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En la tarde del 22 de Agosto de 1936, grupos de frentepopulistas armados, amparándose en un incendio provocado en el interior de la cárcel Modelo, penetran en la prisión de Madrid, sita en el barrio de Argüelles, donde ahora se asienta el Cuartel General del Aire, y haciéndose con el control de la cárcel, tras seleccionar a varias destacadas personalidades de la derecha, falangistas y republicanos, los asesinan con toda frialdad y con absoluta impunidad, sin que las autoridades rojas, que tenían conocimiento exacto de los sucesos en la Cárcel Modelo por la presencia personal en dicho lugar del Ministro de la Gobernación, General Sebastián Pozas, y del Director General de Seguridad, Manuel Muñoz Martínez y el director general de prisiones , Pedro Villar Gómez; pudiendo evitarlos, e imponer su autoridad, no lo hizo, sino que permitió tal masacre; sin embargo, en nota que publicó en la Prensa diaria, dedicó elogios a los milicianos asesinos y los felicitó «por su disciplina y valor probado». Sí, esa fue la realidad y no se asombren, esas mismas autoridades rojas y frentepopulistas, cómplices sabedores y consentidores de tales asesinatos a las que hoy se denomina «republicanas», además de querer hacerlas pasar por adalides de la democracia no hicieron lo más minio para impedir esta matanza.
Efectivamente, hoy hace 85 años que tuvo lugar en la Cárcel Modelo de Madrid la primera matanza colectiva que se produjo en la Capital, tras los sucesos del Cuartel de la Montaña.
Aquel 22 de agosto, repentinamente se desató un incendio en la leñera de la cárcel, situada en el sótano de la segunda galería, concretamente la que ocupaban los presos falangistas. En medio de esa situación una ametralladora instalada previamente por las milicias anarquistas en la azotea abrió fuego y la ráfaga cayó sobre los presos derechistas y militares que solían reunirse en el patio, la mayoría pudo ponerse a cubierto, pero once resultaron heridos y seis murieron en el acto. Comenzó, entonces, a correr el rumor por Madrid de que el incendio había sido provocado por falangistas recluidos con el objetivo de escapar de la cárcel, cuando lo más probable fue que los presos comunes hubieran provocado el incendio en la leñera y lo hubieran hecho en complicidad con los hombres de Felipe Emilio Sandoval, atracador y anarquista en acción conocido como por el alias «Doctor Muñiz» y sobresaliente verdugo de Madrid en los primeros meses de la contienda.
En los aledaños de la cárcel, donde se escucharon los disparos procedentes del interior, se empezó a concentrar una masa enfurecida. En ese contexto, muchos guardias de la prisión huyeron. Un buen número de milicianos dirigidos por milicias anarquistas y socialistas, amparadas por la autoridad gubernamental bien enterada, asaltaron en la cárcel aprovechando la entrada de los bomberos que habían acudido allí para apagar el fuego, haciéndose con el control de la cárcel, y tras examinar los ficheros en sus oficinas, seleccionaron a treinta presos cuyos nombres eran más conocidos, a los que asesinaron, aquella misma noche en el patio de la cárcel.
Ante tal situación, el Director General de Seguridad fue a hablar con el Presidente del consejo de Ministros, José Giral, para solicitarle la puesta en libertad de los presos comunes, a lo que Giral accedió inmediatamente. Sin embargo, cuando Muñoz Martínez regresó a la prisión Modelo descubrió que Sandoval y sus hombres ya habían dejado escapar a más de 200 presos.
Los asesinatos continuaron los días siguientes. Entre las víctimas se encontraban Melquiades, expresidente del Congreso, José Martínez Velasco, exministro y fundador del Partido Agrario, Fernando Primo de Rivera, hermano del fundador de Falange, Julio Ruiz de Alda, fundador de Falange y tripulante del vuelo del «Plus Ultra», Manuel Rico Abello, antiguo ministro y Alto Comisario de España en Marruecos, José María Albillana, fundador del primer partido fascistas español, los Generales Villegas y Capaz, Santiago Martín Báguenas, comisario de policía, confidente de Mola; y otros muchos más. Entre los que se encontraban en la cárcel y se libraron de la muerte, figuran Ramón Serrano Suñer, diputado de la CEDA y cuñado de Franco, y Raimundo Fernández Cuesta, jerarca de Falange.
Como consecuencia de esta brutal matanza, a primeras horas de la mañana siguiente, la embajada británica en Madrid envió al gobierno de Londres un informe donde se detallaba lo que había ocurrido. Y cuando la noticia apareció en la prensa y se conoció la noticia fuera de España, se originó un escándalo mayúsculo, puesto que el cuerpo diplomático extranjero exigió al presidente Giral que cesaran estas ejecuciones extrajudiciales, o de lo contrario los embajadores se retirarían de la capital.
El líder socialista Indalecio Prieto visitó la cárcel después de producirse las ejecuciones y ante la escena que vio, le dijo al jefe de los milicianos de la prisión: «La brutalidad de lo que aquí acaba de ocurrir significa, nada menos, que con esto hemos perdido la guerra».
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