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El llamado indigenismo la describiría más o menos así: “La Whipala es una bandera cuadrangular con los siete colores del arcoíris, compuesta por múltiples cuadrados simétricos, 49 exactamente, y con una diagonal central blanca. Es la bandera usada por los pueblos andinos desde hace más de dos mil años. Es el símbolo de resistencia de las Naciones Originarias y que hoy flamea orgullosa en toda América Latina. Por eso la Wiphala es el símbolo de identificación Nacional y Cultural de los pueblos originarios que han sido víctimas del genocidio más grande de toda la Historia: la conquista de América.”
“La Wiphala fue inspirada en el espectro de un rayo de sol atravesando la lluvia y tiene sin duda una enorme carga poética y simbólica. Es el emblema armónico basado en la equidad, igualdad, armonía, solidaridad y reciprocidad de la Nación colectivista del pueblo heredero del Tahuantinsuyo, el Imperio Inca”.
“Es el emblema de los aymaras y demás pueblos andinos que se distribuyen por Bolivia y Perú mayoritariamente, pero también por Ecuador, Chile y Argentina, que consideran la Wiphala entre sus emblemas más importantes, su símbolo identitario y de resistencia ante los asesinos que vinieron a exterminar la cultura ancestral de nuestros pueblos desde Europa con la espada y la cruz”.
Por supuesto que todo esto es absolutamente falso, una mentira, una ficción sin contenido histórico y cultural alguno. Una autentica farsa política e ideológica no solo moderna sino de reciente construcción y que impulsa un nuevo símbolo contra la civilización Occidental.
La gran mentira
En España, tierra de acogida millones de hermanos hispanoamericanos, solemos ver recientemente a la wiphala mezclada en las manifestaciones feministas como la del 8M, junto a las también multicolores de los diferentes colectivos LGTB, anarquistas, la del pueblo mapuche, la del arcoíris, moradas con el símbolo de Venus, la roja con la hoz y el martillo, la de la Segunda República Española y demás símbolos antisistemas tan de moda últimamente.
La wiphala fue enarbolada en las recientes e incipientes protestas iconoclastas surgidas en España a partir de movimiento Black Lives Matters de los Estados Unidos, las de los llamados antirracistas racializados. Pero ya veníamos viéndola en los últimos 12 de octubre, encabezando alguna contra manifestación contra el “genocidio de Colón”. Todo esto no dejaría de ser un disparate si no fuese por la apropiación de este símbolo sectario e ideológico por parte de lo que se dieron en llamar los ayuntamientos del cambio, que para esa fecha llegaron a colgarla de los balcones de los consistorios.
¿Por qué decimos que la wiphala es un fraude y una falsificación histórica? Vamos a ello. Los incas no tenían símbolos nacionales y mucho menos bandera. Es un invento ahistorico y totalmente ideológico, nacido del seno marxismo cultural, y hoy es un instrumento político del Nuevo Orden Mundial.
Las crónicas históricas que se conservan señalan que una parte del ejército inca, la más cercana al emperador utilizaba el unancha, que era un estandarte personal y que no tiene nada que ver con la supuesta wiphala. Las banderas como tales tienen origen europeo.
Un argumento utilizado por sus defensores, ante las evidencias históricas de su inexistencia, ha sido que puede verse algo parecido a la wiphala en una obra del pintor barroco virreinal, conocido como Maestro de Calamarca y que trabajó en la actual Bolivia durante el siglo XVII. En uno de sus hermosos cuadros, conocidos como “ángeles arcabuceros”, pertenecientes a la serie “Ángeles de Calamarca”, y que se encuentra en templo del mismo nombre en La Paz, puede verse al arcángel Gabriel llevando una bandera ajedrezada de diferentes colores que no deja de ser un recurso pictórico más.
Otro argumento es que en algún objeto de arcilla precolombino se puede apreciar un diseño decorativo cuadrangular, como los dos qiru o keru (vasos) del Museo de Tiwanaku del Departamento de La Paz. Y nada más. No existe ningún objeto o símbolo similar en ningún otro museo, ni resto arqueológico alguno que pueda considerarse una wiphala.
Sus defensores siguen insistiendo en que el diseño de los cuadros multicolores se encuentra en textiles atribuidos a las culturas nazca y tiwanacota. En el altiplano son comunes los tejidos multicolores pero son de época reciente y simplemente decorativos, sin ningún tipo de significado o simbología cultural. Los pueblos andinos han sido pueblos textiles y si la wiphala hubiera existido en la antigüedad, no habría pasado desapercibida durante tantos siglos y mucho menos si hubiera tenido un autentico fondo emblemático cultural e identitario.
Los indigenistas hablan de un “símbolo étnico del pueblo aymara”. Los aymaras fueron derrotados por los incas y asimilados étnica y culturalmente antes de la llegada de los españoles a la zona. Es imposible que una imperio vencedor tome como símbolo propio al de un pueblo enemigo y sojuzgado.
En Perú, la Academia Nacional de Historia puntualizó que no se tiene referencias del uso de banderas en las culturas precolombinas y señaló que: «El uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es equívoco e indebido. En el mundo prehispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico«. En 2011, el Congreso de la República del Perú, citando a la Academia Peruana de Historia, se pronunció oficialmente contra esta falsa bandera del Tahuantinsuyo.
En palabras de la historiadora peruana especializada en cultura incaica, María Rostworowski, con respecto a la Wiphala afirmó: “Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera: Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella. Separemos las cosas verídicas de las tonterías. Es momento de hacer un deslinde y rectificar, porque está tomando cuerpo una cosa que no es histórica. Y la Historia hay que defenderla«. Nada más cierto.
El investigador profesor de Historia Precolombina y Arte Colonial en la Universidad de Harvard, director interino del Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos y catedrático en la Facultad de Historia del Arte en la Universidad de Chicago, Thomas B. F. Cummins, en su libro “Brindis con el Inca”, estableció que las cerámicas supuestamente nazcas y tiwanacotas correspondían a periodos postcoloniales. “Es entonces posible que se haya pintado la bandera ajedrezada que trajeron los españoles. No tendrían origen ancestral”. ¿Tal vez una bandera parecida a la de los Tercios italianos como la de Spinola sería el modelo modificado para semejante aberración?
Continuará…
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