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«Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional»

y las miserables Cartas que le escribe a Napoleón y al impuesto Rey José      

El próximo día 10 hace 201 años que el Rey «Felón» Fernando VII, presionado por los liberales perseguidos, ahorcados, decapitados o exiliados forzosos de 1814, fue obligado a jurar la Constitución de 1812, que había derogado y pisoteado a su vuelta del exilio dorado que vivió en Francia, entre 1808 y 1814, tras vender España por 30 millones de reales anuales y algunas «cosillas» más (dos Palacios)

 

Con tal motivo y por las miserables Cartas que le escribe a Napoleón y a su hermano José, el impuesto como Rey de España,   que habían aparecido en Francia ese año, el Partido Liberal Español (PLE) estableció el 10 de marzo como DIA DE LA VERGÜENZA DE LA CASA DE BORBÓN…pues a las felonías (una tras otra) del taimado Fernando se añadieron las no menos miserables Cartas de su padre (el «estúpido, cobarde y cornudo» Carlos IV, al decir del historiador Roberto Blanco) y hasta el Contrato de Compra-Venta de  la España y sus posesiones.

                      

Increíble. Todo increíble, pero cierto. La vergüenza de la Historia (y no sólo de la de España, sino de la del Mundo entero). Dignos de la guillotina que se llevó a su pariente y aliado Luis XVI de Francia… como lo entendió el general Prim cuando arrojó al exilio a la ninfómana Isabel II y juró que los Borbones no volverían a España «jamás, jamás, jamás»  (para desgracia de este pobre país volvieron, aunque de la mano-espada de dos generales equivocados: Don Arsenio Martínez Campos y Don Francisco Franco Bahamonde).

               

Pero, hoy, como «aperitivo» del amplio «Dossier» que he preparado para «El Correo de España» sobre los más nefastos de los Borbones españoles les ofrezco estas joyas históricas (aunque casi secretas)

 

Joya 1. Fragmento de la Carta de Carlos IV a su hijo Fernando VII         

“Hijo mío: los consejos pérfidos de los hombre que os rodean han conducido la España a una situación crítica. Solo el Emperador de la Francia puede salvarla… dexado seducir con demasiada facilidad por el odio que vuestra primera mujer tenia a la Francia y habéis participado irreflexivamente de sus injustos sentimientos contra Napoleón, el más grande de los hombres que viven en este mundo.”

 

  Joya 2.  Fragmento de una de las Cartas de Fernando VII a su padre Carlos IV.

“Venerado padre y señor: he preguntado a V.M si quiere volver a Reinar y V.M. me ha respondido que ni quería reinar y menos volver a España. No obstante me manda V.M. el renuncio a su favor la Corona que me han dado las leyes fundamentales del Reino mediante mi espontanea abdicación… y estoy dispuesto a hacer la renuncia de mi Corona a favor de V.M. bajo las siguientes condiciones:

(A). Que V.M. vuelva a Madrid hasta donde le acompañaré y serviré yo como su hijo más respetuoso… (y así diez condiciones más)”

Joya 3. Fragmento de una carta de Carlos IV a Napoleón  

“Señor, mi hermano: V.M.I. sabrá sin duda comprender los sucesos de Aranjuez y sus resultados, y no verá con indiferencia a un Rey que, forzaba a  renunciar a la Corona, acude a ponerse en los brazos de un grande monarca, amigo suyo, subordinándose totalmente a disposición del único que puede darle su felicidad y la de toda su familia… me entrego y enteramente confío con el corazón y la amistad de V.M.I. con lo cual reniego a Dios que os conserve en su santa y digna guardia. De su Rey, afecto, y hermano Carlos”.

 

Joya 4.  Fragmento de una carta de Fernando VII a Napoleón          

Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S.M.I. el Emperador nuestro soberano. Yo me creo merecedor de esta adopción que verdaderamente haría la felicidad de mi vida, tanto por mi amor y afecto a la sagrada persona de S.M., como por mi sumisión y entera obediencia a sus intenciones y deseos.”

Joya 5. Fragmento de la carta de Carlos IV a Napoleón

            “S.M. el Rey Carlos ha resulto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos sobre el trono de España y de las Indias  a S.M Emperador,”

Joya 6. Fragmentos de los tres Manifiestos de Fernando VII

 

Del de 1814, cargándose la Constitución de 1812

 

“Desde que la Divina Providencia, por medio de la renuncia espontánea y solemne de mi Augusto Padre, me puso en el Trono de mis mayores, del cual ya me tenía jurado sucesor el Reino por medio de sus Procuradores juntos en Cortes (…).

