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Nunca un niño se pregunta a sí mismo, qué quiere ser de mayor, su deseo permanece oculto, aunque solo sea por pudor natural complementado por la lógica indefinición de cualquiera que sea su perspectiva para un futuro incierto y retador; solo expresará su deseo a instancias de personas a las que tenga afecto o confianza.

Como toda regla admite la excepción, de nuevo este “niñato” grosero, burlador de la constitución y escarnecedor de la verdad histórica, en un alarde de fatuidad socialista, de escorzo jactancioso y sectario, de radical empeño en reescribir la historia, sin que nadie le pregunte cuál es su deseo cuando sea mayor, declara que “él pasará a la historia por haber exhumado a Franco”, y no satisfecho por tal acto de valentía, añade, “guiado por el legado de la luz republicana y por su pasado luminoso”

Los efectos de este ignominioso y personal voluntarismo político bien podían evidenciarse en la inmediata concesión de la Cruz Laureada de San Fernando, — al conllevar dicho acto una superación excepcional del deber, implicando significativos sacrificios y heroicos riesgos, incluso la perdida de la propia vida—o por el contrario ser  blanco de las protestas  de aquellos que piensan que su paso a la historia sería como un vulgar profanador de tumbas o de compartir junto con su homólogo Zapatero, el dudoso honor de haberse convertido en el mayor traidor a los valores y espíritu de la Transición.

Largo Caballero socialista bolchevizado manifestaba: La revolución exige actos que repugnan, pero que luego justifica la historia; ¿acaso? Sánchez, piensa exactamente lo mismo respecto a sus nauseabundos actos. Y si es así, ¿cómo los ha de justificar la historia?, por el hecho siniestro y teatral de haber exhumado a Franco o por la revolución misma; ya, la historia nos enseña lo que la revolución trae consigo.

¡Quizá! la exaltada luminosidad quiera referirse a la fratricida luz que se origina por el estallido de las bombas, por el fuego que se generó en el infierno de la guerra civil.

Veamos un ejemplo del pasado luminoso de la II República, centrémonos en el golpe de Estado perpetrado por el PSOE y la Esquerra catalana en Octubre de 1934, y más concretamente en la lógica e inevitable represión gubernamental contra los sublevados y las consecuencias que se derivaron posteriormente de la legítima neutralización de la insurrección armada.

Llegada la hora del pacto nacional precursor de la formación del Frente Popular, se creó un comité electoral de la coalición de izquierdas, previo a las elecciones generales de Febrero del 36, en él los socialistas consideraron condición “sine qua nom”: La Amnistía y las reparaciones por “Octubre”

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Los representantes republicanos renunciaron a proteger a los militares y policías de cualquier represalia por haberse opuesto a los insurrectos.

Los republicanos coaccionados por los socialistas cedieron en el asunto de la readmisión de los empleados públicos que se adhirieron al golpe, entregando a la izquierda obrera la decisión sobre la readmisión.

Los republicanos que se habían mostrado algo comprensivos con la insurrección, en sus propuestas dejaban entrever una discriminación entre los alzados que debían ser reparados y quienes se habían mantenido fieles al gobierno de la República, que no estarían exentos de responsabilidad por sus actuaciones.

El cinismo y la tergiversación de los hechos era moneda de cambio del entorno socialista y republicano, claro es que se encontraban en el zaguán de la casa común, El Frente Popular.

La Amnistía era “un deber de equidad y de justicia”; “Octubre representaba una magnífica defensa del régimen y por él el régimen se salvó”

Esta inversión de responsabilidades se repetiría de forma continuada, incluso Azaña tampoco se recató en culpar de lo sucedido en Octubre a la política lerrouxista y a la CEDA que lo había provocado.

Madariaga escribió: “el argumento de que Gil- Robles intentaba destruir la constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso. Hipócrita porque todo el mundo sabía que los socialistas de Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931, y por otra parte a la vista está que el presidente Companys y la Generalidad entera violaron la Constitución. ¿ Con qué fe vamos a aceptar como heroicos defensores de la República de 1931 a aquellos mismos que para defenderla la destruían? Es falso porque si Gil-Robles hubiera tenido la menor intención de destruir la Constitución por la violencia, ¿qué ocasión mejor que la que le proporcionaron los socialistas alzándose contra la misma en Octubre de 1934?

Los obreros aliados se manifestaban y tomaban la Amnistía como algo lejos de la vía insurreccional que era su objetivo final.

A pesar de la falacia republicana que quería reinventar “Octubre” como un movimiento en pro de una democracia amenazada, los socialistas y los obreros seguían concibiendo la violencia como método apropiado para alcanzar sus objetivos.

Álvarez del Vayo (PSOE), manifestó el 6 de Enero: “ Octubre” debía interpretarse en términos de “una revolución integral de tipo socialista”

Largo Caballero confirmó estos extremos en Salamanca el 12 de Febrero: “Si Octubre hubiera triunfado, habríamos transformado la República democrático burguesa en una República socialista”

El PSOE y sus aliados de la extrema izquierda no se conformaban con la anulación de las penas: “deseaban el reconocimiento moral y material para los héroes de Octubre, a la par que se castigaba a quienes habían defendido el orden constitucional”

Largo Caballero en un mitin en el cinema Europa recordó a las víctimas de la represión brutal de Octubre, con la promesa no solo de reivindicarlas sino de vengarlas.

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El socialista Jiménez de Asúa manifestaba: “todos los socialistas, absolutamente todos, estamos plenamente solidarizados con el movimiento de Octubre”

A medida que voy escribiendo, me siento esperanzado al intuir que el paciente lector va sintiendo el aire fresco que envuelve los escenarios donde se desarrollan las actuaciones históricas del socialismo español, sin duda, también se va apercibiendo de la claridad y luminosidad del legado de la II República.

El recordado y homenajeado Largo Caballero con la estatua en Nuevos Ministerios, en conformidad con la llamada Ley de Memoria Histórica, de nuevo en Salamanca decía: “que los insurrectos solo habían incurrido en delitos políticos por sostener la revolución, mientras que los militares que los fusilaron, habían cometido asesinatos”

Otro ilustre socialista, Vidarte, en Badajoz, seguía alimentando las injurias y proclamas revolucionarias de este modo: “debían ser castigados no solo los militares y los guardias civiles asesinos, sino los culpables de ese gobierno”

La apología de la heroicidad de los alzados y la execración total de la fuerza pública constituyen un perfecto ejemplo de los modos y formas de actuación de los socialistas y de sus satélites o aliados, ya sea referido a “Octubre” de 1934, ya sea en la actualidad con este perverso y traidor gobierno de Sánchez.

Me he sustraído a hacer algún comentario acerca de la similitud o cierto paralelismo que fácilmente se puede advertir con el Golpe de Estado llevado a cabo por los secesionistas catalanes, así como la desvergonzada evolución de sus penas e indultos concedidos, pues, también el lector tiene el derecho y el deber de sacar sus propias conclusiones actualizadas.