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Considerando, que es del todo necesario informar a la opinión publica desconocedora por ignorancia unas veces, por desinterés otras y las más por “abducción”  a través del mantra establecido y repetido hasta la extenuación “Golpe de Estado de 1936”; se hace necesario mostrar a  luz pública, informaciones, datos, documentos etc., con la finalidad de que se conozca la verdad, sobre las causas y el desencadenante  de la contienda española de 1936.

La “Causa Genera 1943 Ministerio de Justicia”, está al alcance de quien quiera leerla, escaneada, con las correspondientes imágenes y reseñas tipográficas, de números de documentos, acreditados todos ellos, tanto testifical como documentalmente.

Asi pues, a lo largo de estas entregas, con la inestimable ayuda y apoyo de El Correo De España, pretendo dispensar, retazos, fracciones, escritos, lugares, fechas, direcciones etc.;  del mayor fondo documental existente aun a día de hoy que es la “Causa General de 1943, Ministerio De Justicia”; con el fin de facilitar una lectura más breve, progresiva y accesible; del que paso a reproducir su  parte  de manera textual en cursiva:

Otra mina la construyeron entre el período de tiempo de la explosión de la primera y el 27 de septiembre, que la volaron cuando nuestras tropas estaban en las alturas que do minan Toledo por el Norte. Como no disponían de tiempo para trabajar, por el avance de nuestras columnas, aprovecharon una alcantarilla que, partiendo de la calle de Pabellones, sube al Alcázar por las proximidades del torreón Noreste; pero, a pesar de ello, n o pudieron llegar a los cimientos, quedando corta, porque sus efectos fueron nulos, produciendo un embudo de unos 30 metros de ancho y cuatro de profundidad, y ninguna baja entre los defensores. A la quinta pregunta: Requerimientos y conminaciones a la evacuación del Alcázar, relatándolos por orden cronológico, pero con especial detalle la conversación telefónica en que entregó a la Patria la vida de su hijo y la visita de los emisarios Comandante Rojo, Padre Camarasa y Decano del Cuerpo Diplomático . Desde que se concentraron en el Alcázar y su recinto los defensores, casi diariamente hablaban por teléfono conminándoles a la rendición. Así, el primero en hacerlo fué el general Pozas, quien, al ver que no se enviaban las municiones ni los doscientos Guardias Civiles, amenazó con no dejar piedra sobre piedra del Alcázar». Después, el día 21 de julio, fué el General Riquelme quien telefoneó, pretendiendo que nos rindiésemos y pidiendo razones de nuestra actitud, al que contesté que nuestra actitud era la que correspondía a todo militar con honor, que veía los derroteros por los que llevaban a España los Gobiernos marxistas; la identificación absoluta con el General Franco y el asco a cumplir la orden de que el armamento de los Caballeros Alumnos y Guardia Civil fuese entregado a la chusma, para armar a ésta. Insistió en que era descabellada nuestra actitud y que se vería precisado a actuar enérgicamente, a lo que contesté que preferíamos morir todos a convertir el Alcázar en un muladar, como suponía al entregarlo a los enemigos de la Patria. Al día siguiente fué el Ministro Barnés, de Instrucción Pública , quien intentó hacernos desistir de nuestra actitud patriótica , diciendo que por ella sufriría Toledo, que era una joya artística ; que se tuviese ello en cuenta, pues, de no cesar en nuestra actitud, se vería obligado a usar medios violentos, y que no esperaba llegásemos a estos extremos, ya que él veía nuestra actitud con simpatía, calificándola de «muchachada» . También le contesté que nuestra actitud era irreductible, y que no cederíamos ante nada ni ante nadie para salvar a la Patria con nuestros esfuerzos. El día 23 de julio, por la tarde, sonó el teléfono, pidiendo hablar conmigo. Me pongo al aparato, y resultó ser el Jefe de Milicias de Toledo, quien, con voz tonante, me dijo:

«Son ustedes responsables de los crímenes y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y, de no hacerlo, fusilaré a su hijo Luis, que lo tengo aquí a mi lado. » Contesté: «No creo.

