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Acaba de aparecer el libro Ensayos Antimaterialistas (Letras Inquietas, 2021). Usted, denuncia en él el declive intelectual que el pensamiento de Gustavo Bueno ha ido sufriendo con los años. Muchos lectores y estudiosos se han “desenganchado” del materialismo filosófico a causa del radicalismo verbal y la esterilidad intelectual mostrada por los discípulos, ya marxistas ya liberales, de Bueno. ¿Viene de atrás este problema?

Es evidente que allí en Oviedo, desde 1980, digamos, se vivió un declive filosófico. La primera generación de colaboradores de don Gustavo Bueno constituía una nómina de profesores brillantes, y yo tuve el privilegio de haberles conocido en activo, tanto en mi etapa como alumno como en la etapa de investigador y profesor: Manuel Fernández Lorenzo, Tomás Ramón Fernández, Julián Velarde, Vidal Peña… Ahora, por desgracia, estos depositarios del verdadero saber que constituyó el “buenismo” filosófico están jubilados o a están punto de retirarse. Por lo demás, de un modo u otro, por un motivo u otro, los más íntimos colaboradores de esta primera generación acabaron chocando con la figura un tanto ensoberbecida del “maestro”. El desarrollo de la Teoría del Cierre categorial, así como la elaboración de una ontología materialista (como la esbozada en los “Ensayos Materialistas” de 1972) requería una labor en equipo, un trato de hermandad y espíritu de armonía colaborativa, y no una pequeña tiranía, no un culto a la personalidad dentro de una burbuja ovetense, limitada a un círculo familiar y a unos cuantos aduladores. Mis aportaciones a la llamada “Escuela de Oviedo” se corresponden con una segunda etapa. Allá por los comienzos de los años 80, ya se estaba consolidando la separación entre las facultades de Psicología y Filosofía. A partir de mi formación inicial como psicólogo, que posteriormente a mi tesis, completaría en Madrid en el ámbito de la neurociencia, me tropecé de bruces con la Epistemología y, por tanto, con la Filosofía Pura. Yo me preguntaba entonces: ¿qué clase de ciencia es la Psicología? ¿Es Filosofía, en realidad? ¿Es una tecnología? ¿Es una rama de la Biología? En contraste con las disquisiciones epistemológicas vulgares dadas en el plantel de los profesores de Psicología de Oviedo (¡donde había incluso conductistas radicales skinnerianos!) yo hallé en la Teoría del Cierre Categoría un arsenal magnífico para poder dar respuestas a estas cuestiones. El desafío que el paradigma computacional y la emergencia de la Inteligencia Artificial, exigían un tratamiento filosófico doble de la cuestión: a) qué es la Psicología como ciencia, y qué es “ciencia; y b) qué es la mente o “conocimiento”. Y me puse manos a la obra. Me doctoré en 1994 con una tesis sobre la gnoseología de la Psicología Cognitiva. El campo ya era, de por sí, amplísimo, pero ya entonces me interesaba la ontología (metafísica) y la filosofía política también.

En Oviedo, ya principiando los 90, y siendo profesor asociado de Filosofía, intentamos crear en la Facultad una asignatura, “Filosofía de la Psicología”, que abordara cuestiones como éstas que he mencionado, ya tratadas en parte en mi tesis doctoral, pero recuerdo perfectamente la estúpida oposición de otros profesores “buenistas” que solían emular al propio “Maestro” venerado: “Eso ¿para qué? –decían- mucho mejor una Filosofía de las Matemáticas, de la Física, de la Cosmología…” Eran simples émulos psitacistas, no colaboradores ni cofundadores del materialismo filosófico, creían que era más serio dedicarse a las ciencias “duras”, que por otra parte desconocían por completo. Se limitaban a repetir como loros lo que habían oído decir al Gran Timonel.

