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Hay una cierta tendencia a identificar el humor con la risa como en el caso de la fotografía que muestro y que es habitual verlo en escritos procedentes del ámbito anglosajón o norteamericano. Ciertamente la carcajada es una consecuencia del sentido del humor, y de la comicidad, sobre todo cuando la de la imagen habla de sentido de Estado. Pero reducir el humor a la carcajada es una simplificación que resta gran parte de su potencial. Una persona puede tener mucho sentido del humor y eso no quiere decir que siempre nos tenga que provocar risa. Esta asociación ha perjudicado a muchos payasos y humoristas que han creído que, si no hacían reír, ya no cumplían su objetivo y, por lo tanto, han optado por hacer reír a toda costa, pervirtiendo, en muchos casos, el sentido del humor. Los buenos cómicos no sólo hacen reír, sino que hacen sonreír, hacen pensar, ayudan a mirar las cosas de otra manera, remueven algún sentimiento y, paradójicamente, un buen cómico (como Charles Chaplin) puede llegar a arrancar una lágrima de ternura.
El sentido del humor, tal como lo define Garanto, es un estado de ánimo más o menos persistente que capacita al individuo para que, tomando la distancia conveniente, pueda relativizar críticamente toda clase de experiencias afectivas que se polaricen, ya sea hacia situaciones eufóricas o bien depresivas. Estamos hablando, pues, de una manera de enfocar y de tomarse la vida, de un estado de ánimo que afecta a todo el mundo y que pide un cierto punto de madurez personal. El sentido del humor se agudiza y se purifica con los años. Por eso es muy adecuado plantearse una intervención con gente mayor que incorpore elementos propios del sentido del humor.
La risa es una respuesta fisiológica que puede ser provocada por estímulos puramente físicos, como las cosquillas o la inhalación de óxido nitroso (gas hilarante), o como síntoma de algunas enfermedades como el Alzheimer o la esclerosis múltiple. Démonos cuenta de una paradoja: ¿cómo es posible que provoquen la misma reacción unas cosquillas que un refinado chiste sobre el Papa? En la carcajada se esconde algo misterioso, algo que liga la pura animalidad con lo más sublime de la condición humana. Según Plessner podríamos decir que en la carcajada (y también en el llanto) descubrimos la difícil relación entre el cuerpo y el espíritu. Por una parte, cuando el hombre estalla de risa pierde el control de su cuerpo, pero por otra, conserva la intencionalidad; no es su cuerpo quien ríe (o llora), sino él mismo.
Sin embargo, lo que nos ocupa no es la risa reactiva, la risa como puro movimiento reflejo, sino la risa cómica, la que produce al ver y oir a este esperpento político. La experiencia de la comicidad es la que nos puede dar elementos interesantes a tener en cuenta en la intervención educativa. Tal como dice Baiget, utilizando elementos cómicos podemos ayudar a un cambio de actitud, a un desbloqueo, a dar una nueva visión del problema que puede ser muy beneficiosa en nuestra intervención. Todo eso sucede porque la comicidad es la capacidad que tenemos los humanos de mirar la vida de otra manera. La capacidad de captar la incongruencia, de ver orden en el desorden, de pensar con criterios divergentes, aceptar otras lógicas. La comicidad incluye la burrada y la tontería.
La experiencia cómica tiene su lógica, sus reglas, sus rituales. Es un ámbito de significación especial en el cual hay que entrar (eso es lo mismo que nos pasa cuando vamos al teatro: en un momento dado entramos en un ámbito de significación que tiene una lógica diferente de la realidad primordial, igual que cuando unos niños hacen juego simbólico). Una situación cómica fuera de su contexto normalmente no es adecuada, como es el caso. Por eso tenemos estrategias comunicativas que nos dan a entender que estamos en situación cómica o que no lo estamos. Es muy importante tener este aspecto en consideración cuando queremos utilizar el humor como estrategia de intervención.