» JEFE DE MILICIAS. —«Para que vea que es verdad, ahora se pone al aparato. »

HIJO. —« ¡Papá! »

Yo. —« ¿Qué hay, hijo mío? »

HIJO. —« ¡Nada; que dicen que si no te rindes me van a fusilar! »

Yo. —« ¡Pues encomienda tu alma a Dios y muere como un patriota, dando un grito de ¡Viva Cristo ley ! y ¡Viva España ! »

HIJO. —« ¡Un beso muy fuerte, papá! »

Yo, AL JEFE DE MILICIAS. —a ¡Puede ahorrase el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, pues el Alcázar no se rendirá jamás! »

Los días siguientes pretendían hablar desde la calle, bien paisanos, bien Guardias Civiles de los puestos que no se pudieron incorporar, y un Teniente, también de la Guardia Civil, a los que no se les contestaba siquiera, ya que siempre pretendían nuestra rendición sin condiciones . El día 8 de septiembre de 1936, desde las casas de enfrente de la fachada Sur, y con megáfono, sobre las seis de la tarde llamaron al Alcázar diciendo que el Comandante Rojo quería hablar conmigo; mas, creyendo que sería un Comandante rojo, no se les hizo caso, y se les contestó que no se hablaba con nadie, y entonces rectificaron, diciendo que era el Comandante D. Vicente Rojo, y ante esto, por ser person a muy conocida de todos, por haber sido Profesor de la Academia de Infantería, dije a mi Ayudante se cerciorara si en efecto era él, quien me aseguró que al hablar fué perfectamente identificado, y pretendía tener una entrevista conmigo, por traer una comisión del Gobierno de la República , pidiendo hora de ser recibido al día siguiente, contestándosele podía venir a las nueve de la mañana, y que, conforme al Reglamento de Campaña, sería recibido como parlamentario y con suspensión de hostilidades por ambas partes, que dando en que duraría de nueve a diez de la mañana, y que se presentaría delante de la fachada Sur, por el sitio en que hablaba . En efecto, al día siguiente 9, a las nueve de su mañana, vocearon con megáfono que llegada la hora fijada, el Comandante Rojo salía como parlamentario, y apareció éste vistiendo mono caqui, gorra de plato y correaje reglamentario, llevando la insignia de su empleo en el pecho y debajo un trozo de tela con los colores de la bandera republicana, y en una mano una banderita blanca. Se quedó en el centro de la calle y se le dijo desde las ventanas que marchase en dirección a la puerta de Carros, por donde entraría al Alcázar, y allí fué recibido por dos Oficiales, antiguos compañeros suyos de profesorado y con los que le unía una gran amistad. Ese mismo día se dio orden a las mujeres y niños y hombres que vivían en los sótanos que mientras pasase el Comandante Rojo entre ellos (pues era paso obligado para ir al despacho) observasen un absoluto y riguroso silencio par a que no pudiera apreciar el número de habitantes . Apareció delante de la puerta de Carros y los Oficiales nombrados para recibirle le vendaron los ojos y le condujeron a mi despacho, procurando en el trayecto desorientarle, ya que, como profesor mucho tiempo en el Alcázar, conocía perfectamente el edificio. Llevado a mi presencia, ordené le quitasen la venda; me saludó, no dándole yo la mano, observando una actitud fría y correctamente militar, y me pidió estuvieran delante los compañeros que le habían conducido, a lo que accedí, como asimismo que entrasen también mis ayudantes, poco más de mediada la entrevista. Me dijo que traía las condiciones de rendición que imponía el Comité de Defensa de Toledo, las que me entregó por escrito, y en ellas decían que se respetarían las vidas de todos y que saldrían por grupos de a cinco, primero mujeres, niños, ancianos, enfermos y heridos, soldados y Guardias Civiles, los que irían depositando su armamento en sitio de terminado, y el último punto en que decía que los Jefes y Oficiales saldrían del mismo modo y que, según la participación que hubieran tenido en el Movimiento, serían juzgados por los Tribunales populares . Por escrito rechacé las condiciones, manifestando que nunca sentía más honor que al mandar la guarnición del Alcázar y que me comprometía a mantener, con la defensa del edificio, el honor de España y que nunca nos rendiríamos, prefiriendo antes morir. Después, en plan particular, se le hicieron varias preguntas, a las que contestó, pero no de una manera categórica y que, por tanto, no satisficieron. Lo que más interesaba era, naturalmente, saber dónde estaba la boca de la mina, con objeto de hacer una salida, ocuparla y destruirla, pues ya se habían hecho dos y por desorientación no se pudo encontrar y, por el contrario, el