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La historia la cuenta un hispanista tan prestigioso como Stanley G Payne en su libro “El Régimen de Franco”, publicado en 1987. Aunque el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón era ya oficialmente “sucesor a título de rey” de Franco, desde 1969, esa circunstancia ni mucho menos despejó las incertidumbres acerca de la jefatura del Estado en España. Dada la cada vez más visible decadencia física del general Franco, a partir de 1971 los Estados Unidos multiplicaron las presiones sobre él para que renunciara a su poder y a su condición de Jefe del Estado, en favor del príncipe Juan Carlos. Washington temía que, de no hacerlo, si Franco moría de repente, España cayese en un vacío de poder que pudiera dar lugar a una revolución izquierdista.

Esas presiones, eso sí, en ningún momento fueron bruscas o descorteses, si no, por el contrario, suaves y diplomáticas, pero sí que fueron insistentes.  Juan Carlos y Sofía habían visitado Washington en enero de 1971 y su juventud y dominio del inglés, así como sus claras insinuaciones de que estaban dispuestos a promover un cambio hacia la democracia liberal, convencieron a Nixon y Kissinger (que en octubre de 1970 habían visitado Madrid en olor de multitudes) de “considerar la importancia de la transición a una monarquía reformista en Madrid, antes de que el irremediable deterioro del Régimen pusiera en peligro la estabilidad del país”, según Payne.

El Washington Post informó en su edición del 28 de julio de 1971 de que la Administración Nixon estaba llevando a cabo una campaña silenciosa para convencer a Franco de que cediera las riendas del Gobierno a Juan Carlos antes de que su declive físico provocase una crisis. El gobierno norteamericano lo negó, pero a lo largo de 1971 fueron varios los políticos y oficiales norteamericanos de alta graduación que viajaron a Madrid y se entrevistaron con Franco para hablar de este tema. Entre ellos el propio vicepresidente de los Estados Unidos, Spiro Agnew y el almirante Moorer, comandante de la Junta de Jefes de Estado Mayor norteamericana. Mientras tanto, el entonces embajador norteamericano en España, Robert P Hill multiplicó sus contactos con el príncipe Juan Carlos en esta época.

De hecho, es muy probable que el motivo real de la famosa visita a Franco del entonces jefe de la CIA, el general Vernon Walters, en febrero de 1971, cuando Franco le dijo que su auténtico legado para el futuro era la clase media española, hubiera sido igualmente la de presionar sobre la cuestión aunque Walters no lo diga abiertamente en sus Memorias, donde presenta la visita como un simple intercambio de pareceres sobre el futuro de España,. Ello ha sido confirmado por las cintas desclasificadas del presidente Nixon en los fragmentos referidos a España, reveladas en 2020 por un medio tan poco “franquista” como el diario EL PAÍS.

Estas cintas desclasificadas muchos años después confirman lo que Stanley G Payne escribió en 1987. En una de ellas el vicepresidente Agnew, a su regreso de Madrid comenta a Nixon que  Juan Carlos tiene prisa por asumir el poder pero que él (Agnew) creía que Franco resistirá en el poder hasta el final. Las presiones norteamericanas, si bien siempre diplomáticas y corteses, continuaron en 1972 y 1973. Además, muchos años más tarde el ya rey Juan Carlos revelaría que Franco le había dicho en su día que al cumplir los 80 años, o sea en 1972, él se retiraría como Jefe del Estado y le cedería el poder, cosa que después no cumplió.

En cualquier caso, parece claro que las presiones desde Estados Unidos en este sentido fueron abundantes, pero Franco las resistió y decidió finalmente que lo mejor para el futuro de España era continuar en el poder hasta el final.

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Rafael María Molina
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