El sentido del humor, sin embargo, no se acaba con la risa, sino que es un marco mucho más amplio, una manera de tomarse la vida. Tener sentido del humor o practicarlo no es equivalente a estar siempre riendo. Quien está acostumbrado a tomarse la vida con humor, seguro que ríe, pero también sonríe, disfruta de la perplejidad, mira la vida con otros ojos; es capaz de relativizar, de ver a las personas con más ternura, de afrontar los problemas con paciencia y esperanza…
El humor es terapéutico, ya que no es un mecanismo de huida sino de integración de la realidad. Victor Frankl lo explica así: «los intentos por desarrollar el sentido del humor y ver las cosas con una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir, porque incluso en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente».
El sentido del humor es una manera de tomar perspectiva con respecto a las cosas. Igual que el pintor necesita separarse del cuadro que está pintando porque la proximidad no le permite ver bien, tomar perspectiva ante la realidad nos ayuda a verla de otra manera. Tiene sentido del humor quien es capaz de salir de uno mismo, mirarse desde fuera, que es desde donde nos ven los demás, y sonreír con bondad, vea lo que vea. Esta capacidad la tenemos más desarrollada cuanto mayor somos. Las personas mayores demuestran muy a menudo esta capacidad de mirar los problemas con la distancia que dan los años. Es con la gente mayor con quien podemos utilizarla más.
El humor también ayuda a reducir el estrés, a estabilizar el estado de ánimo; favorece la comunicación; inspira la creatividad; ayuda a mantener la esperanza… «El sentido del humor tiene una función reparadora. Alivia la tensión emocional, descarga la inseguridad, el miedo y la ansiedad que reprimimos en el inconsciente. El humor nos permite tratar con ingenio situaciones iracundas y lidiar con ironía nuestros fracasos. Incluso el humor negro es saludable. Actúa de purgante psicológico que nos libera temporalmente de complejos, de obsesiones y de tendencias destructivas.»
De ahí que a los que tenemos cierta edad y conocimientos militares nos produzca una auténtica carcajada que usted mencione que alguien carece de sentido de Estado, que no sea usted y su Jefe de Gobierno, de vacaciones por ahí en plena crisis internacional en la que nuestras Fuerzas Armadas están envueltas y, lo que es más importante, donde nuestros apoyos de ciudadanos oriundos de la Región en conflicto corren peligro de muerte por haber perdido la guerra la Comunidad Internacional y ser unos descerebrados los ganadores de la misma.
Y para que le quede claro que es el sentido de Estado, le voy a aclarar unos conceptos básicos, que dejan meridianamente claro que a lo que usted se refiere es a intereses de gobierno en lugar de a sentido de Estado.
Diferencia entre Estado, nación y gobierno
Se usa erróneamente las palabras nación y gobierno como sinónimo de Estado, según los contextos. Pero, aunque están relacionadas, son definiciones distintas. Veamos la diferencia.
El Estado se comprende específicamente como la organización de un territorio bajo el dominio de un gobierno.
La nación se refiere a la comunidad de personas que comparten una lengua, cultura, religión, historia y/o territorio. Puede organizarse en un Estado nacional o no.
Un Estado nacional es aquel que resulta de la organización sociopolítica de una nación que comparte un territorio, una lengua y una historia común. Es decir, es el Estado que representa a una nación. Este es el caso de la mayor parte de los Estados modernos de la actualidad. Por ejemplo, Portugal, Italia, México, Colombia, etc.
Otros Estados se han caracterizado por reunir diferentes nacionalidades bajo su dominio. Por ejemplo, el Estado español (que integra a las nacionalidades de Cataluña y el país vasco) o la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La palabra gobierno, en cambio, se refiere a las personas que administran el Estado, independientemente de su naturaleza. En otras palabras, se llama gobierno a las autoridades que, en nombre de un Estado, ejercen funciones administrativas de cualquier tipo por un tiempo determinado.
