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En una Polonia devastada por la guerra y con una población muy reticente a aceptar al gobierno impuesto por Stalin, los comunistas decidieron enseñar al pueblo polaco las excelencias del paraíso socialista. Para ello, y con el apoyo de la Unión Soviética, decidieron construir una nueva ciudad muy cerca de Cracovia. Así, el 17 de mayo de 1947 nacía el proyecto de Nowa Huta, aunque la construcción de los primeros bloques de apartamentos no empezó hasta junio de 1949. La ciudad tenía que albergar a los más de 30.000 obreros que iban a trabajar en una nueva planta siderúrgica, la Aceria Lenin, construida entre 1950 y 1954.

Las condiciones de trabajo no fueron fáciles, y para alentar la construcción y conseguir trabajadores voluntarios, los comunistas recurrieron a una figura estajanovista, Piotr Ożański, un obrero con tanta  conciencia de clase que, supuestamente, logró la hazaña de poner 33.000 ladrillos en un solo día. A pesar de las dificultades, Nowa Huta se hizo realidad.

Siguiendo el “Realismo socialista», Nowa Huta tenía una enorme plaza central, presidida entre 1973 y 1989 por una enorme estatua de Lenin, de la que partían cinco avenidas anchas y arboladas para representar las cinco puntas de la estrella roja. También había parques e incluso lagos, lo que no había era ninguna iglesia. Según la lógica comunista, los trabajadores no necesitaban a Dios porque ya tenían al Partido.

Sin embargo, en 1956, tras las protestas en Poznań y la muerte de Stalin y del líder comunista polaco Bierut, se produjo el llamado “deshielo Gomułka”. El nuevo secretario general Władysław Gomułka abandonó el estalinismo y promulgó algunas reformas. En Nowa Huta, las autoridades  permitieron la construcción de una iglesia en 1958 y los fieles erigieron una cruz de madera en el sitio elegido. Un lugar el que, desde ese momento, comenzó a celebrarse la misa. Pero como era de esperar, la tolerancia comunista con la Iglesia Católica no duró demasiado y el Partido cambió de opinión. Nowa Huta no necesitaba una iglesia, sino una escuela para enseñar los valores marxistas. Karol Wojtyła, obispo auxiliar de Cracovia y futuro Papa, intentó convencer a las autoridades, pero la decisión del Partido era irreversible.

En la mañana del 27 de abril de 1960, un grupo de trabajadores fue enviado para retirar la cruz, pero los transeúntes les impidieron hacerlo. Poco a poco empezó a concentrarse un número cada vez mayor de personas para defender la cruz. Ante semejante desafío, las autoridades enviaron a la Milicia para acabar con la protesta y poder llevar a cabo el derribo. Los milicianos emplearon porras y gases lacrimógenos, que fueron contestados con lanzamientos de piedras por parte de los manifestantes, iniciándose una verdadera batalla campal que se alargó hasta el anochecer.

Unos días después, Gomułka, manifestó que los defensores de la cruz eran “escoria” y “alborotadores”. Como consecuencia de los disturbios, la Milicia elaboró una lista de más de doscientas personas que serían encarceladas, multadas o despedidas de sus trabajos. Sin embargo, la Cruz permaneció. Las protestas continuaron, aunque de forma pacífica gracias a la intervención de Karol Wojtyła, y en 1967 las autoridades permitieron la construcción de la nueva iglesia, que fue levantada por los obreros de Nowa Huta a lo largo de diez años.

Nowa Huta es ahora un barrio de Cracovia en el que viven casi un cuarto de millón de personas. La plaza central fue rebautizada como “plaza central Ronald Reagan” en 2004 y alberga un monumento al sindicato obrero anticomunista Solidaridad (la estatua de Lenin fue desmantelada en 1989 entre los aplausos de los ciudadanos de Nowa Huta). Junto a la Cruz, símbolo de la resistencia, se levantó una iglesia, el Arca del Señor (Kościół Arka Pana) que fue finalmente consagrada en 1977 por el entonces cardenal Wojtyła. Gracias a los que no tuvieron miedo, la Cruz volvió a vencer.

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REDACCIÓN