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Producido el Desastre del 98, la contrapartida a la depresión generalizada que se apoderó de la sociedad española y a la cómoda y deliberada evasión de sus más deshonestos y prescindibles elementos se sustanció en un movimiento de tintes morales, ideológicos, políticos y patrióticos que se denominó “regeneracionismo”, que condujo a las necesarias e inaplazables reflexiones constructivas y a los correspondientes actos de contrición.
Máximo representante del movimiento fue el aragonés Joaquín Costa, al que se adhirieron lo más granado y eximio de la intelectualidad literaria, científica y artística de la época; estas estrellas nunca se apagaron e iban a demostrar que, aunque débil, el pulso seguía existiendo en las arterias nacionales, que el corazón de España continuaba latiendo, que la sociedad española, a la que ellos en un alarde de superación y patriotismo individual quisieron representar, era algo más que una neutra mayoría de camuflados en el solaz del divertimento y una notoria minoría de forzosos y apesadumbrados pesimistas.
El 16 de Agosto de 1898, Francisco Silvela, publicó en el diario El Tiempo, el artículo “Sin Pulso” donde denunciaba y exteriorizaba la indiferencia del pueblo español ante la tesitura que estaba viviendo, clamando dolorido la crisis del alma española; en él se leía, entre otras, lo siguiente: “los doctores de la política estudiarán el mal, discurrirán sobre sus orígenes y sus remedios; pero el más ajeno que preste alguna atención a asuntos públicos observa este singular estado de España, dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso. Las turbulencias se encauzan, las rebeldías se reprimen, hasta las locuras se reducen a la razón por la pena o por el acertado régimen, pero el corazón que cesa de latir, anuncia la descomposición y la muerte al más lego”
El probo y cabal político alertaba del riesgo de quebranto de los vínculos nacionales y de la condenación voluntaria de nuestro destino como pueblo europeo.
No conforme con lo antedicho, abundaba en la ineludible obligación de “abandonar la mentira y desposarse con la verdad”
Y bien, avezado y encallecido lector, de su capacidad y personal discernimiento depende la negación o asunción de la correspondencia o sinonimia de la situación descrita y la que en la actualidad sufrimos en España por obra y gracia del gobierno traidor de Sánchez.
En el 98, fuimos derrotados y se perdieron las colonias, en el 2021 nos están arrebatando por fascículos la dignidad ciudadana, pretenden robarnos la soberanía, intentan mutilar el territorio nacional, profanan la independencia del Poder Judicial, en definitiva, su objetivo es liquidar la Monarquía y la Constitución siguiendo los dictados de los bolcheviques totalitarios para “volver España del revés”, reconfigurar la sociedad, la economía, la cultura, desplazar y arrinconar las tradiciones hasta conseguir la monolítica adoración popular al criminal Partido-Estado comunista.
Arriba, cuando me refería al lector, olvidaba matizar lo que me dictaba el subconsciente, existen lectores y socio-comunistas impenitentes e irreductibles, a estos no quería referirme; me limitaré a nombrar a Gabriel Araceli, personaje de la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós, pícaro que se redime al descubrir el sentimiento de la Patria y asimilar los valores éticos del “hombre de bien”; que sea Don Benito quién cargue con la ardua labor que comporta esta casi imposible trasformación.
Desde que el “execrable” puso el huevo de la serpiente totalitaria en el centro del solar nacional, en la Moncloa, ha ido pasando el tiempo, “poco a poco hila la vieja el copo”, sin sentir, sin notarse, como el agua de un manso río que parece no moverse y que no deja de correr por el cauce artificiosamente socavado por los sicarios subvencionados y empleados del socio-comunismo.
La “gusanera” gubernamental, acólitos y apoyos interesados se va multiplicando a ritmos escalofriantes y estremecedores; sus moradores, su ejército tan numeroso como cruel y sanguinario no está acuartelado, precisa salir al exterior, su filosofía es universalista, imperialista, bien armados y disciplinados se extienden por los campos y ciudades en orden de combate, invitando a la ciudadanía con mentiras y perversas añagazas a sumarse a la razia destructora del socio-comunismo español, no caben deserciones, los medrosos o no convencidos son conducidos en perfecto orden lineal, a semejanza de las procesionarias del pino a terrenos de aguas movedizas, que irremisiblemente los engullirán.
Según están las cosas, ¡quizá! una solución, sería la adoptada por Tomás Rueda, personaje de la novela del mismo nombre de Azorín, que “viendo la irremediable perdición de España” y asaltándole la duda, se pregunta: “¿ha de ser fatalmente así la sociedad española, o esto podría ser de otro modo, de un modo bueno?, para finalmente decir: “me marcho…..y mi espíritu queda aquí”
El dolor producido por el miserable gobierno, la inmensa y patética frivolidad, el ambiente de violencia y agresividad creado por las viles actuaciones de los socio-comunistas en el poder, la rampante inmoralidad instalada en la sociedad y la energía y fuerza perdidas en la resolución de los verdaderos problemas del ciudadano, el desorden, la inseguridad, infieren un enorme daño a la convivencia y al futuro de España.
Planteada de esta forma la reflexión, apelo de nuevo al lector para que se responda a sí mismo, si conviene dar batalla a esta inmundicia que nos envuelve e impregna o dejarnos vencer por la indiferencia, el escapismo o la indolencia; yo sigo preguntándome si el corazón de España continua vivo y si la revolución es el final de un proceso de descomposición.
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