23/11/2024 14:08
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Tradición Viva entrevista a Pablo Sanz, Profesor de Derecho Mercantil en la Facultad de Derecho (ICADE), y autor de libro “Dinero, crisis y poder global” editado por SND Editores en el que explica con total claridad y sencillez el actual tablero geopolítico y financiero mundial, y el proceso de reconfiguración en que estamos inmersos.

Tradición Viva- En su libro describe con precisión el declive de los Estados Unidos, la crisis de la Unión Europea, y la metamorfosis monetaria y financiera que estamos presenciando, ¿se puede decir que estamos ante el fin del sistema capitalista global, o tan solo ante una readaptación del capitalismo global a la nueva situación geoestratégica?

Pablo Sanz – En mi libro sostengo la tesis de que estamos presenciando una reconfiguración del sistema capitalista por la confluencia de diversos factores, entre los que se encuentra, de forma decisiva, el colapso del modelo monetario y financiero desarrollado desde Bretton Woods (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional) en paralelo al notorio declive de EE.UU. como potencia hegemónica frente a la pujanza y determinación de China.

La pandemia ha venido a confirmar y acelerar una tendencia desglobalizadora que ya se avizoraba tenuemente desde hacía varios años. El propio Foro Económico Mundial (Foro de Davos) ya anunció en plena pandemia, a mediados del año pasado, que el sistema iba a entrar en una nueva época denominada “Great Reset”, es decir, un Gran Reinicio. También se está hablando de una Segunda Guerra Fría. Lo cierto es que la formulación de las principales políticas públicas y mercantiles que ya estamos experimentando en amplias partes del mundo occidental -con singular intensidad en el ámbito europeo e hispanoamericano- traen causa de una programación ideológica que se retrotrae a tiempos del Club de Roma. Lo que sucede es que en los últimos años -y especialmente durante la pandemia- esta carga ideológica ha adquirido plena eficacia normativa a propósito de la asunción de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y las medidas de “Lucha contra el Cambio Climático” y los Pactos Verdes, que paulatinamente implementaran en los próximos años mecanismos de control e ingeniería sociológica cada vez más sutiles.

 

Esta reconfiguración sistémica va en la línea de un pretendido “Capitalismo inclusivo”, es decir, una gobernanza mundial basada en la fusión y confusión de los intereses políticos (estatales) y privados (megacorporativos). A nivel financiero se observa nítidamente esta sinergia en la política monetaria y crediticia hiperexpansiva que han llevado a cabo los bancos centrales -especialmente la Reserva Federal y el Banco Central Europeo-, para crear todo el dinero nuevo que necesitaban los poderes públicos y corporativos para que sus respectivos balances fagocitaran todos los activos tóxicos de los mercados bursátiles. Se han rescatado a sí mismos socializando sus pérdidas y trasladando el coste social de estas políticas financieras a las periferias del sistema y a las generaciones siguientes. De momento han conseguido poner varios parches desde el estallido de la crisis financiera internacional de 2008, pero todo apunta que es una huida hacia delante mientras no se afronte una profunda reforma de los postulados que presiden el sistema.

Esta reconfiguración en ciernes apunta a fortalecer la primacía de las megacorporaciones transnacionales y de los burócratas

 

De momento, esta reconfiguración en ciernes apunta a fortalecer la primacía de las megacorporaciones transnacionales y de los burócratas y tecnócratas de los organismos supranacionales. Estos grupos colaboran estrechamente para hacer frente a los continuos y crecientes desequilibrios sociopolíticos y económicos que se están produciendo y que amenazan su statu quo. En definitiva, la reconfiguración del sistema tiene en el horizonte un plan de armonización de los intereses y programas de un entramado de poder globalista, opaco y muy sofisticado que se ha hecho de facto con el control de los grandes medios de comunicación de masas y que tienen a su servicio las herramientas de intervención social y policial de los Estados.

Tradición Viva- La crisis actual encuentra múltiples explicaciones, entre ellas la ruptura de las grandes cadenas de valor en el comercio internacional debido a la deslocalización industrial, el exceso de endeudamiento de los Estados y de las economías familiares y empresariales, y la cada vez más presente desigualdad socioeconómica ¿podemos decir que la divergencia entre la retribución del capital y los rendimientos de trabajo es una de las más nefastas consecuencias del capitalismo global?