enemigo, apercibido de nuestras intenciones, había redoblado su vigilancia y reforzado sus servicios; contestó que él no había visto la mina y que sólo oyó comentar a los rojos que en nuestras salidas habíamos logrado llegar muy cerca de ella. Le pregunté también sobre la marcha de nuestras columnas del Sur y Norte, y contestó que marchaban bien, pero con mucha lentitud, en especial la columna del General Mola, y que el enemigo escaseaba muchísimo de municiones. Algún compañero le indicó que por qué no se quedaba en el Alcázar, contestando que tenía su mujer e hijos en Madrid y si no volvía se los matarían, objetándole los allí presentes que casi todos tenían sus familiares en Toledo y no dudaron nunca cuál era su puesto, tratándose de salvar el honor de la Patria; se notó no tenía intención de quedarse, por lo que no se le insistió más sobre el particular. Un punto interesantísimo para la vida de la población del Alcázar era la de conseguir un sacerdote para que los defensores pudieran satisfacer sus deseos religiosos y espirituales y sobre todo la asistencia a moribundos, y le dije que, en nuestro nombre, dijera al Gobierno que si tenían algún sacerdote condenado a muerte nos lo enviasen y corriese la suerte nuestra, lo que prometió hacer apenas llegase a Madrid. Se le hicieron algunas preguntas y encargos de carácter particular, y como llegase el final del armisticio concedido se le vendaron los ojos, y con las mismas formalidades y conducido por los mismos compañeros salió del Alcázar por la puerta de Carros, diciendo visiblemente emocionado a los que le acompañaban al despedirse de ellos: « ¡Que tengáis mucha suerte  y ¡Viva España ! Al día siguiente, 10 de septiembre, y también al atardecer, avisan desde las casas ya indicadas del frente Sur que el Gobierno, accediendo a los deseos de los defensores, ex puestos por mí, envía al Canónigo de Madrid Sr. Vázquez Camarasa, para que nos preste sus auxilios espirituales, y que pide hora y tiempo para la entrevista; se le contestó que, como al Comandante Rojo, se le consideraría parlamentario y que por tanto se daría orden de suspender las hostilidades ; que ellos hiciesen lo mismo, y como hora, las nueve  de la mañana y entrando por el mismo itinerario que el anterior parlamentario . Quedaron conformes, y que estuviese dos horas, a lo que contesté que con ese tiempo no teníamos suficiente y que como mínimo necesitábamos tres horas, a lo que, después de unos cabildeos con los dirigentes, manifestaron su acuerdo. Indagué entre los Oficiales si alguno conocía personal mente al Canónigo Vázquez Camarasa, con objeto de no ser víctima de un engaño, y había un Oficial que le conocía y otros que le habían visto predicar hacía poco tiempo y que estaban seguros de identificarle; ante esto dispuse que el Oficial que le conocía le recibiese y acompañase hasta el despacho al día siguiente. En tal día dos  de septiembre y a la hora fijada, Padre Vázquez Camarasa, el cual se presentó vestido correctamente de paisano, llevando en mediante aviso por parte del enemigo, hizo su presentación él una mano un Crucifijo; se le marcó desde las ventanas el camino a seguir hasta la puerta de carros y allí fué recibido por el Oficial nombrado, que le vendó y le condujo al despacho mío, donde le recibí en unión de mis Ayudantes y varios Jefes y Oficiales. Le pedimos detalles sobre la situación de Madrid, contestando era casi normal, pues aunque había colas eran pequeñas y por tanto, poco duraderas; que las iglesias estaban precintadas y respetadas y que a él le saquearon su casa, pero que al día siguiente, sin hacer ninguna gestión, le devolvieron todo y le pusieron en su domicilio un cuartel con la inscripción «Protegido por la C. N. T.», y que a él los milicianos que le acompañaron le trataron con todo respeto aun sabiendo su calidad de sacerdote . Me preguntó, así como distraído o sin darse cuenta de la trascendencia de la pregunta, que cuántos éramos dentro del Alcázar, contestándole que, con los debidos respetos a su condición sacerdotal, no podía, a lo que él, con grandes aspavientos, como dándose entonces cuenta de la indiscreción que suponía su pregunta, pidió perdón por estar distraído. Seguidamente celebró el Santo Sacrificio de la Misa, dirigiendo unas palabras a todos, hablan do de la gloria que nos alcanzaría, pero referida a la celestial y no a la terrena, pues su convencimiento absoluto era que y no a la terrena, pues su convencimiento absoluto era que sucumbiríamos. Por la imposibilidad absoluta de confesar a todos, dio la