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En más ocasiones de las deseables, tendemos a dar por ciertos, por válidos, episodios de nuestra historia que han perdurado en nuestro imaginario colectivo como verdaderos aun siendo falsos. Ya sabemos que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad. La II República es un claro ejemplo de lo que yo les cuento, debido muy posiblemente a que, a día de hoy y a pesar de lo que sabemos y conocemos, varias de las organizaciones involucradas y responsables directas en el desastre de lo que fue la II República Española, siguen en la vida pública y política de la España del siglo XXI y son los primeros en querer tergiversar, manipular y mentir sobre esa época de nuestra historia. Desean blanquear su pasado en una loca huida hacia adelante, no responsabilizándose de nada e idealizando cinco años malditos que solo trajeron muerte, destrucción y pobreza. Por si esto fuera poco, estas organizaciones políticas, máximos culpables del hundimiento de la República, o bien forman parte del gobierno, o bien su ayuda es fundamental para darles estabilidad. Organizaciones como el PSOE, el PCE, ERC o incluso el propio PNV, son siglas manchadas de sangre que siguen estando muy presentes en la política actual. Ni un ápice de arrepentimiento, ni siquiera de reconocimiento de que algo hicieron mal. La historia de estos partidos políticos va íntimamente ligada al desarrollo de la II República, a su fracaso y a su hundimiento, motivo por el cual la han idealizado como tabla de salvación, como medio para blanquearse a sí mismos.

En este proceso de “idealización” y “blanqueamiento” de la República, era necesario ”inventarse” o hacernos creer hechos y cuestiones que no eran ciertas, pero que son fácilmente vendibles y políticamente muy correctas en la España que no ha tocado vivir.

El 6 de junio del 2014, mi amigo e historiador Pedro Fernández Barbadillo escribía un magnífico artículo en Libertad Digital, donde enumeraba algunas de estas “falacias”, de estas “mentiras” que muchos hoy dan como ciertas. Estamos en la época de las llamadas “noticias falsas”, lo que los anglosajones conocen como “Fake News”, y en eso de dar noticias falsas o hacernos creer hechos o sucesos que nunca pasaron, no hay quien supere a la izquierda en general y, muy particularmente, a la izquierda española. Hasta tal punto llega la manipulación de la izquierda que, cuando uno dice una verdad, la izquierda es capaz de dar la vuelta al asunto y parecer que el que dice lo cierto, el que cuenta la verdad, es el que está mintiendo. Tenemos que reconocer que son los magos en el arte de la tergiversación y el engaño, o los reyes de la incultura, aunque también es muy posible que sea un poco de cada cosa.

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Entre las muchas cuestiones que Pedro Fernández Barbadillo enumeraba en su artículo, está la cuestión referente a la necesidad de votar monarquía o república, exigencia que viene de antiguo por parte de la izquierda más rancia y casposa. La Constitución republicana de 1931 nunca fue sometida a referéndum, nunca fue sometida a votación por el pueblo español, es más, la única Constitución votada en la dilatada historia de España fue la de 1978, donde además aparece el nombre de Juan Carlos de Borbón quien ocupaba la Jefatura del Estado, además de también aparecer la bandera de España “que es históricamente la que ha representado a la nación española”.

Lo que viene a significa que, guste o no, la actual monarquía española, así como nuestra bandera, sí fue sometida a referéndum, cosa que no lo fue ni la Constitución republicana del 31 ni la bandera tricolor que la representaba. La bandera republicana era la del Partido Federal y fue declarada oficial el 27 de abril de 1931 por un decreto del Gobierno Provisional: “Bajo esta misma bandera se sublevaron en julio del 36 los generales Mola, Queipo de Llano y Franco y con ella entró el coronel Yagüe en Badajoz. Solo el 29 de agosto la Junta Nacional de Defensa restauró por decreto la Bandera Bicolor en la zona sublevada”.

Nos sigue recordando Pedro cómo el primer Presidente de la segunda República, el católico y exministro de Alfonso XIII, Niceto Alcalá-Zamora, fue elegido en un almuerzo en el restaurante Lhardy de Madrid, “con el objetivo claro de tranquilizar a los católicos”. Ningún Presidente de la II República Española fue sometido a votación popular o referéndum alguno. La izquierda exige que se vote al actual Jefe del Estado, cuando en su idealizada República jamás se votó a ninguno, en contra de la creencia generalizada que piensa que la jefatura del estado era sometida a la aprobación del pueblo.

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El Frente Popular persiguió a los católicos, los masacró y asesinó siempre que tuvo ocasión, “pero obtuvo enseguida la colaboración de la Banca”. Otra de las grandes mentiras de la izquierda, su oposición a la Banca, nada más lejos de la realidad. La Banca ha estado siempre con el poder y, en esta ocasión, no sería ninguna excepción, es más, me atrevería a decir que incluso está más cómoda y es más comprensiva cuando es la izquierda quien ostenta el poder.

Si hablamos de libertad de expresión, nunca se cerraron tantos periódicos como en la segunda República: hasta un total de 127 periódicos se vieron afectados, de todo tipo de ideología y pelaje. En 1932, después de la “Sanjurjada”, el diario ABC permaneció cerrado quince semanas. En unos de sus editoriales decía “Ni en tiempos de Calomarde, ni en los de Narváez, ni en los de Primo de Rivera, durante todos los gobiernos de seis reinados y de dos repúblicas se aplicó jamás a un periódico una sanción gubernativa tan dura sin justificación legal”.

Siguen siendo muchos los nostálgicos de la II República, más por desconocimiento que por convencimiento. Si en España es implanteable un modelo de gobierno republicano, es precisamente por culpa de los nostálgicos de la II República, sobre todo de aquellos que la secuestraron, se apoderaron de ella y excluyeron toda posibilidad de desarrollo republicano que no fuera la visión marxista que de ella tenían. La izquierda hundió la república y cercenó la posibilidad de un modelo republicano futuro para España. Pretendiéndolo o no, los nostálgicos de la II República, son el mayor enemigo de la III República Española.

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REDACCIÓN