Pablo Sanz – El capitalismo por definición prima al capital sobre el factor trabajo. Pero, además, desde una perspectiva histórica, el capitalismo tecnocrático y cognitivo actual poco tiene ya que ver con el capitalismo de tiempos de la revolución industrial. En aquel entonces, el capitalismo necesitaba mucha mano de obra para incrementar la producción, mientras que el consumo abundante y continuado estaba reservado principalmente a los estratos sociales más pudientes y privilegiados. Actualmente, con el auge de la automatización y digitalización de la economía, las grandes estructuras de poder ya se han dado cuenta que no necesitan ese crecimiento demográfico para seguir incrementando la producción. El teletrabajo durante la pandemia también ha puesto de manifiesto la inutilidad y baja productividad de muchos puestos de trabajo no estrictamente esenciales y que las rutinas y horarios presenciales antes de la pandemia conseguían disimular en muchos casos.

El problema de fondo es que la desocupación laboral de tanta población activa pone en peligro la capacidad adquisitiva de los consumidores, es decir, una demanda estable de bienes y servicios producidos. La desigualdad y las tensiones están servidas dentro de un modelo donde tanta cantidad de trabajo humano es cada vez menos necesario. No así el consumo, pues si éste decae pone en riesgo que se complete el ciclo capitalista desde la inversión seguida de la producción. De ahí que en muchas partes del mundo la población desempleada, subempleada o situada en la economía informal no pueda ser absorbida por un mercado de trabajo cada vez más automatizado y robotizado. Por estas razones, desde algunas instancias políticas se está planteando una subsidiación masiva por medio de prestaciones públicas de diversa índole, como la renta básica universal o los ingresos mínimos vitales, esto es, prestaciones no salariales que ya no guardan conexión con la producción y que permiten al capitalismo establecer mecanismos para garantizarse una “paz social” distribuyendo renta para impedir que se pare el consumo, para que así la producción y la inversión no colapsen.

Como expongo a lo largo de mi libro, en el fondo de los problemas se encuentra la misma causa, la de un modelo económico inhumano que antepone los intereses de la reproducción del capital y del criterio de utilidad a los de la protección de la dignidad humana que se expresa de forma fundamental en el modo en que nos relacionamos y cooperamos.

Tradición Viva- ¿Es un mito o una realidad la crisis de la clase media?

Pablo Sanz – En varias partes de mi libro hago alusión y comento algunas claves actuales sobre la situación en que se encuentra la clase media en aquellos países donde su desarrollo económico se debe en buena medida a su existencia y consolidación social. A mi juicio, la clase media occidental está atravesando una aguda crisis que amenaza su permanencia porque ya hay constatación empírica de que una considerable parte de las nuevas generaciones cuyos padres pertenecían a la clase media ya no van a poder encuadrarse en un futuro cercano en dicho sector socioeconómico. Se está dando una singularidad histórica en la que un sector de la población que hasta hace poco podía considerarse de clase media ha perdido o no va a poder conservar el disfrute de las condiciones de vida con las que nació y que en cambio sí llegaron a alcanzar sus padres y abuelos.

El Estado social, o el Estado de Bienestar fue engendrado por las élites occidentales para servir de freno ante el avance del comunismo.

 

La clase media es un fenómeno históricamente reciente, que podríamos fijar, en términos generales, en la posguerra mundial. En plena guerra fría, los Estados occidentales desarrollaron un conjunto de políticas sociales para frenar la expansión del comunismo. Potenciando sistemas de seguridad y previsión social, se consiguió neutralizar en gran parte de Occidente la “lucha de clases” y por tanto la influencia de la ideología comunista. El Estado social, o el Estado de Bienestar, en cuyo seno fue posible la consolidación de una amplia clase media, fue engendrado por las élites occidentales para servir de freno ante el avance del comunismo. En aquel entonces la economía social de mercado se probó mucho más eficiente que la economía socialista, que terminó colapsando a nivel material. Cuestión diferente es el denominado “marxismo cultural”, que, injertado en la sociedad capitalista, permea intensamente la conciencia social y ya está de facto instalado en los centros directivos del propio sistema. La referencias universitarias, educativas y culturales del propio sistema dominante son tributarias de “Mayo del 68” y de la Escuela de Frankfurt.

Tradición Viva- ¿Del porvenir de la clase media dependerá la estabilidad social y legitimación política de los Estados Occidentales?