Así pues, fíjese usted en las diferencias de definiciones en lo que es un Estado respecto a Nación y Gobierno, sobre todo este último, que ejerce de forma directa el poder en representación del Estado, concepto abstracto que integra ciudadanía, territorio, organización y valores de referencia de los que ustedes carecen como ha quedado demostrado en todas sus actuaciones internacionales con nuestros socios europeos y transatlánticos, que nos menosprecian, dado que ustedes se han dedicado a realizar negocios con gobiernos narco-terroristas pasándose el sentido de Estado por debajo del ciruelo unos y de la alcachofa otras, según sea hombre o mujer, perjudicando la imagen del Estado Español.
Y para continuar, le voy a enseñar otros conceptos que se relacionan con el Estado de las cosas a carcajadas:
Estado de derecho
Se llama Estado de derecho al régimen constitucional que garantiza el ejercicio de la libertad, la debida separación de los poderes públicos, el ejercicio de los derechos ciudadanos y el cumplimiento de la ley.
De todo ello emana que el Estado de derecho protege judicialmente a la ciudadanía del abuso de poder por parte de las autoridades. Este tipo de régimen es propio de los Estados democráticos.
Estado de excepción
Cuando un país basado en el Estado de derecho enfrenta una grave perturbación del orden público (golpe de Estado en ciernes, saqueos descontrolados, etc.), el gobierno tiene la potestad de declarar «estado de excepción».
Se trata de la suspensión de garantías constitucionales por un período determinado. El término alude así a una condición temporal en la que se encuentra una nación.
Estado civil
Se refiere a la situación en la que se encuentra un ciudadano respecto de sus filiaciones, de las cuales se desprenden una serie de derechos y deberes legales. Los estados civiles son: soltero, casado, divorciado o viudo.
Estado de Limbo.
La expresión coloquial «estar en el limbo», semejante a estar en Babia o en las Batuecas, se sigue usando para distinguir a quien está fuera de la realidad o sin enterarse de lo que sucede, pero ya carecía del referente que tuvo hasta ahora, porque el limbo dejó de existir por decisión pontificia, que resulta extraña si consideramos a Ratzinger un papa muy conservador y que el limbo es una de las tradiciones más antiguas del catolicismo que se remonta a los padres de la Iglesia Gregorio Nacianzeno y Agustín , los cuales precisaron su consistir al enseñar que el limbo no es, como el infierno, una pena aflictiva sino estar en la otra vida privados de la visión de Dios, lo que les sucede a los no bautizados, pero que ustedes han puesto su existencia de manifiesto, en la política de España y su sentido de Estado.
Estado de la materia
En física y química, el estado o fases de la materia están relacionados con la estructura molecular de cada sustancia, son distintas formas de agregación que puede adquirir la materia.
Según la presión y la temperatura a la que se somete un cuerpo, éste puede existir en uno de los tres estados o fases diferentes. Un ejemplo clásico es el agua que puede estar en estado sólido, líquido o gaseoso.
Existen otros estados de la materia que difieren de los anteriores, son, el plasma (gas ionizado), el condensado de Bose-Einstein, el condensado fermiónico (superfluido a bajas temperaturas) y las estrellas de neutrones.
Y, por último y lo más importante por tener relación con las estrellas de neutrones, que es una variedad de remanente estelar que nace como resultado del colapso gravitacional de una estrella super masiva. Cuando ésta última agota el combustible presente en su núcleo, estalla espectacularmente y genera una supernova, en donde se encuentra su Gobierno y su sentido de Estado, otra vez en el limbo.
Su estado es, en Babia o en el Limbo, despida a sus asesores.
Dejen de tocar el txistu o la gralla y dedíquense a realizar políticas con sentido de Estado, no de gobierno. La Nación, comunidad de personas que comparten lengua y cultura en el marco de una historia y/o territorio, se lo agradecerá.
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