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Hoy me complace reproducir la «Carta al Director» que un día hace ya bastantes años (concretamente el 30 de agosto de 1978) recibí de un Teniente Coronel de la Guardia Civil, llamado Don Antonio Tejero Molina y que yo, como Director de «El Imparcial» que era, consideré lo suficientemente buena y oportuna como para publicarla en la portada del día siguiente (el 31) y con un título explosivo y del tamaño de letra más grande del que disponíamos en nuestros talleres, el que hoy me sirve para presentar estas líneas en «El Correo de España»:
                          Pero, aquella carta tuvo su historia que hoy recuerdo como si hubiese sucedido ayer.  Así fueron las cosas. Aquella noche de agosto cuando llegué al periódico y pasó el Subdirector, Fernando Latorre, a mi despacho a darme cuenta de las noticias del día y cómo llevaba los temas más destacados, me dijo:
                  — Oye, Director, y aquí tienes esta carta que ha traído en mano su autor… Es muy buena, te va a gustar.
                    Y leí la carta, naturalmente.
                 —  Sí, es cojonuda. ¿Quién es este Tejero?.
                 —  Pues, no lo sé. Hace un rato la niña de la centralita me avisó que había un Guardia Civil que preguntaba por el Director y que si podía verlo… Le dije que pasara, y como tú no estabas le recibí yo,  era el Teniente Coronel Antonio Tejero, se presentó y me presentó a su Señora, que le acompañaba. Me entregó la carta y me pidió que, si era posible, se publicara. No hay más.

                — ¿Cómo es?. ¿Habías oído hablar de él?
                 —  Un hombre serio, de pocas palabras. La Señora habló más que él.
                — Bueno, pues ya tenemos la portada de mañana. Es estupenda, y además está bien escrita y es respetuosa.
                    —  Sí, pero habrá que ponerle un título… Yo he pensado que podíamos  titularla como  «Carta al Rey Juan Carlos».
                     —   Sí, puede ser, pero déjame que la lea otra vez… y sin dudarlo lo solté, no Fernando, me gusta más este    — y con el rotulador grueso que siempre tenía a mano, por mi vieja etapa de confeccionador, le dibujé
                                          MAJESTAD,¡ no más sangre !

              —  Pero, Director, eso no está en la carta.
              —    Ya lo sé, pero sí está «Majestad, no más muertos», más o menos es lo mismo y creo que la palabra sangre tiene más fuerza.

 

 

                   Y en portada y grande salió «El Imparcial» con la carta del Teniente Coronel Tejero. .. naturalmente sin saber lo que iba a pasar, o mejor dicho, lo que le iba a pasar a él, pues la carta cayó como una bomba a todos los niveles y poco después sería castigado con un Arresto de un mes… pero lo curioso, com se decía en el Comunicado oficial, no por el contenido en sí sino por el escandaloso titular. Al parecer ver la palabra MAJESTAD tan grande y mencionar la sangre, cuando un día sí y otro también la sangre de Guardias Civiles, Policías y Militares estaba corriendo por las calles (88 muertos aquel año) había provocado incluso el ruído de sables que ya comenzaba a oirse en los cuarteles, por una parte, y por otra, la vergüenza de algunos Mandos por permanecer callados.
               Fue por aquellos días cuando conocí en persona  a Don Antonio Tejero y a su mujer, la buena y santa de Carmen, Maestra Nacional como yo, aunque con más vocación, y la esposa y madre que será cuando Dios la  llame a su lado, seguro, elevada a los altares.
                   Bueno, pero antes de contarles lo que pasó con la carta en el mismísimo Palacio de la Zarzuela aquella mañana al leer la carta, prefiero que la lean ustedes. Así que pasen y lean, porque hasta leída hoy impresiona:

