22/11/2024 07:47
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No parar hasta conquistar (Ramiro Ledesma Ramos)
 
En el año 333 a d C moría en Babilonia el gran Alejandro tras haber conquistado para Macedonia el vastísimo imperio persa y un trozo de la India. En su mente infatigable todavía hacía planes de conquistar las península arábiga e italiana.Este portento que asombró al mundo tenía de joven en su mente la Anábasis de Jenofonte que mostraba a las claras la superioridad militar griega sobre la persa y que abría para el futuro un interesante espacio de acción. 
 
Su padre, el genial Filipo, un hombre que tuvo la mala suerte de ser ensombrecido por la magnificente grandeza de su hijo, había conseguido la unidad de grecia apoyado en sus extraordinarias falanges macedónicas.En pocos años consiguió lo que en siglos nunca fue posible, el mando de toda Grecia bajo un solo hombre.
 
Imaginen ustedes que Rusia no hubiese sido un país comunista. Y que Adolf Hitler en vez de atacar la URSS tras conquistar Europa hubiese dirigido sus huestes guerreras a conquistar el mundo árabe. Seguramente hoy en día estos países seguirían bajo la tutela occidental y no habría un peligro de una III guerra mundial.
 
Pero dejemos la ciencia ficción y echemos un vistazo a la Europa actual, artificialmente unida en torno a los intereses de los mercaderes. Una Europa decadente que contempla con temor las bravatas que nos envían los yihadistas desde más allá del Mediterraneo.  
 
Una Europa pacifista y débil que puede empezar a perder territorios para el Islam por Ceuta, Melilla y Canarias. Y que algunos no dudan en regalarlos con tal de mantener la paz.
 
Pues como ya comenté en otro artículo, ojalá surgiese un Filipo que uniese a todos los europeos en objetivos comunes. Entre otros la conquista del espacio y la lucha contra la amenaza islamista.
 
Una vez puesto orden en Europa, esta con un nuevo Heráclito al frente podría enfrentarse sin miedo a la III guerra mundial contra el islamismo.
 
Y puestos ya a imaginar, imaginen que de este Filipo nace un nuevo Heráclito o un nuevo Alejandro que conquistase los países árabes para Europa. Como hicieron los griegos en Persia, llevaríamos nuestra educación y nuestra «pandeia» a estas tierras y sus mujeres dejarían de estar sometidas al yugo al que actualmente se ven sometidas.
 
Pero esto me temo que es mucho imaginar para la actual melindrosa Europa, paraíso de gays y de pederastas, que solo estaría para afrontar una guerra de defensa de nuestras ahora inseguras fronteras.
 
 
Así que volvamos a la realidad y dejemos de soñar el sueño de Alejandro. Esta Europa sin fé y sin pulso vital no está para grandes hazañas y mucho me temo que si se produjese, que creo que se producirá, la hipotética III guerra  mundial,  esta vez los yihadistas llegarán hasta Dublin pues con solo ver a nuestros actuales ministros de defensa e interior, se animarán para dichos logros.
 
Pero por todo lo dicho se hace necesaria la presencia de un nuevo fuhrer que nos arme y prepare para lo que pueda venir. Por lo menos que no nos pillen de sorpresa.
 
Por esto y por otras razones he entregado mi vida a la causa falangista. Pues creo sinceramente en la necesidad de que nos dirijan grandes hombres en España y en Europa para afrontar los grandes retos que se avecinan en un futuro próximo.
 
Y ya me despido de ustedes por hoy. Voy a trasplantar las fresas de sitio. Y según las coloque en filas por los surcos cavados, me imaginaré que estoy en medio de las falanges macedónicas acompañando al nuevo Alejandro en la conquista de los sufridos países árabes para la cruz.
 
Puestos a imaginar, que no se quede la cosa en barras. Pero en serio, el futuro pronto lo tendremos aquí, yo creo que en cuanto pase la pandemia, y convendría ir preparando a nuestros conciudadanos a hacerse a la idea sobre lo que viene.
 
Y le ruego al Señor que nos mande a los hombres que se necesitan para afrontar con éxito tales empresas. Nuevos Filipos y nuevos Alejandros, aunque por decir estas cosas me tachen de fascista, racista y xenófobo.
 
Esta es mi lucha, y también la pelea contra la despoblación de España y especialmente de la exhausta Castilla y León. A ellas dedico mi vida y mis esfuerzos y trabajos. Porque para evitar la invasión islamista es necesaria la repoblación del país, pues es cuestión de números. Y por qué mis lecturas históricas me hacen ver lo que se avecina. Por eso me da igual lo que me llamen, por que sé que tengo razón y que estoy en lo cierto.

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REDACCIÓN
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