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En el momento de la abolición, entre 1807 y 1808, 3,3 millones de esclavos trabajaban en las plantaciones en poder de norteamericanos y británicos, principalmente, de los cuales, 2 millones lo hacían en Norteamérica y otros 0,7 millones en las colonias británicas del Caribe.

Sólo en 1807, Gran Bretaña había importado para su consumo interno 297,9 millones de libras de azúcar y 3,8 millones de galones de ron, así como 16,4 millones de libras de tabaco y 72,7 millones de libras de algodón, cantidades producidas por esclavos.

Ya en 1810, la producción esclava en Norteamérica produjo 93 millones de libras de algodón y casi 84 millones de libras de tabaco; su valor se elevaba a 316 millones de dólares. Robin Blackburn, nacido en 1940, historiador británico, editor de New Left Review, conocido por sus estudios sobre el capitalismo y el socialismo y sobre la historia de la esclavitud, consideró que, en 1800, la producción realizada por los esclavos en el Nuevo Mundo les había costado a los mismos 2.500 millones de horas de trabajo y que fue vendida por una suma bruta no inferior a 35 millones de libras, equivalente a 3.300 millones de dólares del año 2007.

William Edward Burghardt Du Bois, nacido Massachusetts, en 1868, sociólogo, historiador, activista por los derechos civiles, panafricanista, autor y editor estadounidense, afirmó que «el esclavismo ha sido el drama más grande de los últimos mil años en la Historia de la Humanidad: millones de personas arrancados de sus tierras africanas y trasladados a Eldorado de Occidente, un descenso al infierno, un tremendo lugar de tormento y sufrimiento».

El barco esclavista era un inmenso instrumento de tortura

Muchos especialistas de esta tremenda tragedia humana, confirmaron que Implantaron el terror para controlar a todos los que trabajaban a bordo de los barcos negreros, marineros y esclavos, esclavos blancos y esclavos negros. Utilizaron para llevar a cabo su tarea una serie de instrumentos: máscaras, sillas y jarcias, el gato de las nueve colas, aplastapulgares, el speculum oris, machetes, pistolas, colisas y tiburones. El barco se convirtió en un inmenso instrumento de tortura. Pero el barco esclavista era igualmente un sistema atlántico de capital y trabajo que crecía con rapidez, vinculaba a trabajadores libres y forzados y a todas las categorías intermedias de sociedades capitalistas y no capitalistas de varios continentes.

El viaje con esclavos comenzaba en los puertos británicos y norteamericanos, donde varios comerciantes aportaban dinero, construían o compraban embarcaciones y ponían en movimiento una sucesión transaccional de personas y sucesos. En los puertos de origen contrataban a inversionistas, banqueros, empleados de oficina y aseguradores; funcionarios gubernamentales, desde aduaneros hasta miembros de las Juntas de Comercio, pasando por los legisladores, a fin de reunir el singular y caro cargamento en la costa africana. Igualmente, los comerciantes-capitalistas movilizaban las actividades de fabricantes y trabajadores de Gran Bretaña, Norteamérica, Europa, el Caribe y la India, para producir telas, armas, ron y otros productos.

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Para construir el barco, el comerciante-capitalista utilizaba los servicios del constructor y de un pequeño ejército de artesanos, desde carpinteros a fabricantes de velas; los forzudos estibadores tenían la responsabilidad de llevar el cargamento a la bodega del barco y, por otra parte, el capitán y la tripulación, estaban encargados de cubrir la travesía al otro lado del Atlántico.

El capitán negrero representaba al capitalista

En la costa africana el capitán era el representante del capital mercantil y llevaba a cabo negocios con otros comerciantes. Con sus homólogos, británicos y norteamericanos, los comerciantes africanos actuaban como productores de mercancías no esclavas; captura de esclavos, ejércitos, merodeadores, secuestradores y canoeros, que actuaban directamente con capitanes y marineros para llevar la mercancía humana y de otro género a bordo de los barcos. Algunos africanos actuaron como marineros en los barcos esclavistas.

Cuando el barco terminaba la travesía del Atlántico y llegaba a puerto americano, los comerciantes-capitalistas, británicos y norteamericanos, usaban de otros contactos para formalizar la venta y obtener los beneficios del cargamento humano.
Bajo la supervisión de funcionarios coloniales, los comerciales que supervisaban la entrega de esclavos, conectaban al capitán y a la tripulación del barco con los intermediarios de los trabajadores locales de los muelles, con los plantadores que necesitaban mano de obra y que eran también compradores de esclavos.

Efectuada la venta de la mercancía humana, el capitán del barco negrero compraba las mercancías producidas por los esclavos en aquellas plantaciones locales y las cargaba en el barco para llevarlas en el viaje de retorno al puerto de origen.

A través de estas conexiones a larga distancia, los comerciantes utilizaban el barco esclavista para realizar un circuito primario de capitalismo atlántico, lucrativo y mortífero. El barco no sólo había transportado a millones de personas hacia la esclavitud, sino que los había preparado para ella.

Las tareas iniciales consistían en preparar a los esclavos para la venta, tarea a cargo de la tripulación: afeitar y corta de pelo, teñir canas, frotar los torsos con aceite de palma, sin olvidarse de someter a los esclavos a la disciplina de la esclavización. Los cautivos serían expuestos ante el «amo blanco», frente a su poder y terror sin límites, y también del de los capataces, el oficial, el contramaestre y el marinero. Hasta entonces habían vivido en circunstancias extremas en barracones, aunque todavía no trabajaran en las labores de la plantación. Muchos realizaban tareas domésticas o servicio sexual forzado, que formaba parte de la preparación de cautivos para la esclavitud.

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Cinco millones de esclavos murieron en África

Cuando Gran Bretaña y Norteamérica abolieron la esclavitud, sólo entre los dos países, los barcos negreros habían transportado cerca de 10 millones de personas de África al Nuevo Mundo; 3 millones más aún no habían llegado a sus barcos. El dato del coste humano del tráfico de esclavos es estremecedor; 5 millones de esclavos murieron en África, en los barcos negreros. Sólo el primer año de actividad esclavista, medio millón de personas fallecieron en la marcha hacia los barcos, 400.000 a bordo de los mismos y 250.000 perdieron la vida después de que llegaran a puerto. O durante el primer año de actividad en el Nuevo Mundo, según las ferencias que dieron algunos de los estudiosos de la trama.

Thomas Gordon, en su obra «Principios de la Arquitectura Naval» (1784), aseguraba que: «el barco esclavista era considerado como una máquina, una de las más útiles que se habían inventado; el barco europeo de altura, del que el barco esclavista era una variante, había contribuido a transformar el mundo desde la época de Cristóbal Colón hasta la suya. Fue la nave histórica del surgimiento del capitalismo, un nuevo sistema económico y social sin precedentes, que remodeló el mundo a finales del siglo XVI. Fue también el entorno material, el escenario, para la puesta en escena del gran drama de la trata».

Para concluir, retomamos las palabras de un crítico de la trata: Ottobah Cugoano, también conocido como John Stuart (c. 1757 – después de 1791), abolicionista, activista político y filósofo de los derechos naturales de África Occidental: «Lanzar por la borda del «Zong» a 122 personas vivas era un asesinato, pero azotar a una persona hasta la muerte tras un intento fallido de conquistar la libertad, ¿era o no, un asesinato?

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