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El 1 de julio de 1431 tuvo lugar una de las mayores batallas de la Reconquista, casi a los pies de la propia ciudad de Granada. Fue la batalla de Sierra Elvira, también llamada de la Higueruela. En ella las fuerzas de la Corona de Castilla, al mando del rey Juan II, de 25 años entonces y de su primer ministro, el condestable Álvaro de Luna, infligieron una terrible derrota a las tropas del reino musulmán de Granada, causándoles quizá 12.000 muertos. La Reconquista podría haber terminado entonces, pero una concatenación de factores, hicieron que finalmente no fuera así.

El origen de la batalla estuvo en la inestable situación del propio reino de Granada. En 1429 había subido al trono el rey musulmán Muhammad IX, apoyado por el poderoso clan de los Abencerrajes. Muhammad IX y los Abencerrajes representaban dentro del reino nazarí al grupo que defendía la reanudación de la “guerra santa” y una política de no someterse a un régimen de vasallaje respecto a Castilla. Debido a ello, Juan II y Álvaro de Luna decidieron lanzar una campaña militar de importancia en la frontera musulmana, llevando a cabo grandes talas y destrucciones en la zona de la Vega de Granada, para adelantarse al ataque de Muhammad IX y no permitir que éste reanudara las incursiones contra territorio cristiano que tenía previstas.

A partir de marzo de 1431 se reunió un gran ejército cristiano compuesto por tropas reales junto con las fuerzas de los principales clanes de la aristocracia castellana, soldados de las órdenes de Santiago y Calatrava y las tropas de las ciudades, sobre todo de Andalucía. A partir de junio el ejército cristiano se adentró en tierras del reino de Granada y en esos momentos Juan II pactó con el príncipe Yussuf Ibn Al Mawl, principal representante de los opositores a Muhammad IX. Yussuf se convertiría en rey de Granada, una vez destronado Muhammad y se declararía vasallo y aliado de Castilla. Igual que ocurriría más tarde, los cristianos aprovechaban eficazmente la situación de virtual guerra civil en el reino musulmán.

Las tropas cristianas, encabezadas por el rey y por Álvaro de Luna, se fueron acercando a la propia ciudad de Granada. Una parte del ejército se quedó en retaguardia para asegurar las comunicaciones con Córdoba y el resto de la Andalucía cristiana y Castilla, mientras la mayor parte de la expedición real se acercaba a Granada. Los musulmanes no daban hasta ese momento señales de presentar resistencia, pero Muhammad iba reuniendo y reclutando, mientras tanto, un gran ejército con contingentes de todo su reino para defender su capital.

El campamento cristiano se situó cerca de Atarfe, a apenas 10 kilómetros de Granada. Finalmente, tras varias escaramuzas y reconocimientos del terreno, el 1 de julio se produjo la gran batalla en torno al actual municipio de Peligros, muy próximo también a Granada, cuando el grueso del ejército musulmán atacó al cristiano. Las fuerzas de caballería musulmanas pusieron en serios apuros al principio a las tropas cristianas y, según las Crónicas, el propio Álvaro de Luna se puso al frente de las tropas dando fuertes gritos de “Santiago” para animar a los soldados cristianos, que parecían asustados. Pero las tropas al mando de los condes de Niebla, Ledesma y Castañeda restablecieron la situación derrotando finalmente a la caballería musulmana.

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Entonces los soldados moros de a pie y de caballería empezaron a verse impotentes e intentaron replegarse en orden, pero se lo impidió el ataque en tromba de la infantería y caballería cristiana, que hizo huir a los moros en desbandada, los cuales sufrieron entonces un enorme desastre. La” Crónica de Juan II y la “Crónica de Álvaro de Luna” citan numerosos casos de heroísmo en el campo cristiano, como el del abanderado Juan Álvarez Delgadillo (cuyo apellido da hoy nombre a un pueblo de la provincia de Granada). Las crónicas hablan de 30.000 muertos musulmanes pero los historiadores actuales hablan de unos 12.000. lo que sigue siendo uno de las mayores derrotas moras de la Reconquista. Se la llamó también desde entonces Batalla de la Higueruela, porque se dijo que la lucha había sido tan violenta qué en la zona de la batalla, donde había un bosque, solo quedó una pequeña higuera.