absolución general, momento de emoción inenarrable, y dio la Sagrada Comunión, con los pedazos de las Formas que guardaban las Hermanas de la Caridad del Alcázar, a mí, a mis Ayudantes, a algunos Jefes y Oficiales, Hermanas de la Caridad y algunas señoras, y a continuación, en procesión magnífica de fervor y patriotismo, se llevó el Santísimo a la enfermería de los heridos graves, desarrollándose escenas de un patriotismo exaltado e imposible de describir . Una vez terminada su misión espiritual, volvimos al despacho y entonces descubrió el verdadero motivo que allí le llevaba, pues dijo, entre otras cosas, que comprendía nuestra actitud defendiéndonos de los ataques de los de fuera ; pero que no comprendía por qué las mujeres y los inocentes niños, ajenos a toda culpa, tenían que soportar los riesgos y privaciones de asedio, y al comprender claramente su intención de atacar a mi conciencia por este hecho y ver si así se podía poner en libertad a mujeres y niños (objetivo que le llevaba, como misión principal, al Alcázar), mandé llamar a una mujer, la que habló en nombre de todas, diciéndole que se encontraba muy bien entre caballeros y defendidas por éstos y que la suerte de ellas estaba unida a la de ellos, fuese cual fuese la solución del asedio ; y ante estas rotundas y valientes declaraciones, tuvo que convencerse que por este lado no sacaría ningún provecho . Algunos le consultaron casos de conciencia, por lo que quedaron solos, y varios defensores que tenían familiares en Madrid le entregaron notas con la dirección de éstos para que les comunicase se encontraban bien, a lo que se ofreció muy gustoso; pero en seguida pensé era un procedimiento muy peligroso, puesto que era dejar en poder de los rojos a una serie de rehenes, que ellos aprovecharían para sus fines, por lo que con tacto se las pedí, devolviéndomelas acto seguido. A este parlamentario, dada su dignidad, se le enseñó el patio para que viese su estado, y quedó profundamente impresionado al ver cómo se encontraba, manifestando que de ello tenían tanta culpa los que nos defendíamos como los que atacaban, frase inoportuna y antipatriótica, que se le toleró por ser quien era; pero que descubría sus pensamientos íntimos de simpatía a la causa que nosotros combatíamos, como también los dejó traslucir al manifestar que la labor de quitar el veneno infiltrado en las masas sociales sería labor de varias generaciones . Aprovechando el armisticio del parlamento, salieron varios defensores a la calle, conversando con otros rojos, los que dijeron que con buena voluntad por parte de unos y otros se podía arreglar la situación, que, según ellos, era que nos entregásemos, rechazando, naturalmente, tales insinuaciones. Durante el armisticio un rojo hizo un disparo a una de las ventanas donde estaban asomados unos defensores, matando a uno de ellos, de lo que protesté a los que estaban en la calle, que se sumaron a nuestra protesta de que incumplían lo pactado y diciendo sería «algún canalla de los muchos que había, que estaban deseando hacer carne», pues se había avisado a todos los puestos, pero que se harían averiguaciones para castigar al autor. Cumplido el plazo del armisticio, salió del Alcázar con las mismas formalidades con que entró, rompiendo el fuego el enemigo a los cinco minutos de su salida, los mismos que lo suspendieron momentos antes de las nueve de la mañana, hora fijada para su entrada. El Embajador de Chile, Decano del Cuerpo Diplomático, no estuvo en el Alcázar ni se supo nada de él hasta que Radio Club portugués dijo en su emisión que había estado en Toledo tratando de hablar conmigo para sacar las mujeres y niños, pues lo que ocurrió me hizo sospechar que era una broma burda de los rojos, tomando el nombre del diplomático antes citado. Por la tarde, ya anochecido, hablaron los rojos desde las casas de enfrente de la fachada Sur, diciendo que el Embajador de Chile quería hablar conmigo, lo que me transmitió un Oficial que estaba de observación en el torreón SO. Mi primera impresión, y no teniendo seguridad fuese cierto, fué no entablar conversación; pero ante la insistencia del Oficial que me trajo el recado, de que podía oírle a ver qué quería y tratarse de un diplomático, accedí y ordené a mis Ayudantes fuesen al puesto de observación, y que después de saludar al representante de la Nación hermana, le hiciesen saber que todo lo que me tuviese que comunicarlo hiciese por conducto del Gobierno Nacional de Burgos, con quien estábamos en contacto (cosa inexacta, puesto que no teníamos