20/09/2024 08:33
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Mucho se discute el origen de el primer rey de Asturias, que si un noble godo, que si un líder local autóctono, etc. Yo creo que lo más probable por lo que indica su nombre «Pelagius» es que fuese un potentado hispanorromano local, el cual por sus dotes de liderazgo, fue elegido rey por sus compañeros de aventuras.  
 
Estas comenzaron cuando Muza llegó hasta los montes de León en 712. Allí nombró a Munuza gobernador de la zona Septentrional de Hispania y se dirigió hacia Francia donde sería derrotado y detenido en Poitiers por Carlos Martel. Munuza exigió tributo a los líderes locales de Asturias y sumisión. Estos se negaron y el gobernador musulmán envió una expedición de castigo en el 713. Don Pelayo, ya jefe del movimiento de resistencia astur, le tendió una emboscada y lo derrotó en Covadonga. Munuza huyó y fue muerto cuando intentaba salir del territorio ignoto en una segunda batalla.  Luego los rebeldes conquistaron Gijón y fundaron la capital del reino en Cangas de Onís. La caída de la ciudad tuvo gran repercusión en las crónicas árabes.
 
Ya desde aquel momento tan temprano la ideología del reino asturiano quedó marcada por la idea del goticismo y la de reconquista del territorio hispano invadido por las huestes sirias y bereberes.  La idea de una España unida y cristiana estaba muy cercana como para que no sirviera de fuente inspiradora de las acciones guerreras de los caudillos locales asturianos.
 
Como dijimos, estos eligieron rey a Don Pelayo por sus dotes de mando y este logró conservar el reino y legarlo a su hijo Favila. A su muerte en Cangas de Onís, su figura entra en la leyenda, pues desde sus montañas inexpugnables, comenzó un movimiento reconquistador que culminó ocho siglos después con la conquista de Granada por los Reyes Católicos. 
 
Así pues, debemos estarles agradecidos a Don Pelayo y a sus huestes de que España hoy en día sea un estado cristiano y occidental y no un país musulmán y oriental. Con la ayuda del Señor y de la Santina consiguieron establecer un enclave de resistencia al invasor germen de la futura España que sin sus esfuerzos y trabajos hubiera sucumbido, al igual que el resto de la península, a la arrolladora ola conquistadora musulmana.
 
Y en estos momentos de zozobra, cuando vemos a España gobernada por el social comunismo, y llevada a la ruina y a la decadencia más pavorosa, debemos recordar la figura de Don Pelayo y sus guerreros, que aguantaron contra todo pronóstico la embestida mahometana para salvaguardar el legado hispánico. Así debemos permanecer nosotros, inasequibles al desaliento, para iniciar una nueva reconquista de España y librarla del yugo rojo. Debemos buscar en la abstención la movilización de votos necesaria para formar el embrión de un Frente Nacional que nos rescate de la tiranía neo leninista. 
 
Pocos y diezmados como la huestes de Don Pelayo, debemos confiar en que el Señor no deje a España precipitarse por el despeñadero del caos social y económico y que nos permita salvarla antes de que sea demasiado tarde. Estoy seguro de que la Providencia tiene destinada a nuestra patria numerosas hojas de gloria que rellenar en el libro de la historia aún. De la máxima debilidad el Señor suele sacar la máxima fortaleza y confío en que nos tenga destinada una nueva primavera para nuestra sufrida nación.
 
Pero todo pasa por la unidad de las fuerzas patriotas. Divididas en un sin fin de siglas, somos incapaces de presentar batalla al marxismo cultural que nos invade. Es hora de rescatar los votos de la abstención que podrían verse atraídos por una acción enérgica patriótica de regeneración. Y a partir de ahí, como el reino Astur, ir recuperando los votos prestados a otras formaciones y conseguir también los de los obreros.
 
¿Que soy un iluso? No, la historia, como con esta de Don Pelayo, nos enseña en numerosas ocasiones como un puñado de valerosos consiguen salvar la civilización de los peligros y de las hordas bárbaras. Así que no nos permitamos caer en el desaliento y recuperemos las energías y el vigor necesarios para llevar a cabo la grandiosa misión a la que estamos encomendados.
 
Si España se precipita por el despeñadero se producirá una nueva quiebra entre la Europadel Norte y la del Sur y esto nos toca evitarlo a nosotros. Así pues no solo está en juego el destino de nuestra patria, sino también el de la civilización cristiana como para que sigamos creando nuevos partidos y nuevas siglas a troche y moche. Como ya he dicho, es la hora de la unidad.
 
Hoy es Domingo de Ramos y me dispongo a levantarme de la cama con la ilusión de un niño de llevar el ramo de olivo a la Iglesia. Allí rezaré por que surja un nuevo Don Pelayo que nos reunifique y que nos conduzca en la misión gloriosa que tenemos asignada por el Señor. Hoy no es día de gradear ni de cuidar el huerto. 
 
Tampoco es día de personalismos. Las fuerzas patriotas deben unirse y echar de una vez a sus añorados países comunistas a esta pandilla de vividores que nos están sacando la sangre y dejándonos sin aliento.
 
Aunque sea una Semana Santa extraña nuevamente, ojalá sea el punto de partida hacia una reconquista de los votos y de las ayudas que se perdieron en este limbo de lo políticamente correcto. Yo pienso disfrutar de este radiante Domingo dando unos paseos y tomando unos vinos y a la vez intentando convencer a mis vecinos y amigos de que España se va al garete y ya es hora de un cambio de rumbo. Espero que ustedes también pasen su Domingo de Ramos en estos menesteres. 
 

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REDACCIÓN