En ese momento, parece que pocas horas después de la batalla, ocurrió un hecho verdaderamente notable que recogen todas las crónicas cristianas y musulmanas; se produjo un gran terremoto en torno a la ciudad de Granada que causó grandes destrozos (Granada sigue siendo la zona más sísmica de España). Se vinieron abajo numerosas casas de la ciudad y sobre todo se vino abajo el fastuoso Palacio de los Alixares, de los reyes de Granada y qué según algunos cronistas, era más bello aún que la Alhambra. La misma Alhambra sufrió daños, así como las murallas de la ciudad, pero no se derrumbaron.

Algunos caballeros cristianos pidieron a Juan II que aprovechase el efecto moral de la gran derrota y del terremoto y asaltara la ciudad de Granada con escalas, pero Juan II, temeroso ante la posibilidad de nuevos terremotos y viendo que la muralla aún resistía, ordenó deshacer el campamento, así como el retorno del ejército a Castilla. Eso sí, antes hizo proclamar rey de Granada a su aliado y vasallo Yussuf, como Yussuf IV. Yussuf se comprometió a liberar a todos los cautivos cristianos y a pagar fuertes tributos al rey castellano. Sin embargo, la Crónica de Juan II menciona un motivo que posiblemente influyó más que el terremoto: La mayoría de los nobles no querían que una posible conquista total de Granada entonces, fuera capitalizada por el primer ministro Álvaro de Luna, que quedaría como el gran héroe y fueron partidarios de no llevar a cabo un largo y costoso asedio, visto que las murallas aún resistían y las provisiones eran escasas.

Fue un grave error.  De hecho, Yussuf fue derrocado unos meses más tarde por Muhammad IX, que volvió al trono y reanudó la guerra. La toma por los cristianos de Huéscar, en 1434 y una nueva victoria cristiana en Guadix (a pesar de un desastre cristiano en Huelma), forzaron a Muhammad a negociar una tregua, ventajosa para Castilla, en 1439. Pero la guerra civil nobiliaria total que se desató en Castilla entre la aristocracia y Álvaro de Luna en la década de 1440, hizo posible que Muhammad recuperara numerosas villas y fortalezas, perdidas en décadas anteriores (estas guerras fronterizas de la Reconquista en Granada están muy bien descritas en la obra en 3 volúmenes sobre el reino de Granada del historiador del siglo XIX Lafuente Alcántara)

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 Desperdiciada la gran oportunidad de conquistar Granada en 1431, aún sería necesaria una guerra muy dura para completar la Reconquista, entre 1481 y 1492, ya en tiempos de los Reyes Católicos. Reyes Católicos, que, por cierto, están enterrados en Granada, en la Capilla Real. Los Reyes Católicos, de hecho, habían querido hacer de Granada la capital de España y ese mismo deseo también lo tuvo su nieto, el emperador Carlos V, que, también enamorado de la ciudad, se había hecho construir un gran palacio de estilo renacentista, que aún permanece, junto a la Alhambra y vivió durante varios años en Granada, en la década de 1520, pero nuevos terremotos, que asustaron a la emperatriz Isabel de Portugal, hicieron abandonar el proyecto de convertir Granada en capital permanente de España.

La batalla de Sierra Elvira o de la Higueruela es famosa también por motivos relacionados con el arte. En el siglo XVI, Felipe II hizo que la batalla de Sierra Elvira fuese una de las batallas que se pintase en la fastuosa Sala de las Batallas, del Palacio Monasterio de El Escorial, donde el rey hizo representar algunas de las batallas más gloriosas de la historia de España hasta llegar a su propia época, por grandes pintores. El cuadro que representa la batalla de la Higueruela es un enorme fresco, el más grande del mundo, de 55 metros de longitud, obra de pintor italiano Niccolo Granello. En esta espectacular pintura, para la que el artista se documentó minuciosamente en base a las Crónicas, se muestra, con mucho color, toda la batalla, en sus diferentes fases, con especial atención a los detalles y a los estandartes y pendones de las tropas cristianas y de los clanes nobiliarios que participaron en ella.

Autor

Rafael María Molina