comunicación con nadie en absoluto), y precisamente por nota manuscrita por los Generales Mola o Franco , de los que conocía su letra . Marcharon los Ayudantes a cumplir mi orden, y apenas llegó el que hablaba por el megáfono a la frase «del Gobierno Nacional de Burgos», los rojos exclamaron: « ¡Cabrones ; hijos de puta», e hicieron dos disparos que penetraron los proyectiles por el puesto citado, terminando así el diálogo , que me hizo afirmarme más en la creencia de que fué una broma de mal gusto ; pero, como digo antes, la radio dijo que, efectivamente, había estado el Embajador de Chile , como, además, se comprobó al ser liberados . A la sexta pregunta: Relato de los actos de heroísmo individual dignos de especial mención. Actos heroicos y distinguidos fueron muchos durante el tiempo que duró el asedio; pero, entre todos, el que culminó por su heroísmo y sacrificio fué el del Capitán de Infantería, Profesor de la Escuela Central de Gimnasia, D. Luis Alba Navas. Por los días 23 y 24 de julio, los rojos proclamaron por radio la ocupación total del Alcázar, y en periódicos ilustrados publicaron composiciones fotográficas en las que se veían a los defensores salir por la puerta principal del edificio en grupos y con los brazos en alto. Como todo esto era inexacto y podía inducir a engañar a nuestro Mando nacional, que muy bien pudiera creer la verdad de tales amaños, cuando lo cierto era que el espíritu que animaba a los defensores era, por el contrario, excelente y en ningún momento se pensó en rendición, sino por el contrario, defender el honor de España y vender caras nuestras vidas, pensé en enviar un enlace al General Mola, a la Sierra de Guadarrama, con unas líneas en un papel, manifestándole que seguíamos la defensa del Alcázar y que nunca nos rendiríamos . Esta misión, por su dificultad, necesitaba fuese efectuada por un hombre de extraordinarias condiciones, ya que sólo una probabilidad existía de ser llevada a feliz término, sien do las restantes contrarias al éxito de la empresa. Pensando en el más adecuado, se me ofreció voluntario para desempeñarla el Capitán de Infantería, Profesor de la Escuela de Gimnasia y a la sazón a mis órdenes en el Alcázar, D. Luis Alba Navas, a quien acepté desde el primer momento por ser el que reunía las condiciones de valor, serenidad, inteligencia y conocimiento del terreno a recorrer, así como a los gustos, pues era aficionado a la pesca y caza, lo que le puso en conocimiento de las clases humildes, que con su contacto y sencillez se atrajo con verdadero cariño, todo esto unido a una gran soltura para las cuestiones prácticas de la vida . Se le proporcionó un mono azul, una pistola, que llevaba colgada del cuello y por el interior del traje cien pesetas y un carnet de comunista procedente de uno de los rehenes que por casualidad no tenía puesto el oficio del propietario, poniéndosele de oficio «pescador» . A las doce de la noche abandonó el Alcázar, saliendo por una puerta de reja que da al Puente Nuevo sobre el Tajo, cruzando el río a nado por el arroyo de la Degollada ; marchó después por los cerros de la margen izquierda hacia la Fábrica de Armas, donde volvió a cruzar el río, y ya en franquía por el campo, pudo llegar hasta Burujón (Toledo), a unos 40 kilómetros de la capital . Allí se presentó al Comité, del que solicitó un automóvil que le llevase hacia la provincia de Ávila, donde tenía una misión secreta que efectuar. Se lo proporcionaron, y cuando iba a montar en él, uno de los curiosos que estaban cerca resultó ser un antiguo soldado de la Escuela y asistente suyo, el cual, sin intención de hacerle daño, le dijo : « ¿Qué hace aquí, Capitán?» El, con gran serenidad y naturalidad, negó ser Capitán ; pero ya la duda cundió entre los rojos, que lo detuvieron y avisaron a Torrijos al Juez de allí ; de aquella villa dispusieron mandarlo en un coche a Toledo, y al llegar a la Venta del Hoy o se cruzaron con otros en que venían unos dirigentes de Vargas (Toledo), que preguntaron a donde le llevaban, y dándose cuenta de su categoría y que si llega a Toledo, segura mente por ser tan querido de las clases humildes no le hubiesen fusilado, decidieron asesinarlo allí mismo, lo que hicieron estando esposado, y una vez en el suelo le dispararon aún  otro tiro en la cabeza, dejando el cadáver abandonado en la carretera ; y según averiguaciones posteriores, dicen fué llevado a los dos días a la Fábrica de Armas y de allí llevado a Madrid y paseado por las calles, ignorándose en la actualidad el paradero de este heroico

