06/10/2024 19:28
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El comunismo no tiene límites, su inventario de crímenes y atrocidades es extenso, veamos: el “crimen en masa” contra las personas, que es la esencia del terror; “crímenes contra las culturas” universal y nacionales; “contra la paz” (reparto de Polonia, agresión a Finlandia, anexión de los países bálticos…); “crímenes de guerra” (liquidación de la oficialidad polaca en 1939, asesinato o muerte de centenares de miles de alemanes capturados entre 1943-45 en el Gulag….); “contra la Humanidad”(Lenin exterminó a los cosacos en 1920, “descosaquización”, de 1930-33, Stalin acabó con los “kulaks como clase” que se resistían a la colectivización, la gran hambruna ucraniana de 1932-33, 6 millones de muertos, utilización del “arma del hambre” racionando los alimentos en función del mérito o demérito, hambruna de 1922, 5 millones de muertos…)

De estas monstruosidades se pasó a la política de represión cotidiana; la “memoria del terror” aseguró la eficacia de la amenaza represiva.

A todo esto hay que añadir la supresión de los derechos individuales, la libertad de tránsito, de expresión, la eliminación de la propiedad privada…..Conclusión, un universal “redil”, “un “paraíso en la Tierra”.

El proyecto comunista tiene vocación mundial, una parte de la Humanidad es declarada indigna de existir. Para matar a los “kulaks, había que declarar “los kulaks no son seres humanos”.

¿Por qué ese débil eco en la opinión pública de los crímenes comunistas y del silencio académico?

Por la voluntad de los verdugos de borrar sus crímenes o justificarlos cuando no se podían ocultar; intimidación de las víctimas o de los encargados de sacarlas a luz; perversión del lenguaje y poder propagandístico; prostitución de algunos intelectuales; ceguera de Occidente por temor al poderío soviético y cinismo amoral de políticos y especuladores.

Paradisíaco cuadro el aquí reseñado, lo tremendo y descorazonador es que Lenin y Stalin siguen vivos, sin necesidad de traspasar las fronteras, los españoles  “gozamos” a Pablo Iglesias y a sus servidores o secuaces gubernamentales, nos “solazamos”  con las actitudes lacayunas del “execrable” con el bolivarismo totalitario venezolano y nos “regocijamos”  con los bandazos infortunados,  calamitosos y trágicos del gobierno, algunos de ellos de tintes totalitarios.

¡Ojalá que no tengan más bien que el que yo les desee!

El oscense, Joaquín Costa, jurista, político, pensador e historiador, máximo representante del regeneracionismo, exclamaba con tristeza y desesperación ¡No tengo hombre!; amargo grito que España lanza en la actualidad al ver que la Patria atormentada no encuentra el hombre que pide y necesita.

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En la situación en que España se encontraba en el año 36, con una República ulcerada, corrompida, enferma, sin futuro vital, ¿no sería razonable,  patriótico y comprensible desear que un español se pusiese al frente de otros millones de ciudadanos que no estaban dispuestos a consentir que la única solución para la Patria fuese la sepultura?, pues, “no querían dejar a sus hijos motivo para que los maldijesen, solos, sin Patria, en medio de la noche”( J. Costa )

La izquierda socio-comunista nunca se ha caracterizado por aceptar o admitir la derrota; lleva décadas dedicándose a una campaña grosera , falaz, sesgada y descarnada, siempre muy alejada de la verdad histórica e inspirada en el revisionismo, en la visceral revancha y en el desquite vengativo, desplegado sus baterías mediáticas en un fuego a discreción sobre un terreno, que ya perdieron en su día, y que a toda consta con trapacerías y trilerismos históricos intentan reconquistar en tiempos de paz. Ninguna ley puede reescribir ni cambiar la Historia, pero sí los socialistas, que se conceden a si mismos patente de corso, mientras la acomplejada derecha, ni sabe ni contesta.

El problema estriba, no tanto en lo que declaran y manifiestan sino en que tienen secuestrada la escuela, la educación del futuro Cuerpo electoral, que quedara huérfano de discernimiento sobre materias tan necesarias como la comprensión o  la información veraz y objetiva de la Historia de España del siglo XX.

Estos desalmados carecen de cualquier escrúpulo, califican de “fascistas” e insultan sin recato alguno a aquellos que aman y sufren por España, tachándolos de reos del delito de apropiación de la Patria. 

Las izquierdas no hacen Nación, se sirven de ella para satisfacer sus gozos, sus pasiones, su ansia de poder y sus propios intereses.

Y qué decir de la llamada clase media, en gran medida, soportan los agravios con su acostumbrada resignación, amodorrados, somnolientos, estabulados y acobardados, aceptando con paciencia ovejuna la tempestad provocada por la política Nacional. Alguien escribió que, lo más corrosivo del orden social es el atroz egoísmo de la burguesía; dar cierto crédito a estas palabras no es renunciar a la verdad.

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La Nación se disgrega, los políticos discursean, hacen promesas que no tienen intención de cumplir, mienten, engañan, son como mujeres que, si les cortaran la lengua, hablarían con las narices; J. Costa los define con precisión: “secos y enjutos los cerebros, especie de racimos prensados, que no destilan una sola gota de espíritu para proveer a la salvación de la Patria”.

La solidaridad activa con los graves problemas de España es empresa que concierne a todos los españoles, tanto a la clase media como espina dorsal de la sociedad, como al obrero fabril, al agricultor, al ganadero o al empresario; todos seremos beneficiados si logramos revertir la perversa y sombría política socio-comunista, confinando a sus responsables en oscuras dependencias.

Necesitamos al Cid, pero el de Santa Gadea, el Cid de la toga, el que se negó, acorde con los fueros castellanos, a aclamar al nuevo rey, Alfonso VI, si no juraba su inocencia en el asesinato de su hermano Don Sancho, perpetrado por Bellido Dolfos en las murallas de Zamora, exigiendo en su  réplica: ¡ Lo manda la ley ¡  

 Ante las urnas abiertas y con el protocolo exigido el próximo Presidente del Gobierno será obligado por todos los estamentos del Reino a jurar solemnemente ¡ Lo manda la Constitución ¡

Y aún así, en lo que a mí respecta, no quedaré convencido.

Permítame el lector esta ironía, aprovecho la cercanía del lugar donde se sirvió el “fraternal ágape” con motivo de la Conferencia de Presidentes, — más parecido a un festín digno de Heliogábalo que a una frugal comida para estrechar lazos de concordia y convivencia política,  –para recoger, si es que sobra algo, las migajas o desperdicios de los que pretendo dar buena cuenta.

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