 

Mis primeras manifestaciones se dirigieron a la restitución de varios Magistrados y otras personas que arbitrariamente se había separado de sus destinos, pues la dura situación de las cosas y la perfidia de Bonaparte, de cuyos crueles efectos quise, pasando a Bayona, preservar a mis pueblos, apenas dieron lugar a más.

 

Reunida allí la Real Familia, se cometió en toda ella, y señaladamente en mi persona, un atroz atentado (…), violentando en lo más alto el sagrado derecho de gentes, fui privado de mi libertad, y lo fui, de hecho, del Gobierno, de mis Reinos, y trasladado a un palacio con mis muy amados hermanos y tío, sirviéndonos de decorosa prisión, casi por espacio de seis años, aquélla estancia (…).

 

Con esto quedó todo a la disposición de las Cortes, las cuales en el mismo día de su instalación (…) me despojaron de la soberanía (…) atribuyéndola a la Nación, para apropiársela así ellos mismos, y dar a ésta (…) una Constitución que (…) ellos mismos sancionaron y publicaron en 1812.

 

Este primer atentado contra las prerrogativas del trono (…) fue como la base de los muchos que a éste siguieron (…); se sancionaron, no leyes fundamentales de una Monarquía moderada, sino las de un Gobierno popular (…).

 

De todo esto, luego que entré dichosamente en mi reinado, fui adquiriendo fiel noticia y conocimiento (…). Yo os juro y prometo a vosotros, verdaderos y leales españoles que habéis sufrido, no quedaréis defraudados en vuestros nobles empeños (…).

 

Por tanto, habiendo oído lo que (…) me han informado personas respetables por su celo y conocimientos, y los que acerca de cuanto aquí se contiene me ha expuesto en representaciones que de varias partes del Reino se me han dirigido, (…) declaro que mi Real ánimo es, no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes generales y extraordinarias ni de las ordinarias actualmente abiertas (…), sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, (…) como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquier clase y condición a cumplirlos y guardarlos.

Dado en Valencia a 4 de Mayo 1814. – Yo el Rey.”

 

Del de 1820, jurando de rodillas la Constitución de 1812

«He oído vuestros votos, y cual tierno Padre he condescendido a lo que mis hijos reputan conducente a su felicidad. He jurado esa Constitución por la cual suspirabais y seré siempre su más firma apoyo. Ya he tomado las medidas oportunas para la propia convocatoria de las Cortes. En ellas, reunido con vuestros Representantes, me gozaré de concurrir a la grande obra de la prosperidad nacional.

 

Españoles: vuestra gloria es la única que mi corazón ambiciona. Mi alma no apetece sino veros en torno a mi trono unidos, pacíficos y dichosos. Confiad, pues, en vuestro rey, que os habla con la efusión sincera que le inspiran las circunstancias en os halláis y el sentimiento íntimo de los altos deberes que le impuso la Providencia […]. Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional; y mostrando a la Europa un modelo de sabiduría, orden y perfecta moderación en una crisis que en otras naciones ha sido acompañada de lágrimas y desgracias, hagamos admirar y reverenciar el nombre español, al mismo tiempo que labramos por siglos nuestra felicidad y nuestra gloria.»

 

c)  Del de 1823, cargándose la Constitución de 1812

“Bien públicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática Constitución de Cádiz en el mes de marzo de 1820: la más criminal traición, la más vergonzosa cobardí­a, el desacato más horrendo a mi Real Persona, y la violencia más inevitable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias. Mis vasallos acostumbrados a vivir bajo leyes sabias, moderadas y adaptadas a sus usos y costumbres, y que por tantos siglos habí­an hechos felices a sus antepasados, dieron bien pronto pruebas públicas y universales del desprecio, desafecto y desaprobación del nuevo régimen constitucional (…)

 

Gobernados tiránicamente, en virtud y a nombre de la Constitución, y espiados traidoramente hasta en sus mismos aposentos, ni les era posible reclamar el orden ni la justicia, ni podí­an conformarse con leyes establecidas por la cobardí­a y la traición, sostenidas por la violencia, y productoras del desorden más espantoso, de la anarquí­a más desoladora y de la indigencia universal. El voto general clamó por todas partes contra la tiránica Constitución; clamó por la cesación de un código nulo en su origen, ilegal en su formación, injusto en su contenido; clamó finalmente por el sostenimiento de la Santa Religión de sus mayores, por la restitución de sus leyes fundamentales, y por la conservación de mis legí­timos derechos que heredé de mis antepasados, que con la prevenida solemnidad habí­an jurado mis vasallos.

