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ASÍ MURIÓ:

Hoy Don Miguel de Unamuno ha muerto en la ciudad de Salamanca. Personalidad contradictoria. Unamuno era odiado y admirado por igual. Recientemente había sido nombrado Rector Perpetuo de la Universidad de esta ciudad y diputado en las Cortes Constituyentes, en las que pronunció violentos discursos contra la Republica. Más tarde, se adhirió al alzamiento militar, a cuyo favor se manifestó públicamente en reiteradas ocasiones. Razón por la cual el Gobierno republicano derogó sl pasado mes de agosto, su nombramiento como Rector Vitalicio, en tanto que la Junta de Defensa Nacional, constituida en Burgos, le confirmaba en el cargo, para luego disponer su cese. Tenía 72 años.

 

La tarde del 31 de diciembre de 1936, murió repentinamente, en su domicilio salmantino de la calle Bordadores, durante la visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, antiguo alumno y profesor auxiliar de la Facultad de Derecho. Cuenta este testigo de excepción que Unamuno, después de pronunciar su última frase, «¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!», dejó caer su cabeza sobre el pecho, en un desvanecimiento. Su visitante no se atrevió a despertarlo, hasta que se dio cuenta, por el olor a quemado, que el viejo maestro inconsciente había metido su zapatilla en el brasero y se le estaba quemando.

 

Naturalmente,  fue tan grande y su obra tan inmensa que es casi imposible reducirla a las breves palabras de un artículo. Pero, en este recordatorio (84 años de su muerte) me he limitado a recoger algunas joyas que he encontrado en su biografía:

Joya 1. La encontré en un artículo publicado en «Ahora» el 7-6-1936: 

«Hace unos días hubo aquí, en Salamanca, un espectáculo bochornoso de una Sala de Audiencia cercada por una turba de energúmenos dementes que querían linchar a los magistrados, jueces y abogados. Una turba pequeña de chiquillos –hasta niños, a los que se les hacía esgrimir el puño– y de tiorras desgreñadas, desdentadas, desaseadas, brujas jubiladas (…) Y toda esta grotesca mascarada, reto a la decencia pública, protegida por la autoridad. La fuerza pública, ordenada a no intervenir sino después de… agresión consumada. Método de orillar conflictos que no tiene desperdicio… Cada vez que oigo que hay que republicanizar algo me pongo a temblar, esperando alguna estupidez inmensa. No injusticia, no, sino estupidez. Alguna estupidez auténtica, y esencial, y sustancial, y posterior al 14 de abril. Porque el 14 de abril no lo produjeron semejantes estupideces. Entonces, los más que votaron la República ni sabían lo que es ella ni sabían lo que iba a ser esta República. ¡Que si lo hubiesen sabido…! Dejémoslo aquí, que la guerra está a punto de estallar. Ya llegarán los tiros en la próxima entrega.»

             Joya 2. La encontré en un artículo publicado en «LaVoz» Agosto 1931:  

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«¡Qué majaderos son los separatistas! Cualquier aldehuela nos demandará el mejor día su estatuto. Son los separatistas una cuadrilla de literatos fracasados compuesta de locos y de vanidosos. No saben lo que piden. La única petición clara es que quieren ser guapos. Y la majeza es una endemia muy española. Y el comunismo es la enfermedad de moda. Si a la majeza del separatismo le llamamos endemia, llamémosle epidemia a la de esos señoritos denominados comunistas españoles. Estos últimos aún son más locos, más vanidosos, más ignorantes y más literatos fracasados que los primeros. A unos y a otros se les puede aplicar exactamente la terminación de uno de los pensamientos de Maquiavelo: Doy la vida por la vanidad.»

           Joya 3. Lo dijo en una conferencia en el Ateneo de Madrid el 25 de noviembre de 1932:

 “El autonomismo cuesta caro y sirve para colocar a los amigos de los caciques regionales. Habrá más funcionarios provinciales, más funcionarios municipales; habrá un Parlamento y un Parlamentito. Es decir, existirá una enorme burocracia. En vez de una República de trabajadores vamos a hacer una República federal de funcionarios de todas clases. Dios quiera que vuestros hijos encuentren en esa nueva sociedad que se avecina las satisfacciones que yo no podría encontrar. ¡Que esa República federal de funcionarios de todas clases encuentre un ideal! No es lo que yo soñaba. ¡Qué le vamos a hacer! Presencio con tristeza que ha desaparecido toda serenidad. Yo sirvo a un sentimiento de justicia, y me aterra que con otros se cometan injusticias. No me gusta eso, no quiero llevar dentro de mí un alma de déspota.”

           Joya 4. Lo dijo Antonio Machado al salir de la conferencia:

«La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. En esto no me doy por sorprendido, porque el mismo día que supe el golpe de mano de los catalanes lo dije: los catalanes no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven. Y en efecto, contra esta República, donde no faltan hombres de buena fe, milita Cataluña. Creo con don Miguel de Unamuno que el Estatuto es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y en lo tocante a enseñanza, algo verdaderamente intolerable.» 

       

         y Joya 5. De unas declaraciones al periodista francés Jerome Tharaud el 21 de octubre de 1936 (moriría dos meses después): 

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         “Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra internacional. (…)Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas, exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica barata. Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el miserable gobierno de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la presión del salvajismo apelado marxista, debemos tener la esperanza de que el gobierno de Burgos tendrá el valor de oponerse a aquellos que quieren establecer otro régimen de terror. (…) Insisto en que el sagrado deber del movimiento que gloriosamente encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental cristiana y la independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado de Rusia.”

                Señores, lo ha escrito Andrés Trapiello y yo lo suscribo: «No hay nadie a quien la lectura de Unamuno deje indiferente… Nadie en España se le puede comparar en su época».

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.