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SND Editores acaba de publicar ABECEDARIO CULTURAL: mitos, curiosidades y tergiversaciones de la Historia al descubierto, con prólogo del escritor e historiador Fernando Paz. Se trata del segundo libro de Juan Ignacio Cortés, después de que en 2018 publicara en esa misma editorial la novela PUES NADA, AQUÍ ESTAMOS (Un paseo novelado por la historia de España), seleccionada al Premio Libro Murciano del Año. Hablamos con su autor, que es también colaborador de El Correo de España.

PREGUNTA: ¿Qué es este ABECEDARIO CULTURAL?

RESPUESTA: Tanto el título como el subtítulo resumen perfectamente lo que el lector va a encontrarse: a razón de un capítulo por cada letra del alfabeto, se ofrecen veintisiete pinceladas culturales e históricas. Algunas más conocidas y otras menos, pero siempre con una intención amena y divulgativa, sin caer en tópicos ni en interpretaciones manidas que, a estas alturas, tan poco aportan y tanto restan.

P: ¿Por qué ese formato?

R: Me resultó una forma simple de estructurar el anárquico popurrí de cosas que contiene el libro. No obstante, y a pesar de la variedad de temas escogidos, en todo momento he procurado exponerlos de forma ordenada y sencilla, lo que permite su entera comprensión sin necesidad de conocimientos previos sobre cada episodio y, por tanto, sin que nadie se pierda por el camino. Por ejemplo, antes de descubrir la identidad del último soldado muerto en la Primera Guerra Mundial, nos detendremos brevemente en los antecedentes de ésta, que pasan por las ansias expansionistas coloniales, las alianzas entre las grandes potencias europeas o el atentado de Sarajevo que hizo estallar definitivamente el polvorín en 1914; y antes de analizar el genocidio de polacos perpetrado por los soviéticos en Katyn en 1940, nos situaremos en el contexto histórico que terminó desembocando en la Segunda Guerra Mundial, desde el Lebensraum o espacio vital alemán a la firma del Pacto Ribbentrop-Mólotov.

P: ¿Existe algún truco para captar la atención del lector?

R: Desde luego, quien lo tuviera se haría de oro. Si trasladamos esto al terreno de la enseñanza, está todo inventado desde hace siglos; así que no creo en más secretos que en la puesta en práctica del sentido común. Cambiarán los medios de que se dispongan en cada época, pero el método tiene que ser lo más sencillo posible: quien desea transmitir algo ha de dominar la materia que maneja y ponerse en el lugar de su destinatario para aunar el fondo y la forma del mensaje que quiere lanzar; seguidamente, debe seleccionar y ordenar bien las ideas; y, por último, exponerlas con claridad.

P: Dicho así, parece hasta fácil.

R: ¿Y por qué el empeño de hacerlo difícil? Ese esquema es válido tanto para impartir una clase a niños como para escribir un libro dirigido a adultos. Si se sigue ese proceso, seguro que cuando nos enfrentemos a algo que creíamos saber siempre habrá aspectos que nos sorprenderán; y ante algo que ignoremos, sin duda que se despertará nuestro interés por conocerlo. Al fin y al cabo, tampoco es que esté yo ahora descubriendo la pólvora, pues ya en el siglo I a. C. el poeta latino Horacio sostenía la máxima de «enseñar deleitando».

P: Entremos en el contenido del libro, en esa mezcla de andanzas culturales e históricas.

R: Insisto en el propósito buscado: que su lectura sirva, al mismo tiempo, de aprendizaje y diversión. A tal fin, la ironía es uno de los más eficaces transmisores que puedan existir, incluso para afrontar asuntos que maldita la gracia que tienen, como el robo del oro del Banco de España por las autoridades republicanas durante la Guerra Civil.

P: Al hilo de esa alusión, la izquierda no es que salga muy bien parada a lo largo de las páginas del ABECEDARIO CULTURAL.

R: Eso es una consecuencia que deberá extraer cada lector. Por mi parte, me he limitado a utilizar datos absolutamente objetivos que no admiten la más mínima refutación, por mucho que la izquierda se empeñe en inventarse una historia que no existió, valiéndose para ello de una legislación sectaria que el Partido Popular no sólo no derogó cuando tuvo mayoría absoluta en las Cortes, sino que todavía hoy sigue desarrollándola en las autonomías donde gobierna.

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P: El eterno complejo de la derecha…

R: Si se refiere a un partido que precisamente renuncia al calificativo de derecha para evitar ser tachado de no sé qué, sin duda que esa sumisión sólo puede ser catalogada como complejo. Durante cuarenta años, las distintas formaciones políticas que teóricamente deberían haber representado a la mitad de la población española abdicaron de esa obligación moral que es dar la batalla cultural e ideológica frente a la izquierda, de forma que el discurso de ésta se convirtió en pensamiento único y oficial.

P: ¿Ha habido una rendición o, al menos, una dejación de funciones por parte de la derecha?