 

No fue estéril el grito general de la Nación: por todas las Provincias se formaban cuerpos armados que lidiaron contra los soldados de la Constitución(…) y prefiriendo mis vasallos la muerte a la pérdida de tan importantes bienes, hicieron presente a la Europa con su fidelidad y su constancia, que si la España habí­a dado el ser, y abrigado en su seno a algunos desnaturalizados hijos de la rebelión universal, la nación entera era religiosa, monárquica y amante de su legí­timo Soberano.

 

La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi Real Familia, la mí­sera situación de mis vasallos fieles y leales, y las máximas perniciosas que profusamente esparcí­an a toda costa los agentes Españoles por todas partes, determinaron poner fin a un estado de cosas que era el escándalo universal, que caminaba a trastornar todos los Tronos y todas las instituciones antiguas cambiándolas en la irreligión y en la inmoralidad.

 

Encargada la Francia de tan santa empresa, en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de todos los rebeldes del mundo, reunidos por desgracia de la España en el suelo clásico de la fidelidad y de la lealtad. Mi augusto y amado primo el Duque de Angulema al frente de un Ejército, vencedor en todos mis dominios, me ha sacado de la esclavitud en que gemí­a, restituyéndome a mis amados vasallos fieles y constantes.

 

Sentado ya otra vez en el trono de S. Fernando …], deseando proveer de remedio las más urgentes necesidades de mis pueblos, y manifestar a todo el mundo mi verdadera voluntad en el primer momento que he recobrado la libertad; he venido a declarar lo siguiente:

 

Son nulos y de ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional (de cualquiera clase y condición que sean) que ha dominado a mis pueblos desde el dí­a 7 de marzo de 1820 hasta hoy, dí­a 1 de octubre de 1823, declarando, como declaro, que en toda esta época he carecido de libertad, obligado a sancionar las leyes y a expedir órdenes, decretos y reglamentos que en contra mi voluntad se meditaban y expedí­an por el mismo gobierno. …]».

Gaceta de Madrid, 7 de octubre de 1823.

 

LEER MÁS:  Más sobre la "carta maldita" del Rey Juan Carlos I y las "comisiones del petróleo" desde 1973. Por Julio Merino

Joya 7. Fragmento del Diario de Napoleón hablando de Fernando VII

           

«No cesaba Fernando de pedirme una esposa de mi elección: me escribía espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía alguna victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y reconoció a José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero además me pidió, sin serlo; pero además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano don Carlos para mandar los regimientos españoles que iban a Rusia, cosas todas que de ningún modo tenía precisión de hacer. En fin, me instó vivamente para que lo dejase ir a mi Corte de París, y si yo no me presté a un espectáculo que habría llamado la atención de Europa, probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque la gravedad de las circunstancias me llamaba fuera del Imperio y mis frecuentes ausencias de la capital no me proporcionaban ocasión. Su humillación servil le llegó al punto de organizar una fastuosa fiesta con brindis, banquete, concierto, iluminación especial y un solemne Te Deum con ocasión de mi boda con María Luisa de Austria en 1810»

 

Joya 8. Lo que pide la Reina María Luisa a cambio de la Corona de España

 

“Sire, al Rey y a la Reina les complace que este asunto tan espinoso se haya resuelto a favor de S.M.I. pero, creo que a cambio S.M.I debería proporcionarnos los medios necesarios para nuestra subsistencia y un lugar decente para retirarnos con nuestro querido Príncipe de la Paz. Los tres queremos vivir apartados y lejos de cualquier intriga.

 

Señora –le responde Napoleón—Francia nunca abandona a sus amigos. Serán siempre atendidos como Reyes.

 

Los Reyes y Godoy recibirían 6 millones de francos anuales y dos castillos: el de Compiegne y el de Chambord, más la servidumbre necesaria y de por vida.” 

 Bueno, pues mañana más, más y más… de los de ayer y Estudio Comparado con los Borbones de hoy. Porque si ayer eran Carlos IV y su hijo Fernando VII hoy son Juan Carlos I y su hijo Felipe VI. Así sea.   

                                                                                 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.