22/11/2024 10:58
Getting your Trinity Audio player ready...

Son las mareas de San Agustín, las más vivas del año. La mar está bella dicen los marineros de Cudillero.

Sopla una brisa fresca cierzo del norte, que presta, aunque sea peligroso bañarse por el empuje y poderío de la mar cantábrica.

«San Agustín nuestros males se lleve», canta una copla astur y yo leo al gran obispo de Tagaste, uno de los mayores padres de la Iglesia latina, el gran retórico, el que hizo de la teología y la moral católica vertida en gran prosa cristiana una belleza.

En sus libros demuestra la consistencia y durabilidad de nuestra fe católica ─la SRI no es un Papa ni una época porque los obispos de Roma vienen y van pero la doctrina del Señor permanece indemne─ y el humanismo, conocía bien a los hombres.

En su juventud, adicto a las teoría maniquea de Ahriman y Ormuz, el bien y el mal que se alternan en la vida de los hombres, debió de pasarse en noches de vino y rosas allá por Hipona y se enamoró de una hermosísima mujer nubia de raza negra de la que tuvo un hijo, Adeodato, muerto en la adolescencia.

«¡Oh Suprema Belleza cuán tarde os conocí!», exclama el santo arrepentido.

Allí estuvieron las oraciones de su madre santa Mónica que determinaron su conversión.

El padre de la iglesia, pese a todo, continuó conservando su talante indulgente, nada gazmoño, frente a las debilidades de la condición humana: «Las meretrices son indispensables para el bien común y la tranquilidad de la republica«.

Cuando he aquí que salta doña Irene Montero la ministra igualitaria suplicando a los gobernantes de las taifas que cierren las mancebías.

Hija mía de mi vida, tú quieres ponerle puertas al campo al tratar de acabar con el oficio más viejo del mundo.

Largo nos lo fiáis pero esta muchacha, que debe de ser partidaria del amor libre, hace un llamamiento a la santurronería oficiosa y mendaz del gobierno Sánchez.

Es como encargar a la raposa la guarda del gallinero.

Agustín ya «dijo aborrece el pecado pero sé compasivo con el pecador».

Nuestro Señor Jesús, liberando a la mujer publica de las garras del sanedrín: «Quien esté libre de pecado arroje la primera piedra», se mostró tolerante con la fragilidad de nuestra naturaleza.

LEER MÁS:  Las cabezas de los Reyes

No como estas hienas corrupias del FEM contumaz, tan dogmáticas, tan absolutistas, tan intransigentes, que renunciaron a las más sublime misión de la mujer transmisora de vida, son anticoncepcionistas y nos salieron machorras con horror al macho y oliendo a montuno.

Maria Magdalena, la ex prostituta es una de las mayores bienaventuradas del santoral.

Estas señoras no saben nada, no leyeron nada pese a ostentar títulos universitarios.

No han oído hablar del Arcipreste de Hita con su monserga aquella de «haber mantenencia y folgar con fembra placentera» ni a Quevedo que anuncia a un amigo por carta «en esta corte llegaron irlandesas«.

Dicen que Cervantes murió siendo palanganero de una casa llana vallisoletana.

Tampoco a Galdós, muy putañero él, y frecuentador de los desmontes del Canalillo donde el barrio de Cuatro Caminos perdía su honesto nombre, ha leído esta coima, barragana del Coletas, que predica una falsa continencia que ella no practica, pues vive amancebada con el «vice».

Sólo les mueve el reconcomio y acaso cierto tribadismo u homosexualidad femenina, estigma que contrajeron en colegios de pago.

A la señora ministra le importa un bledo la suerte que puedan correr estas damas de la noche perdidas.

Uno de los títulos que se ha ganado esta democracia española fue precisamente ser el mayor burdel de Europa. Luces rojas en la carretera que a no pocos pecadores deslumbran.

Pobres mujeres engañadas, honorables meretrices, hijas mía de mi vida, tiradas en la cuneta, venidas desde todos los rincones de la tierra. Archívese. Todas al paro. La ministra lo dicta.

Se apagaron las relampagueantes y seductoras luces de neón que entonan cantos de sirena en la noche estrellada para los automovilistas, cuando se viaja de noche en conducción por las carreteras de Castilla.

Todas al paro y a comer el pan amargo del falso buenismo.

Dios las perdone. Pilunguis humilladas y ofendidas ¿adonde irán ahora a hacer la carrera estas pobres poligoneras?

LEER MÁS:  Último discurso de Calvo Sotelo

Tampoco doña Irene Montero se ha dado una vuelta por las Redes.

Son el gran lupanar por ordenes del Gran Nostramo y de Hugh Hefner el inquietante fundador de Playboy y las conejitas que acaba de morir entre mujeres, podrido de dinero y de asco.

Billy Gates recogió la antorcha. Las consultas sobre temas sexuales ganan en Internet por mayoría. No niego sin embargo que Internet no tenga sus buenas cosas.

La ministra hete aquí se mete a mondonguera y quiere acabar decretalmente con el oficio más viejo del mundo.

Será contraproducente porque acabarán todas haciéndose putas por falta de trabajo.

Ellas no cobran veinte mil «pavos» al mes, como su señoría, ni viven en un «casoplón» a las afueras de Madrid custodiada por una compañía de veinte zaguanetes de la Guardia Civil.

Le recomiendo, ministra, que se dé un paseo por Internet y ponga una vela a Santa María Magdalena, la hetaira que enjugó con sus cabellos regados con sus lágrimas arrepentidas los pies del Salvador.

Pero claro usted no cree en ella. Usted es laica y feminista y tiene un aya para llevarle a sus niños a la guardería.

¡Pobres señoras trabajadoras del sexo en manos de quien han caído!

Sería mucho mejor que abandonasen ─hay que tener cuajo─ ese sucio empleo que las sustenta y encontrasen otro más digno.

Sería como pedir peras al olmo claro está. Es una utopía.

Que así está España como la mula de Wamba que no come ni caga ni jode ni bebe pero siempre anda… a trancas y barrancas.

Con la fiesta de san Agustín acaba el mes más hermoso del verano español. Olvidémonos de la pandemia y abramos las Confesiones del bendito obispo de Hipona. Es un consejo de este humilde periodista.

 

Autor

REDACCIÓN