Se le concedió demasiado protagonismo a la teoría de las ciencias, se cayó en una especie de cientifismo en la Escuela de Oviedo…

Llevar a cabo un análisis gnoseológico de una ciencia sin confrontarse con las Ideas entreveradas en el campo de esa ciencia –Ontología- es recaer en un formalismo o en un remedo de positivismo que contradice los propios principios filosóficos adoptados por el “gustavobuenismo”. Es convertir la Filosofía en “metodología” o en “análisis lógico de las ciencias”. Lamentablemente, ya las generaciones ulteriores de “buenistas” cayeron más y más en este error. Desconocen completamente la Filosofía clásica, la Escolástica, el Idealismo Alemán, etc., y no pueden progresar desde el punto en que Bueno lo dejó, que sí estaba bien informado de estas tradiciones. Por esta razón, al ser ignorantes de la tradición metafísica, se declaran sin más anti-metafísicos y no llegan a ser ni siquiera buenos metodólogos de la ciencia. A fin de cuentas, un seguidor del neopositivismo o un materialista al estilo de Bunge, suele tener mejor preparación científica que ellos, pues han estudiado aquello de lo que hablan. Pero todo materialista y cientifista niega la metafísica para recaer en ella… Yo, por el contrario, defiendo la Metafísica. Hay que cultivarla.

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El materialismo filosófico de Bueno fue pariente cercano del marxismo. Hoy, pretenden convertirlo en la Vulgata de Vox. Explíquenos esto un poco, pues parece raro y extravagante:

La deriva política actual del “buenismo” o “materialismo asturiano” parece salida de un manicomio y no de centros académicos serios. Por lo menos, los que pertenecemos a esa generación nacida en la década de los 60, y además nacidos en la mítica Asturias obrera y minera, teníamos al marxismo como un compañero de viaje de aquel fascinante materialismo que pudimos hallar en la universidad. La palabra “materialismo” durante los años de la Transición y del Felipismo era deliberadamente ambigua, capciosa. Era un guiño al PCE y al mundo sindical comprometido con la resistencia al capitalismo anglosajón y franco-alemán que se nos iba imponiendo. ¿Cómo no íbamos a ser, con gusto, “materialistas” y cómo no íbamos a poner en el mismo plano a Marx y a Bueno? Veíamos, ingenuamente, una complementariedad y enriquecimiento mutuo entre ambos autores, dignos de ser estudiados a la par. Pero pronto aparecieron los resabios estalinistas del maestro, resabios que, desde luego, no eran ya del gusto de EL PAÍS y del grupo PRISA. El aparato mediático “progre” dejó a Bueno y a sus discípulos en la estacada, aislados, con el pie cambiado, y éste filósofo, junto con sus discípulos cada vez más ultras, ya de la segunda y tercera generación, se amargaron en un mar de bilis, resentimiento y frustración. Los “camaradas” marxistas-leninistas de otrora, se transformaron en “cómplices” de las feministas, de los gays y de las lesbianas, que ya entonces comenzaron a tomar protagonismo en la propaganda izquierdista, junto con reivindicaciones ecologistas y nacionalistas que no encajaban en absoluto con el imperialismo autoritario del “filomat” (materialismo filosófico). Bueno y un núcleo de acólitos, núcleo aislado y fanatizado, decidió reinventarse como “filósofo de cabecera” de José María Aznar y, llegó a ser generosamente patrocinado por el alcalde popular de la ciudad de Oviedo. Hubo que ver entonces al “niño terrible” del marxismo anti-clerical transformarse en un hegeliano de derechas aliado de políticos atlantistas y neoliberales. Otro tanto está sucediendo ahora con los fans buenistas que militan en VOX: agitan de don Gustavo una serie de consignas y mantras al servicio del partido de Abascal partido que, lejos de ser “ultra-derecha”, no está demostrando ser otra cosa que la resurrección del atlantismo neoliberal, aunque sea con adornos gustavobuenistas. Los adornos se limitan a dos tópicos: furia anti-separatista y retórica hispanista, sin estrategias definidas para que esa furia y esa retórica puedan algún día llevarse a término efectivo.

Se trata de un mero uso propagandístico de ideas que, en realidad, no comprenden ¿No es así?

