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El Coronavirus, el frío y los años son los culpables de que no me dejen salir de casa y tenga que oír misa por TV. El día de Navidad hubo un cambio de horario del que no me entere. Lo suplí aprovechando la emisión televisiva desde la Basílica de la Inmaculada del Santuario Nacional de Washington, por la tarde, a través de EWTN TV, –la red católica que emite desde los Estados Unidos– para cumplir el precepto dominical. (Por cierto: ¿rige aun ese ―Mandamiento de la Iglesia” o ha sido suprimido?)
Comento este hecho por dos razones: La primera, porque el Santa Sacrifico, era una totalmente en español y la celebraba un obispo estadounidense, Monseñor Mario E. Descornville, de Washington. Me llamó la atención su perfecta pronunciación castellana, sin acento, quizás un ligerísimo matiz sudamericano. Es evidente que, ese obispo, usa el español habitualmente y no solo en casos protocolarios y por obligación. O sea, que a mi entender nuestro idioma es cada vez más la segunda lengua de los Estados Unidos y comienza a ser normal que la gente culta lo use frecuentemente. Lógicamente pasé instintivamente a pensar en los innumerables estúpidos españoles –cada vez más numerosos, incluida gente de tierra castellana, empeñados en eliminar una de las tres idiomas que, según el muy chauvinista y ex Presidente de Francia –François Mitterrand– quedarán en el mundo, dentro de unos años, como únicos idiomas generales: español, inglés y chino (él daba por descartado el francés…) Creo que es suficiente este comentario.
La Segunda razón tiene que ver con el título del artículo.
Veamos. El nefasto Vaticano II, entre las calamidades que nos trajo, no fue la menor el cargarse la Liturgia que había santificado a los hombres durante siglos. Y una de sus ―genialidades‖ fue creerse con más visión que el Fundador de la Iglesia, Nuestros Señor Jesucristo, cuyas indicaciones siguieron sus discípulos, los Apóstoles y, en consecuencia, los Modernistas decidieron convertir lo instituido como “renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz” en un ―acto social de la Asamblea del Pueblo que
camina…”, (por supuesto sin saber a dónde va). Una asamblea que se olvidó de lo fundamental: ―¡el Sacrificio!‖ y solo tiene en cuenta ―el banquete‖ y lo que ellos llaman la “Palabra”. Un cambio ―conceptual‖, pero esencial, en la fe de los cristianos de esa ―nueva‖ Iglesia… La consecuencia ya la hemos comprobado: vaciaron las iglesias y desaparecieron, en la práctica, todos los sacramentos, salvo la Comunión que se convirtió en ―masiva‖… ¡Todo el mundo comulga ahora! Juzgando humana y externamente, los sacrilegios han de abundar… pues nadie — o casi nadie– cumple con la obligación de la confesión anual y la de los pecados graves siempre que se cometa, para poder comulgar en gracia. Y vemos ―arrejuntados‖ ir a comulgar como si tal cosa. Ciertamente, Dios es el Único Juez, pero pensando humana y lógicamente, la profanación del sacramento es evidente.
Pero no escribo para comentar esta realidad sino otro tema que, aunque hayan pasado sesenta años tengo muy presente. Ese desprecio al rito antiguo tuvo unos rasgos inolvidables como el hecho de serrar los reclinatorios de los bancos –hablo de Cataluña donde somos ultra progresistas— y en consecuencia llevo doce lustros, arrodillándome en el suelo,
Por otra parte, como el oficiante debía celebrar la santa misa ―de cara al pueblo‖ había que cambiar el altar de sitio, para poder cumplir con los nuevos ritos, para lo cual podía estar ―pegado a la pared‖…
Había dos soluciones: la inteligente y sensata era no tocar el antiguo altar y levantar un nuevo en torno al cual se pudiera circular. La otra era iconoclasta o talibán, ―cargarse los altares que tenían siglos de servicio‖, limpiando el presbiterio de estorbos anticuados.
Los talibanes del modernismo superprogresista español, no dudaron ni perdieron un minuto y arrasaron todo lo antiguo. ¡Siempre más papistas que el Papa‖! En el resto de las naciones, en general, fueron más cuerdos y no tuvieron prisas en cambiar la ubicación de los altares. La prensa informó de que los Estados Unidos fueron de los ―cuerdos‖.
Oyendo la misa de Navidad trasmitida desde Washington por EWNT-TV, pude comprobar que en la Basílica aunque celebraban en un altar en medio del presbiterio, el altar anterior a los años sesenta adosado a la pared seguía intacto y fue lo primero que me llamó la atención, pues el coro que alegraba la misa estaba situado entre los dos altares… Disculpen que le haya dado tanta importancia al ―detalle pero son de los que valen por un curso universitario…
Y ahora otro detalle importante, en España no todos fueron talibanes, ¡por suerte!, la Basílica de la Concepción de la Calle Goya y Núñez de Balboa es un ejemplo y me alegra todos los días la vista, ver intacto el altar primitivo. Por lo visto el párroco de esa Iglesia y los que luego le han sucedido tenían la cabeza en su sitio y no fueron iconoclastas, respetando el antiguo altar que pueden admirar, si se toman la pena de sintonizar la misa diaria de la 13 TV. Nada me satisface tanto como poder felicitar a la gente inteligente y cabal. ¡Son tan raras las ocasiones entre los dirigentes de cualquier especie, que la alegría se eleva a enésima potencia!
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.