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Hubo un tiempo en que la marina de guerra española era la más fuerte del mundo y la mayoría de sus buques se construían en Vizcaya, un tiempo en el que casi todos los almirantes de la Armada española eran vascos, de Guipúzcoa. Esto, hoy puede parecernos ciencia ficción, pero fue muy real en su tiempo. Ocurrió espe cialmente durante la primera mitad del siglo XVII, cuando la España imperial se hallaba embarcada en una lucha a muerte por la hegemonía global contra Francia, Holanda e Inglaterra, en los 5 continentes, durante la llamada Guerra de los Treinta Años ( 1618-1648).

La contribución de los vascos, sobretodo de Guipúzcoa, al esfuerzo militar español fue inmensa en esa época. Por tierra se recuerda especialmente la heroica defensa de Fuenterrabía contra las tropas francesas, en 1638, pero fue en el ámbito naval donde la aportación vasca y sobretodo guipuzcoana fue enorme.

Uno de aquellos marinos de leyenda fue Tomás de Larráspuru, natural de Azcoitia (el pueblo donde nacería siglos más tarde Javier Arzalluz). Fue un marino extraordinario, Destacó especialmente por su increíble capacidad náutica que le llevó a conocer las aguas del mar Caribe como la palma de su mano. Entre 1622 y 1632 comandó armadas de decenas de buques cargadas de plata, desde México hasta España. En 1626 derrotó en combate naval a una flota holandesa de 13 naves

Siempre consiguió esquivar a grandes flotas holandesas que acechaban como depredadores en el Caribe, para intentar apoderarse de nuestras flotas de la plata. A principios de la década de 1630 comandó flotas que consiguieron esquivar a 82 buques de guerra holandeses, enviadas a capturar nuestras naves de la plata,,en aguas de las Bahamas, consiguiendo llevar a España sanas y salvas las flotas cargadas con enormes tesoros.

Antes, en 1628 había comandado la flota española que tomó el puerto marroquí de la Marmora, junto a Rabat. Larráspuru ordenó a sus buques embestir a las naves marroquíes, con lo que consiguió abrirse paso para bombardear y desembarcar tropas que tomaron esa importante base pirata musulmana, causando miles de bajas a los moros.

Murió en 1632, con menos de 50 años en Azcoitia, donde se había retirado ya, debido a sus enfermedades, contraídas por tantos años de servicio en el Océano. Son famosas las emocionantes palabras que escribió al rey Felipe IV en 1627: «Todos los tesoros del mundo deseo ver a los pies de Su Majestad para mayor grandeza suya y aumento de nuestra Santa Fe Católica»

Palabras que resumen bien los sentimientos de aquellos vascos de entonces, que sentían los ideales católicos, españoles y monárquicos con una intensidad superior a la del resto de españoles, como señala el historiador Fernando Serrano Mangas

Y además de Larráspuru, podríamos referirnos a los almirantes vascos de la misma época, Antonio de Oquendo, Sancho de Urdanivia, Miguel de Echezarreta, Carlos de Ibarra, Marcos de Vidazábal, Antonio de Isasi, Cebrian de Lizarazu, Alonso de Múgica y un largo etcétera.

Y por si todo esto fuera poco hay que recordar que, además de llenar de tripulantes, oficiales y almirantes, los buques de la Armada, los vascos, sobretodo los guipuzcoanos, de esa época, fletaron centenares de buques corsarios que hicieron un millar de presas enemigas en esos años, como ha documentado el profesor Otero Lana, máxima autoridad en el tema de los corsarios españoles.

Y ello, sin olvidar tampoco, que la mayoría de los galeones de la Armada, se construían entonces, en Vizcaya. La aportación naval es otro capítulo imprescindible de la verdadera historia de Vascongadas, que hoy el nacionalismo oculta.
Volveremos sobre este apasionante tema.

Autor

Rafael María Molina
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