Sí, esos mantras, es decir, frases repetidas ad nauseam, sin un estudio detrás, son siempre los mismos, cosas del tipo “imperio generador”, “nacionalismo fraccionario”, “eutaxia”. Esgrimen una filosofía política pésima, sacando de contexto conceptos y jerga técnica ensayados en su día por Bueno, sobre los cuales habría mucho que decir. Una cosa es combatir la “Leyenda Negra” y otra es defender un “Socialismo Paniberista y materialista”, como he leído por ahí en internet. Una cosa es atacar el separatismo con armas dialécticas, y otra hablar de una “Izquierda Hispana”… Es claro que no hay disciplina intelectual ni organización de las ideas. Deberían haber tomado contacto con ideas europeístas e identitarias como las de Faye y Steuckers, con el marxismo comunitarista, como el de Fusaro o Preve, con el “Pensamiento Hábil” de Manuel F. Lorenzo, con el tradicionalismo hispano, como el de la revista Tradición Viva… entonces podrían ver que en el materialismo filosófico contiene herramientas válidas para sacar a España de su postración a través de un pensamiento español, pero con el fermento de todas éstas corrientes y alguna más. En su lugar, los gustavobuenistas no fabrican otra cosa que quimeras.

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Quimeras, como por ejemplo…¿una Idea de la Hispanidad que concilie a Maeztu con Marx?

Algo así… ¿Pretenden hacernos creer que existe en España una fracción neocomunista e hispanista que va a reconstruir el Imperio Español? Es una verdadera locura. Es un producto del ciberactivismo y de la burbuja mental en que vive hoy la gente más joven, pero detrás de esas tontadas no habrá más de una docena de personas. Yo invito a los lectores de este medio a que hagan una pequeña investigación en las redes sobre el “materialismo filosófico” fanático que agita internet, sobre todo en perfiles que exhiben retratos de Spinoza, Feijóo, Marx, junto con banderas rojigualdas y exaltaciones a la unidad de España. Vean, vean el cacao mental que se agita en ciertas cabezas. ¿De verdad hay en toda esa verborrea mental un estudio serio de la Filosofía de la Historia que resitúe a la Hispanidad en el mundo de hoy y lo convierta en un nuevo polo geopolítico? Si tal parece que nos quieren mezclar a Mao o José Antonio… ¿De verdad hay en ese “gustavobuenismo” virtual un modelo nacional que vaya más allá del caos autonomista y centrífugo engendrado por el R78? Más bien lo que uno se encuentra allí, en muchos gustavobuenistas, es resentimiento impotente ante el supremacismo catalán y vasco, junto con un centralismo madrileño añejo y descerebrado. Para “hacerse seguidor” de Spinoza, de Bueno o de Marx, hace falta algo más que darle a un botón de click o subir una foto… hace falta estudiar a fondo esas figuras. Estudio y más estudio. El “materialismo filosófico” es ya una broma como etiqueta y presunta escuela… hace décadas que me lo parece, pero lo más radical y cierto que se puede decir de él es que no existe, pues en él no hay filosofía. Filosofía es estudio e indagación como meta en la vida, es búsqueda incesante de la verdad. En el “gustavobuenismo” ultra no hay nada de esto.

Entonces, su nuevo libro ¿es un intento de reconducir los restos aprovechables de la Escuela de Oviedo?

Efectivamente, Ensayos Antimaterialistas es un intento de salvar aquello que resulta más aprovechable para salir de este pozo. El libro se complementa muy bien con el otro ensayo que acabo de publicar en la editorial Letras Inquietas, La Insubordinación de España. Es una pena que la obra del doctor Marcelo Gullo, profesor argentino experto en Relaciones Internacionales, no se conozca más aquí, en la península. El título de éste otro ensayo, que incluye la palabra “Insubordinación”, está tomado de las ideas de Gullo. Por desgracia, este filón de ideas que aporta el profesor argentino, quien se nutre, al fin, del magisterio de luminarias de su país como don Alberto Buela, es un filón que corre el grave peligro de quedar distorsionado o sin explotar, cayendo en manos de tendencias marcianas como las del “neocomunismo hispano” o “socialismo paniberista”, que ya he citado. No podemos permitir que los instrumentos preciosos que permitirían a España luchar por su soberanía, caigan en manos de “frikis” e iletrados. Mis pequeñas contribuciones, desde aquellos años 80, van siempre en la misma línea: allanar el camino más racional y riguroso hacia la verdad, que es como decir, la emancipación.

Carlos X. Blanco: Ensayos antimaterialistas. Letras Inquietas (Febrero de 2021)

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REDACCIÓN