R: En esas cuatro décadas, y al margen de alguna excepción aislada, habría que diferenciar lo que es la derecha política y la derecha sociológica: la primera siempre le dio la espalda a la segunda, creyendo estar en posesión de un voto cautivo. Ante el renacer guerracivilista de la izquierda, ¿por qué esa derecha política otorgó callando, en vez de salir a la palestra a rebatir sus mentiras? Por ejemplo, podría haber explicado, como hago en uno de los capítulos del libro, que la Segunda República se proclamó ilegalmente en abril de 1931, después de que las fuerzas republicanas fueran derrotadas en unas elecciones ¡municipales!; o que la izquierda se lanzó en tropel a una sangrienta revolución en octubre de 1934 para impedir que gobernara la CEDA, una coalición de derechas que había sido la más votada en los comicios generales del año anterior; o que el Frente Popular llegó al poder en febrero de 1936 tras regar de violencia la campaña electoral y manipular el recuento de votos; o que agentes policiales y milicianos socialistas asesinaron a uno de los principales políticos de la derecha, lo que precipitó el Alzamiento nacional de esa media España que no se resignó a morir; o que durante la Guerra Civil en las checas controladas por todos los partidos y sindicatos de izquierdas se torturó, se violó y se asesinó a miles de inocentes; o que en la zona dominada por el bando rojo se desató la más terrible persecución religiosa de la modernidad… Nada de eso aparece en los libros de texto que estudian los jóvenes en colegios, institutos y universidades ni tampoco en esas películas que nos obligan a subvencionar con el dinero de nuestros impuestos. En la aborregada sociedad actual, lo que no se sabe no existe y, por definición, lo que no existe no sucedió. Con todo, quizá lo peor sea que esos que en su día se llamaban derecha aún no se han enterado de qué va el cuento: instalados ahora en el centro, parecen vivir muy cómodos en la equidistancia.

P: Exponer todo eso es comprar la mejor papeleta para que hoy te llamen fascista.

R: La izquierda ha llamado siempre fascista a todo aquel que no se pliega a sus postulados. Ése es un aspecto fundamental a la hora de entender cómo funciona la izquierda, e ignorar ese mecanismo es un síntoma de desconocimiento, de cobardía o de ambas circunstancias. Para la izquierda de hoy, fascistas eran los miles de asesinados en Paracuellos del Jarama; y sus asesinos, unos bravos luchadores por la democracia y la libertad. Y que conste que decir esto no es una exageración que me esté sacando de la manga: en el libro narro cómo el Ayuntamiento de Madrid regido por la comunista Manuela Carmena tenía proyectado en 2018 construir un memorial en el cementerio de La Almudena con el que homenajear, entre otros, a 134 chequistas que habían asesinado a 2.625 personas entre 1936 y 1939.

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P: ¿Seguimos sin aprender la lección?

R: Indudablemente. Pero quienes continúan con una venda en los ojos, de perfil o plegados a los dictados de lo políticamente correcto lo tienen fácil para caerse del guindo. Sin ir más lejos, les bastaría con ver las imágenes de lo sucedido el miércoles en Vallecas y escuchar las palabras de los principales líderes de Podemos: lejos de condenar estos los gravísimos actos de terrorismo callejero perpetrados contra Santiago Abascal y los cientos de simpatizantes de VOX allí congregados, acusaron a los agredidos de haber ido allí a provocar. No sólo eso, sino que además justificaron que las hordas que los mismos podemitas habían mandado al lugar actuaron de forma pacífica. Parece el mundo al revés, pero nada más lejos de la realidad: en su fuero interno, las izquierdas saben perfectamente lo que se hacen, que no es sino privarle del derecho a existir a eso que llaman extrema derecha. Como se ve, el discurso que nos cuentan de lo que sucede hoy es idéntico al que el consenso progre nos lleva vendiendo de lo que aconteció hace noventa años: las izquierdas identifican a un enemigo al que motejan de fascista y sobre el que proyectan todo tipo de culpas, a la vez que ocultan sus propios actos de barbarie. ¡Si es que estamos asistiendo a una clase de Historia en directo!

P: ¿Es ABECEDARIO CULTURAL, entonces, un libro para gente de derechas exclusivamente?

R: En absoluto. Es más, animo a su lectura a todos aquellos que puedan identificarse con posiciones izquierdistas: seguramente les sirva para reformular muchas de las ideas que tenían preconcebidas, muchas veces movidos por la buena fe. Así que para nada se trata de un libro circunscrito a un determinado sector de la población, sino que está abierto a quienes disfruten de la cultura y la historia. Por ejemplo, en lo cultural, es un libro con el que aprenderemos a diferenciar entre latinismos y latinajos; con el que nos enteraremos de cómo surgió esa letra ñ de la que tan orgullosos nos sentimos los españoles; o con el que haremos un recorrido por todos los nombres que usa Cervantes para bautizar a don Quijote en su inmortal obra. Y por lo que respecta a su vertiente más histórica, es un libro con el que rememoraremos el Compromiso de Caspe, ese acuerdo por el cual la dinastía castellana de los Trastámara se ciñó la corona de Aragón; con el que descubriremos las peripecias que atravesaron esos primeros conquistadores de América que creyeron haber posado sus pies en las Indias; o con el que recordaremos que la muerte de Carlos II, el último monarca de la casa de Austria, originó una guerra de sucesión, y no de secesión como quiere colarnos de matute el independentismo catalán. Como puede colegirse, afortunadamente en el tratamiento de estos y otros muchos temas no hay ideologías que valgan.

Autor

REDACCIÓN