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“Camarada, déjale, ya sabes que es el primero de la lista para la próxima fiesta”.

Este mártir del extremismo rojo-separatista nació en Lequeitio, residente en Marquina. Contaba 23 años cuando murió asesinado. Cura ecónomo de Maroño (Álava). Lo detuvieron en el pueblo donde ejercía el sacerdocio, el 25 de agosto de 1936 y los milicianos lo llevaron al cuartelillo de la CNT de Bilbao. Habían encontrado una carta suya entre los documentos de un sacerdote de Respaldiza (D. Francisco Ugarte), en cuyo texto expresaba a su compañero de religión que cualquier alianza de los extremistas sería muy dañina para los católicos y que los nacionales luchaban con fe en Dios. La carta estaba fechada el 5 de agosto de ese mismo año.

Esta carta la llevaron al Gobierno Civil de Bilbao, donde hicieron muchas copias, siendo objeto de numerosos comentarios y burlas por parte de los izquierdistas y nacionalistas. Cuando una hermana del cura detenido preguntó las razones de su detención, los nacionalistas le presentaron una copia de aquella carta y le comentaron que su hermano se mostraba satisfecho de haberla redactado. Le ofrecieron la libertad si renegaba del escrito. Esta fue su respuesta: “Mi conciencia no me acusa de nada, si Dios está conmigo, ¿qué temeré? Pase lo que pase, diré siempre la verdad”.

En los textos consultados aparecen varios testigos con sus nombre y apellidos, pero no parece necesario añadirlos aquí.

Le tuvieron cuatro días en el cuartelillo, sin darle de comer; al quinto día, un guardia de seguridad avisó a su hermana para que le llevara algo de comer y una manta. El primero de septiembre fue trasladado a la prisión flotante “Cabo Quilates” y le asesinaron el 2 de octubre. Sus restos, junto con los de otros 23 compañeros más, asesinados el mismo día, los depositaron en una estrecha fosa del cementerio de Santuce.

Según algunos compañeros del P. Víctor en la bodega número 2, apellidados Yarza, Martínez y otros más, fue uno de los más perseguidos a causa de un suceso ocurrido en el barco-prisión. El joven sacerdote solía llevar en el bolsillo de la chaqueta una estampa de la Virgen. Uno de los guardianes tiró del papel que asomaba de la chaqueta y descubrió la estampa. El carcelero se puso furioso y poniendo la estampa frente al sacerdote le pidió que renegara de “aquella mujer”. El P. Víctor se negó rotundamente. Fuera de sí, el carcelero sacó una pistola y amenazó con matarle si no renegaba. Los demás presos temieron que lo matara en aquel mismo momento. Otro miliciano trató de impedirlo, diciendo a su compañero: “Camarada, déjale, no lo mates ahora, ya sabes que es el primero de la lista para la próxima fiesta”.

Efectivamente, el 2 de octubre, fue al P. Víctor al primero que llamaron. Desde el incidente de la estampa, el joven sacerdote fue el blanco de las iras de los milicianos. La ropa que llevaba su hermana para lavarla en casa, cada semana, tenían las huellas del buen trato que le dispensaron.

En otra ocasión hicieron que el P. Víctor presenciase los asesinatos del día 25 de septiembre, teniéndole en cubierta más de dos horas con aquel espectáculo y al llevarlo de nuevo a la bodega le dijeron: “Mañana serás tú”. Llegó desmayado y tras recuperarse relató a sus compañeros, horrorizado, todo lo que había presenciado.  La amenaza se cumpliría al día siguiente.

Mientras el sacerdote permaneció en el barco-prisión pudo mantener correspondencia con su hermana cada vez que llevaba o traía la ropa del sacerdote para lavarla. Siempre mostró interés por lo que sucedía en su parroquia y la pena que sentía por el sufrimiento y dolor que padecería su madre al enterarse de su prisión y muerte, que ya intuía próxima.

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Así lo explicaron por escrito los familiares del P. Víctor, en carta datada en Marquina el 19 de abril de 1938. Y los numerosos textos consultados de otros testigos.

Estas fueron las últimas palabras del ecónomo de Maroño a su madre el 18 de julio de 1936: “No me he hecho sacerdote para vivir bien, sino para salvar almas. Mamá, en Maroño estoy bien, y de Maroño al cielo”.

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REDACCIÓN