Pablo Sanz – La existencia de una clase media sólida y amplia otorga a los poderes políticos y económicos una legitimidad de facto. La clase media neutraliza la tensión social porque mientras el sistema funciona y garantiza protección y seguridad social, la inercia del crecimiento económico ofrece expectativas e ilusión de mejora y progreso constante a nivel colectivo e individual en términos de aumento del poder adquisitivo, empleo estable, acceso a crédito y vivienda en propiedad, educación, ocio y consumo abundantes, etc. Si la clase media es robusta, en la práctica el sistema político se legitima automáticamente. Se pudo observar esta realidad en la Europa occidental de la posguerra, también en España durante el tardofranquismo y hasta la crisis de 2008, e incluso en la China postmaoísta, desde las reformas de Deng Xiaoping hasta la actualidad.

El capitalismo y el socialismo comparten la misma base antropológica, que es consecuencia de la secularización y revolución de las categorías cristianas.

 

Tradición Viva- ¿Podemos decir que nuestra situación presente es responsabilidad de la alianza entre el capitalismo de origen liberal, y el progresismo de origen socialista o comunista?

Pablo Sanz – El capitalismo-liberalismo y el colectivismo-socialismo son ideologías modernas que guardan una paradójica pero cierta relación de reciprocidad e interdependencia. Comparten la misma base antropológica, que es consecuencia de la secularización y revolución de las categorías cristianas. De hecho, el socialismo y en general los colectivismos son epifenómenos del liberalismo, cuya antropología es netamente individualista, mecanicista y determinista. Una vez disuelta la sociedad por la remoción de los vínculos humanos, familiares y comunitarios que causan las políticas liberales, lo que hace el intervencionismo socialista es suplantar los vínculos mediante el Estado, en vez de reestablecerlos. La expoliación fiscal y confiscación sistemática del socialismo es consecuencia de la previa concentración masiva de la propiedad y del capital en manos de unas oligocracias o sinarquías. Los oligopolios y monopolios privados desembocan posteriormente en los monopolios estatales y a su vez esta situación oscila pendularmente hacia otra ola de privatizaciones y liberalizaciones.

No es de extrañar que las mutaciones actuales del sistema global, ya en clave posmoderna, vayan en la línea de la convergencia y coordinación de los medios y fines capitalistas y colectivistas. La respuesta a la pandemia lo que ha hecho es catalizar unos procesos que ya estaban incubados dentro de las grandes estructuras de poder. En este sentido, los hechos que estamos presenciando en nuestros países parecen confirmar la existencia de un binomio Estado-Mercado, en el que se fusionan y confunden los ámbitos públicos y privados dando lugar a una nueva gobernanza global, por una lado turbocapitalista pero al mismo tiempo con una praxis que canaliza la ideología progresista y colectivista. Es evidente que esta alianza entre megacorporaciones transnacionales y organismos supranacionales que tutelan a los Estados responde a una necesidad urgente de preservación del control social por parte de dichas estructuras de poder, pues la disolución de los vínculos sociales y humanos y de las identidades nacionales y religiosas les permite una atomización, estandarización y homogeneización de los individuos que facilita la consecución de sus objetivos programáticos.

Tradición Viva- Resulta evidente que es necesario cambiar de paradigma, pero ¿es reformable el capitalismo o hemos de transitar a nuevas formas de entender la economía?

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Pablo Sanz – La etimología de la voz economía ofrece las pistas para una respuesta a esta pregunta (del griego “oikonomía”, dirección o administración de una casa, formado de oîkos ‘casa’ y nomós ‘reglas, leyes’, ‘administración’). La economía debe tener como centro la casa, la familia, el hogar, la vida doméstica. La solución debe pasar por una readaptación de la economía y el trabajo a la medida de lo humano, y de la primera sociedad humana, la familia y su ámbito inmediato (vecindario, municipio, región). La economía turbocapitalista actual con su reacción megacorporativa y estatolátrica (binomio Estado-Mercado) ha deslocalizado los centros de decisión de los lugares donde se aplican y materializan las decisiones. Los verdaderos centros decisorios están situados más allá de las instituciones formales pretendidamente democráticas, encontrándose en lejanas estructuras tecnocráticas y burocráticas muy ajenas a las necesidades reales de la población y sin considerar su participación activa en los procesos deliberativos.

