21/11/2024 23:48
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Comenzaré diciendo que políticos y corruptos no son palabras sinónimas aunque a muchos se lo parezca. Que hay políticos honrados, aunque escasos, y pienso que el problema de fondo es la profesionalización política. En el catálogo de ocupaciones del Servicio Público de Empleo Estatal (antes conocido por sus siglas INEM) no figura como profesión la de político pero tampoco aparece la de prostituta. Y la verdad es que hay muchas personas (tanto hombres como mujeres) dedicadas a ambas profesiones (públicas).

Comencé la carrera de Derecho a la temprana edad de 35 años, siendo ya profesor universitario, en calidad de Graduado Social, y me sorprendió mucho ver a algunos compañeros de la Facultad (no los más listos, la verdad), con veintipocos años saltar del pupitre al asiento curul, como concejales, diputados autonómicos e incluso nacionales, sin solución de continuidad. Algunos han seguido trepando en la política, sin profesión u oficio alguno, pues me niego a considerar la licenciatura en Derecho como una profesión. Será una formación universitaria (bastante deficiente, por otra parte) pero no es propiamente una profesión. La abogacía si es una profesión o el ejercicio del derecho en cualquier ámbito de la vida: jueces, fiscales, secretarios judiciales, etc.

Es decir, tenemos una clase política totalmente profesionalizada, que hacen de los cargos su profesión, que se han acostumbrado a vivir sin trabajar (y además muy bien), y que no están dispuestos a bajarse del burro, aunque el animal esté agonizando, como le pasa al pobre y sufrido pueblo español.

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y la mayoría votamos por echar al PSOE, consiguiendo así el PP la mayoría absoluta. Mayoría absoluta que le permitiría reducir el elefantiásico tamaño de las administraciones públicas, pero claro, la clase política no es tonta y se niega a reducir sus viveros de empleo, que no de trabajo, ya que la mayoría no hacen gran cosa. Su principal ocupación es intrigar contra sus propios compañeros para desacreditarles, y así poder seguir figurando en las listas (no hay peores enemigos que los del propio partido), hacer de conseguidores para empresas privadas, previo cobro de las comisiones correspondientes y buscar nuevos yacimientos de empleo en empresas públicas, semiprivadas, etc., para cuando se les acabe el chollo.

Posteriormente, la mayoría de la población volvió a apoyar al PSOE y el PP perdió el poder. Y, desde hace casi dos años con varias elecciones de por medio, tenemos a un presidente que es una auténtica nulidad con piernas,y se niega a hacer lo que España necesita: reformar la Constitución para suprimir el Senado, el Tribunal Constitucional y las provincias, despedir a todo el personal interino, eventual, contratado temporal, etc., de las administraciones para reducir el déficit público, volver a la jubilación de los cuerpos superiores a los 65 años para reducir el empleo público y los gastos de personal (que suponen más del 80% de los gastos del Estado) y, por último, suprimir los trienios y reducir la cuantía de las pagas extras.

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Tenemos 38 diputaciones provinciales que son auténticos nidos de caciques (en acertada expresión de don Hipólito Gómez de las Roces) pero nadie se decide a quitarlas. Se trata de más de un millar de plazas de diputados provinciales y otras tantas de asesores o comisarios políticos nombrados a dedo. Y, claro, los políticos no quieren reducir sus empleos. Tampoco se suprime el Senado. Todos sabemos que es una cámara inútil por redundante y que es un verdadero cementerio de elefantes de políticos en la reserva, a los hay que darles de comer. Por supuesto, no vamos a prescindir del personal interino pues la mayoría son enchufados. Y no vamos a dejar a nuestros hijos, sobrinos y correligionarios sin ocupación, que al fin y al cabo no nos cuesta ningún dinero, pues les paga el Estado o las diversas y excesivas Administraciones Públicas: autonomías, diputaciones, comarcas, ayuntamientos, etc. ¿Y el pueblo? Perdónenme la expresión pero que el pueblo que se «joda». Total, hasta dentro de cuatro años no van a necesitar su voto. Y ya sabemos que los españoles tienen una memoria muy escasa.

Pero, ¿permitirán la Unión Europea y sobre todo los mercados financieros (nuestros acreedores, al fin y al cabo) que sigamos con este despilfarro mucho tiempo más? Ellos aspiran legítimamente a cobrar las cuantiosas deudas que tenemos contraídas y de seguir así las cosas lo van a tener muy difícil. ¡Pobre España! Los políticos profesionales van a ser tu ruina. Y la nuestra.

Autor

Ramiro Grau Morancho
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