CARTA AL REY

Soy un soldado criado en el culto a la disciplina y el honor, en el culto a la Patria, a su bandera y en el recuerdo de los que murieron en el cumplimiento de su deber. Ya, cuando en el martiologio de los caídos frente al terrorismo va alcanzando cotas impresionantes, quiero escribir este artículo como glosa a esos muertos y como petición de pronto y radical remedio al Capitán General de los soldados de España.
Porque han sido otra vez cuatro más, cuatro hombres de bien, cuatro soldados de la Ley y el Orden los que han mordido el polvo, segadas sus vidas por balas asesinas, en el cumplimiento de su deber, sólo por el delito de pertenecer a esa raza de hombres rectos y disciplinados que hay hoy y habra siempre para descanso de los ciudadanos de nuestra Patria.
Hay quienes dicen que estos hombres no saben por qué mueren, y si que los saben. Su muerte no es una muerte estúpida ni inútil. Mueren porque en ellos viven unos ideales grabados en sus almas más fuertes que la vida misma. Hay quien dice que son asesinados para impedir la salida de un proyecto constitucional. A las pruebas me remito: se ve claramente que esto es imposible y, si fuera así, sería una ironía. Estos hombres, que tanto parece que estorbaban, sabían que contra sus enemigos no podían contar más que con la Divina Providencia, y a Esta se encomendaron a las salidas de sus casas al empezar el día. Sin embargo, en ese proyecto constitucional no tiene cabida Dios.
Ellos creian, defendían y han muerto por una España unida. hqn permanecido por ello largos años en regiones españolas donde ruge el separatismo, poniendo en riesgo sus vidas para que España fuese una sola nación llena de regiones: sin embargo, en ese proyecto constitucional se habla de una nación de nacionalidades.¡Qué palabra mas peligrosa!.
Estos hombres, cuando salían de sus cuarteles o de sus comisarías, siempre dirigían una postrera mirada a la bandera que presidía sus vidas, única representante de nuestras glorias y sacrificios y futura mortaja para nuestros mártíres. Sin embargo, en el proyecto de Constitución hay demasiadas banderas haciendo sombra a la Unica, alguna de ellas creada expresamente por y para el separatismo.
No. En ese proyecto de Constitución no van incluidos algunos de los valores por los que creemos vale la pena arriesgar nuestras vidas. En él no estan nuestros muertos. Los asesinos se equivocaron. .
Entonces, ¿por qúe mueren? Nosotros, sus hermanos, sus compañeros, los que hemos pasado lo que ellos, salvo la muerte, sabemos el porqué. Los matan porqué esos hombres, recios, beneméritos, que diariamente pisan, han pisado y pisaránfuerte y digamente nuestra geografía, son España. Porque su paso firme huele a España y sus enemigos, que siempre son los de la Patria, y sus dirigentes, los anti-España, quisieran convertir la soberbia matrona que es nuestra Patria en una meretriz de última fila. Pero no saben que los cuatro huecos que quedaron vacios ayer, hoy ya estan ocupados por hombres iguales a los muertos.
Y aquí viene la suplica:
¡Majestad, que no mueran solos, que no se lleven al morir el amargor tremendo del desamparo y del desinterés, que no mueran con la convicción de que sus vidas ofrendadas en honor de unos principios que hoy casi no se usan van a constituir un palote más en la larga lista de los que les precedieron!
¡Señor:: humildes y oscuros eran estos héroes, e igualmente serán los venideros, pero son vuestros soldados y necesitan protección. Necesitan algo que les de razón de este sinrazón. Por ello he dejado mi silencio en esta súplica. pues si no fuera así, quizá nunca llegara a V.M. aunque sé que esta excusa no me valdrá de nada!
Necesitamos, señor, una buena y ágil Ley Antiterrorismo, con facilidades para los actuantes y castigo rapido y ejemplar para los asesinos. Campañas en los medios de difusión condenatorias del terrorismo y sus fines, enalteciendo a nuestras Fuerzas , que buena inyección de moral recibirian con ello. Se necesita acabar con los apologistas de esta farza sangrienta, aunque sean parlamentarios y se sienten entre los padres de la Patria´Quizá, de esta forma habría mujeres enlutadas y menos hijos sollozantes. También se podría ir hacia la democracia con paso más firme y seguro, democracia de todos y para todos, en la que no haya mas desplazados que los separatistas y asesinos; en la que los Derechos Humanos vayan acompañados de sus respectivos Deberes y que los derechos de cien asesinos no puedan poner en peligro los de treinta y cinco millones de españoles. No hay mas que un camino: ¡Acabar con ellos! Con ellos no estamos seguros, hay mucho miedo justificado en nuestro pueblo. Hoy puede ser uno cualquiera a quien asesinen, pero no esté excluido de las listas ni aun Su Majestad. Todo depende de la victima que se les señale. Hay que acabar con ellos, pero con directrices marcadas por los poderes de la nación de la que somos hijos y queremos ser tratados como tales.
¡Señor: como soldado que soy, a V.M. va dirigida esta súplica, que ya le habrán presentado seguramente mis generales; pero no es malo tampoco que se conozca la de un soldado de a pie que vive, ha vivido y vivirá siempre en comunión con nuestros muertos y con los ideales por los que fueron inmolados!.
¡Señor: ellos, sé, sabían por qué morían, nosotros quizá también sepamos por qué hemos callado. Pero a mí, mi Dios, mi Patria, mi Bandera y mi honor me han obligado a hablar. No tengo otros compromisos y a ellos me remito!.

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ANTONIO TEJERO MOLINA(Teniente Coronel de la Guardia Civil)

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Pues, ya por la tarde me llamó «Don Sabino» (ya saben Don Sabino Fernández Campo, en ese momento Secretario de la Casa Real) y me contó que muy temprano les había llamado el Presidente Suárez, enfadadísimo con «El Imparcial» y pidiendo la cárcel del Guardia Civil que firmaba la Carta… y así se lo pidió, incluso, a SM.
                       —   ¿Y sabes lo que le contestó el Rey?…. Pues, no te sorprendas, porque el Rey cuando quiere también es cachondo. Según me contó -me dijo mi amigo Sabino- cuando Suárez terminó su perorata le dijo: «Pues ¿sabes una cosa, Adolfo?… que si el Teniente Coronel ese que firma la carta me la enseña a.mí antes yo también la hubiera firmado… já, já, já… y no veas como se ha puesto. Pero, eso de la sangre le había sacado de sus casillas, ¡jó, macho, y a mí, ya está bien de ETA y de la madre que los parió!!… Sí, Sabino, sí… bueno, no lo diré en público».
                      En fín, por hoy basta. Pero otro día les contaré lo que pasó cuando la «Operación Galaxia», en este caso con «El País».

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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