La solución a este problema evidentemente excede de los fines propuestos en mi libro, pero simplemente puedo afirmar que es imprescindible alumbrar un nuevo paradigma que devuelva a la economía a su dimensión natural, que es el ámbito convivencial donde la naturaleza humana puede desenvolverse en su sociabilidad intrínseca, sin recurrir a pulsiones y reacciones que exceden de nuestras capacidades de ordenación y control. Actualmente el sistema económico es una absoluta hybris, un descontrol, una vorágine de procesos y mecanismos artificiosos y totalizantes que generan unos costes humanos, sociales, psíquicos y ecológicos muy altos, lo que redunda negativamente para nuestra felicidad y armonía social.

Tradición Viva- Tras la pandemia del COVID-19, ¿existe el peligro de que el modelo chino de capitalismo en lo económico y totalitarismo en lo político sea el modelo triunfante para el futuro inmediato?

Pablo Sanz – En mi libro toco tangencialmente esta cuestión. No pienso que las instancias políticas de Occidente estén en estos momentos pretendiendo emular el modelo de China tras su efectiva respuesta a la pandemia y por su extraordinario desempeño económico. Más bien al revés, es precisamente China la que desde el maoísmo -si bien con sus características chinas tradicionales originarias del confucionismo y del taoísmo- ha importado modos de organización y gestión administrativa y económica que proceden de Europa occidental. Las élites del Partido Comunista Chino se han formado desde hace mucho tiempo en los centros universitarios de Europa occidental y sus referencias políticas y filosóficas más directas son también de impronta europea, desde la llegada y penetración de los imperios coloniales en las costas chinas. Asimismo, las élites estudiantiles chinas pasan largas estancias en Europa y desde el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, en 2001, es posiblemente el país más beneficiado por la globalización y de los mercados abiertos.

Por todo lo anterior, el sistema que está funcionando en China, con una extraordinaria eficacia ciertamente, no es original ni novedoso, sino que es una simbiosis ideológica de cuño occidental, cuya arquitectura institucional y organizativa supranacional fue implantada y desarrollada desde la posguerra mundial por EE.UU. y sus aliados. El comunismo al igual que el capitalismo hunden sus raíces en Gran Bretaña, Francia y Alemania, principalmente. La única diferencia es que mientras en Europa y EE.UU. al menos había hasta tiempos recientes un poso o sustrato de civilización cristiana, y, por tanto, un acervo cultural grecorromano, en China han carecido de ello. Cuando en breve se complete la efectiva secularización social de Occidente, entonces tendremos al sistema operando a pleno rendimiento a escala totalmente global, no por mímesis del modelo chino, sino por su nueva esencia poscristiana y posiblemente anticristiana.

El poder global hoy se encuentra en el dominio del ciberespacio

 

Tradición Viva- Resulta evidente el poder que han acumulado los gigantes tecnológicos (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft y Twitter) ¿existe el peligro que dicha acumulación de poder comprometa tanto la economía mundial, como la vida social y política de la humanidad?

Pablo Sanz – Totalmente, ya estamos en ese escenario. Dedico una parte considerable de mi análisis en el libro a los desafíos sociales que presenta la economía digital en estas condiciones. Una economía digital dominada globalmente (salvo en China) por los gigantes tecnológicos de Silicon Valley (EE.UU.), las Big Techs de Internet (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft, Twitter y otras más). El poder global hoy se encuentra en el dominio del ciberespacio. En la monetización de la información mediante la ciencia de datos y en la extracción del máximo valor a través del análisis sociológico y predictivo y la aplicación de técnicas psicológicas para modificar el comportamiento humano y crear tendencias, adicción y sesgos cognitivos y conductuales a escala masiva.

Las Big Techs son monopolios que no sólo controlan los grandes mercados digitales (servicios de mensajería online, redes sociales, marketplaces, motores de búsqueda) sino toda la infraestructura ciberespacial (servicios de hosting y computación en la nube, sistemas operativos, navegadores y distribución de apps).Estos grupos megacorporativos tienen la capacidad de procesar más y mejor información que cualquier servicio de inteligencia de una gran potencia mundial, controlan también la mayor parte del mercado publicitario online y lideran infinidad de campos de investigación tecnocientífica (inteligencia artificial, robótica, industria conectada, criptografía, blockchain etc.). Está de nuestra parte exigir a las autoridades que supervisen mucho mejor el ciberespacio, instrumenten más medidas de control y legislen a favor de desconcentrar la propiedad y control de los mercados digitales para que haya competencia real con un mayor número de proveedores de servicios, así como garantizar la cuestionada soberanía de los usuarios sobre los contenidos y sobre sus datos, auténtica materia prima de las Big Techs.

Autor

REDACCIÓN