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Que España está desmoronándose los sabemos muchos y lo intuyen más. Una de las muchas manifestaciones es el modelo turístico extranjero que soportamos, fundamentalmente en determinadas zonas de España durante el verano.
Barcelona, La Palma, Santiago de Compostela… El pueblo “soberano del que emanan los poderes del Estado” (Artículo 1-2º de la Constitución) se está rebelando y manifiesta su indignación por la desproporcionada avalancha turística extranjera que destroza sus vidas, sus recursos y sus bienes.
Se impone, como en tantas otras cosas en España, otro modelo turístico. Un modelo que beneficie al conjunto de la sociedad española: que deje bastantes más ingresos de lo que consume en recursos y servicios. Entre otras cosas, el agua que escasea y la asistencia sanitaria para recuperar borrachos o heridos de peleas.
¿Hay solución? Sí, si la hay. Al turismo extranjero hay que imponerle una tasa: “tasa de visita extranjera” no inferior a 300 euros por persona, incluidos los niños, independientemente del tiempo de su estancia turística. Amén de hacerle pagar por todo lugar que quiera visitar: catedrales, iglesias, ruinas, palacios, museos… Y por supuesto, prohibir el turismo de fin de semana para celebrar fiestas.
Galicia, por el Camino de Santiago, es uno de esos lugares donde se impone un nuevo modelo turístico. ¿Cómo es posible que a infinidad de peregrinos extranjeros se les dispense hospedaje gratis, incluso comida en diferentes monasterios y parroquias, o se les consienta dormir, comer y hasta hacer sus necesidades en cualquier lugar?
El Camino de Santiago como gran reclamo turístico debería potenciar un turismo que dejase altos beneficios, haciendo pagar por visitar una tierra maravillosa, jalonada de catedrales, iglesias, monasterios y templos, de gran valor gastronómico y por la experiencia inolvidable de llegar hasta a Finisterre, el Fin del Mundo,
Hace unos días estuve enseñándoles a unos amigos la Iglesia de San Miguel en Segovia, donde se celebró en 1.474 la proclamación de Isabel como reina de Castilla. Un templo en el que se nota el desgaste de los años. Se quieren creer que se podía entrar gratis, pese al monumento que es y la significación que tiene.
Vale que los españoles no paguemos por nuestra historia, ¡está de más, pero los extranjeros son otras gentes. Digo.
De momento… ¡Bien por los acosadores!, porque, aunque los hay de todo tipo, no dejan de beneficiarnos. Actuemos, no contestando cuando se nos pregunte solicitando alguna información. ¿Maleducados? ¡No, por Dios!… Hartos.
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Todo este desmadre tiene un solo origen, el Estado y su forma de entender la libertad
En efecto. Corto pero preciso y contundente, así debería ser.