación de cadáveres sin enterrar en Paracuellos y el cementerio de Aravaca.

Este problema lo resolvieron con el cambio de lugar al menos en dos ocasiones, las sacas de Torrejón y las de Pozuelo. Los primeros viajes en autobús fueron la noche del 4/5 de noviembre hacia el cementerio de Vaciamadrid con el gobierno aun en Madrid.

La trama se organizó en diferentes operaciones. A Santiago Carrillo, Segundo Serrano y Pepe Cazorla los denunciaba en 1937 Melchor Rodríguez por haber gestionado y organizado desde el 7 de noviembre aquellos viajes. Sin embargo dada la categoría de quien los había colocado en aquellas funciones no podían ser juzgados.

La importante presencia de varios servicios secretos soviéticos incrustados en todos los organismos oficiales y en el Ejército republicano aconsejaba aquel trato a los presos. Políticos españoles obedecieron estas consignas llenas de odio para perpetrar en los alrededores de Madrid la ejecución de los presos derechistas. El estalinismo, el odio y una población atrincherada en Madrid que no quería ir al frente de los valientes desarrollaron una trama de corrupción que asombró fuera de nuestras fronteras. Hasta allí llegaron las fotografías de innumerables presos asesinados, en el suelo y sin sepultura.

Con este trabajo de investigación se ofrece una explicación de la manera en que ocurrieron aquellos deleznables hechos sangrientos en la retaguardia. Individuos que no querían ir al frente fueron la mano de obra de este otro frente, el de los cobardes. Dirigieron aquellas operaciones hombres de confianza de políticos que pensaron que al no estar en el lugar de los hechos carecían de responsabilidades. La trama queda al descubierto.”

 

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.