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«La confluencia, escribe Estelrich, del elemento tradicional y del elemento avanzado que sintetiza el federalismo determina la aparición del catalanismo en su aspecto político». Se producen dos corrientes principales en el catalanismo durante el siglo XIX: la tradicionalista o histórica…y la federalista o filosófica, según Rovira y Virgili. Vamos a analizar la segunda por ser la que algunos políticos actuales le dan énfasis..
Caso extraordinario de las ideas federalistas fue el de Pi y Margall. Único en nuestra historia contemporánea. Fenómeno lleno de asombrosos contrastes, según Pabón, entre su carácter y las adhesiones personales logradas, su gestión gobernante y el prestigio de que gozó, el valor de sus ideas y la inmensa y varia influencia ejercida por ellas.
No fueron sus preocupaciones morales, sino sus convicciones inalterables las que provocaron el desastre de su Gobierno e impidieron las lógicas y posteriores revisiones de sus ideas. Su Federalismo dio lugar al tremendo desorden del Cantonalismo.
La ceguera política de este gobernante ante todo lo que otros veían, no le impidió ver, excepcionalmente, el 2 de abril de1898; escribía: » Ira nos da ver, como ciertos periódicos, mintiendo un patriotismo que jamás sintieron, empujan a la Nación y al Gobierno a que no ceda en la cuestión de Cuba y rompa con los Estados Unidos. Para conseguir sus ignorados fines llegan a pintarnos aquella República sin soldados y sin buques de guerra… Imposible parece que con tal descaro se mienta…Es un grave error, sino una infamia empujar la Nación a una guerra con los Estados Unidos». Previó y razonó el resultado.
Con la claridad y sencillez insuperables, elevó a sistema todas las ideas que jugaron en la política revolucionaria española, en su maximalismo simplista. Alumbró una versión ibérica de Proudhon, acentuada la abstracción teórica y deducida la aplicación práctica a favor de todo extremismo. Las ideas elementales y radicales que expone el revolucionario español en el café o que le hacen lanzarse a la calle, se encuentran en Pi y Margall, razonadas coherentemente y servidas por el bagaje cultural de un doctrinario de la época.
Serra y Hunter, estudiando las tendencias filosóficas en Cataluña durante el siglo XIX, opina que la crítica de Balmes y el prestigio de Llorens, cerraron el paso «a las corrientes extremistas de la filosofía»: Pi y Margall, considerado como excepción, le parece adecuadamente encuadrado en «el ambiente ideológico de la capital de España». La segunda afirmación priva de explicación suficiente a la influencia de Pi en Cataluña y al anarquismo catalán expuesto en la radicalísima fórmula:
Ni trono, ni trona:
Ni pátria, ni patró:
Ni matrimoni, ni patrimoni.
El individualismo ibérico y carpetovetónico, encuentra aquí su fórmula. Ni autoridad ni jerarquía: el hombre es un soberano que puede o no pactar. Conocía Pi el alcance de tal doctrina. Sobre base tan radical, el sistema ha de ser muy sencillo. El hombre tiene dos esferas de acción distintas. Una en la que se mueve sin afectar a sus semejantes y otra en la que no puede moverse sin afectarlos. Absolutamente soberano, el hombre pacta con los demás hombres, conservando la autonomía en la primera esfera. Del pacto van naciendo todas las sociedades. «¿Qué es al fin un pueblo? Un conjunto de familias. ¿Qué es la provincia? Un conjunto de pueblos. ¿Qué la nación? Un conjunto de Provincias.
Cada una de ellas es soberana y autónoma y, en su respectivo orden de intereses tiene determinada su órbita y su libertad.. Soberanía y Pacto, autonomía y Federación.
El federalismo pudo producir, y produjo, una segunda y menos caudalosa corriente. La autonomía como virtud y derecho de todas las sociedades y el propósito de reconstruir las antiguas regiones, podían convertir el sistema de Pi y Margall en punto de partida para un determinado catalanismo.
Por diversas razones, ni los federales siguieron siendo una fuerza en Cataluña, ni , por lo general, pasaron al catalanismo en calidad de tales. Pi chocó con los federales catalanes y hubo de hacer frente al intento de proclamar el Estado Catalán.
Con claridad suficiente define, por su parte, Almirall: «Las terminaciones en ismo, ista, etc., indican idea de afición, cariño y preferencia hacia lo que expresa la palabra a que se posponen. Así, pues, de la misma manera que catalanismo quiere decir afición o cariño a todo lo catalán, y regionalismo supone los mismos sentimientos simpáticos hacia lo regional en general, la palabra compuesta particularismo significa afición, cariño y preferencia a todo lo que es particular. El catalanismo es particularista, pero concreta su particularismo a nuestra sola región…»
La fuerza de Almirall residió en una doble y fundamental desviación del federalismo. Abandonando el punto de partida teórico y general, basó el sistema en una realidad objetiva y concreta: Cataluña, lo catalán, el Catalanismo. El particularismo de Almirall fue decisivo para la formación del Catalanismo. Se empleó en sumar todo lo Catalán, excluyendo los motivos que, dentro o fuera de Cataluña, podían dividirlo.
El federalismo de Pi era, principalmente, una idea, un sistema. El particularismo de Almirall, a pesar de su amplitud generalizadora, era una expresión del problema vivo y concreto de Cataluña.
Estos son los prolegómenos del federalismo Catalán, en pocas palabras, que nos sirve para comprender que no hay federalistas ni federalismo histórico en el movimiento nacional independentista en esta Región aún sabiendo que, siendo una de las zonas carlistas más exacerbadas del siglo XIX, éste prodigaba el federalismo como forma de organización del Estado, autentica raíz del problema vasco y catalán.
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