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Esta es la historia de como la hija de un nazi, terminó uniéndose a un grupo insurgente: Ejercito de Liberación Nacional (ELN) en Bolivia y no solo participo de forma activa, sino que fue “la vengadora” del sanguinario revolucionario argentino: Ernesto “Che” Guevara. Y, que paradójicamente, fue luego atrapada por el “carnicero de Lyon”, que en ese entonces se hacía llamar Klaus Altmann, pero que en realidad se llamaba Klaus Barbie y estaba radicado en Bolivia desde 1955.

 “Victoria o muerte. ELN”. Ese fue el mensaje que dejó Monika Ertl “Imilla” (niña en lengua aimara), hija de Hans Ertl – camarógrafo del Reich–, en la oficina del coronel Quintanilla luego de haberlo asesinado con una Colt Cobra 38 Special en 1971. El coronel Roberto “Toto” Quintanilla Pérez, ex jefe de inteligencia de Bolivia y luego cónsul de Bolivia en Hamburgo había sido quien ordenara que se amputaran las manos al icónico revolucionario “Che”.

Pues bien, Monika Ertl nació en Múnich en 1937 y emigró a lo más profundo de Bolivia hacia 1952, a la granja que compró su padre, quien había escapado de Alemania por “las líneas de las ratas” –ratlines– que eran las rutas de escape nazis y colaboracionistas hacia Suramérica, en principio a Argentina y Brasil.

Hans Ertl fue fotógrafo ocasional de Hitler, pero, en realidad fue el “fotógrafo de Rommel”, ese legendario general, conocido como “el zorro del desierto” y considerado como un “héroe nacional”, de hecho, de tan gran honor, que no aprobó a la postre a Hitler; y estuvo implicado en el “atentado del 20 de julio de 1944” que planeaba asesinar al dictador y dar un golpe de Estado. Bajo el nombre de “Operación Valquiria”, Friedrich Olbricht, Henning von Tresckow y el conde Cnel. Claus von Stauffenberg, ejecutaron el intento fallido para derrocar al nazismo.

Ertl, luego de haber trabajado para el general Rommel a quien admiraba e idolatraba, pasó a trabajar para Leni Riefenstahl, la “directora de Hitler”, de quien quedó flechado y, además, se convirtieron en amantes. Ertl decía “Leni fue el gran amor de mi vida”. Junto a Riefenstahl, grabaron “Olympia”, aquella película documental sobre que documentó los Juegos Olímpicos de Verano de 1936, celebrados en el Estadio Olímpico de Berlín. Así mismo, fue Ertl el que se inventó la primera cámara subacuática y una cámara para montar en esquís, que transformaron la industria cinematográfica. Fue además de camarógrafo y cineasta, corresponsal de guerra, escritor y alpinista.

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Hans Ertl se adentró en la amazonia boliviana y en medio de esa jungla compró una finca o estancia, de nombre “La Dolorida” que era vecina a la hacienda de Hugo Banzer Suárez, luego dictador y presidente de Bolivia, cuyo abuelo era alemán. En el gobierno de Banzer, el nazi Klaus Barbie luego haría parte.

Monika era la hija predilecta de Hans Ertl, sin embargo, no le permitió usar “La Dolorida” como campo de entrenamiento guerrillero para sus “camaradas” del ELN. Y cuando asesinaron en 1973 a Monika, las fuerzas de seguridad bolivianas, en la avenida Camacho del centro de la Paz, su padre dijo: “Qué bien que la mataron. Está muerta”. Ertl temía que la torturaran, aunque nunca entregaron el cuerpo a la familia, por lo que luego dijo que sí la habían torturado hasta su fin.

La hija predilecta aprendió de su padre cine y fotografía, y trabajo para el documentalista boliviano Jorge Ruiz, así que fue tal vez la primera documentalista mujer en Latinoamérica. Monika se casó y vivió en las minas de cobre del norte de Chile. Luego Ertl tuvo un hogar para huérfanos en La Paz, para después unirse a la guerrilla boliviana ELN, en 1969.

Fue así como, habiendo cumplido dos años en la organización insurgente, viajó desde la Paz hasta el otro lado del mundo con un único fin: asesinar al coronel, ahora cónsul “Toto” Quintanilla, que había sido designado en Hamburgo por su seguridad. Hízose pasar por una joven australiana que se encontraba solicitando el visado para un grupo de música folclórico, solicitó una cita con Quintanilla, a quien le disparo unos cuantos tiros a quemarropa y luego huyo. Monika Ertl se convirtió en la “enemiga publica” más buscada. Los servicios de inteligencia, entre ellos y el más importante, la CIA estaban ahora tras ella.

Una peluca rubia, unas gafas negras, un bolso, una Colt Cobra 38 Special (comprada por el comunista italiano Giangiacomo Feltrinelli), junto al papel que decía: ‘Victoria o muerte. ELN, fue lo que dejó Monika Ertl, antes de llegar a Francia y luego a Cuba, donde se reunió con el socialista francés Régis Debray, amigo de Fidel Castro y de Ernesto Guevara. Junto con Debray, Ertl planeó secuestrar a Klaus Barbie, para entregarlo en Francia, vía Chile. Pero, barbie se le adelantaría. En efecto, ella lo conocía desde su juventud como Klaus Altmann, que haciéndose pasar por un próspero empresario alemán, había entablado amistad con el padre de Monika y con la familia. De hecho, Monika lo conocía como el “tío Klaus”.

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Klaus Barbie, que había escapado por la línea de las ratas y con ayuda de la americana “Counter Intelligence Corps”, se le buscaba hacia décadas, en principio, por la deportación de miles de judíos y por haber torturado y asesinado al heroico Jean Moulin, recordado como el “jefe del ejército en las sombras”. A pesar de esto, Barbie Altmann colaboraba en secreto con servicios de inteligencia, entre ellos, la CIA; el de Alemania Federal; de Argentina y de Bolivia. Encima, había sido nombrado teniente coronel honorario del Ejército boliviano.

Pues bien, Barbie que conocía muy de cerca a Ertl, fue él quien la identificó y la delató para que luego fuera abatida por las autoridades bolivianas. Su otrora “tío Klaus” la reconoció en pleno de centro de la Paz, a pesar de que ella estaba vestida como hippie, su apariencia física no pasaba por desapercibida, era una mujer muy atractiva e imponente. Y, así fue como, el prófugo nazi Barbie termino por delatar a la hija de su antes amigo Hans Ertl.

En conclusión, una historia tan paradójica, apasionada, con bastantes altibajos, no deja de ser vigente. No es inusual encontrar a esos personajes que dentro de un grupo especifico se dirigen hacía la antípoda. Y, por lo general, con desenlaces fatales. Entonces, es cuando la pasión; con su ardor y sosiego, desencadenan luchas sin fin y sin porvenir. Así como las revoluciones sin causa, que opacan a las que sí la tienen, en un mundo pletórico de mentiras.

Autor

David A Rosenthal