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Capitán, que no vaciló en ofrendar su vida en aras del honor de su Patria en una empresa que tan poquísimas probabilidades tenía de llegar a feliz término. Este Oficial, el día 17 de julio fué padre por cuarta vez, y ni aun el amor de su familia, toda en Toledo (mujer y cuatro hijos), le desvió ni un momento del cumplimiento de su deber, que voluntariamente se impuso. La acción ha sido premiada por la Patria con la Cruz Laureada de San Fernando. Otro de los casos más destacados fué el del Soldado de la Sección de Tropa de la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia, Francisco Palomares Garrido, que estando de centinela en una ventana de la cuarta cuadra, que daba a la Cuesta del Carmen y vistas al Convento del Carmen, observó cómo emplazaron en una corraliza del Convento una pieza de 7,5 cm. para batir la cuarta cuadra, a una distancia de unos doscientos metros; desde la ventana sólo veía la boca del cañón saliendo por una tronera abierta en la pared de la corraliza, y con gran serenidad empezó a disparar para lograr meter los proyectiles o por la boca del arma o por la tronera, único procedimiento de lograr reducirla a silencio . No obstante su fuego, los sirvientes lograron cargar la pieza e hicieron un disparo precisamente sobre su puesto, el que fué destrozado y él cayó envuelto entre los cascotes, y sin fijarse siquiera en que pudiese ser herido, se levantó inmediatamente y marchándose al hueco, siguió haciendo disparos sobre la pieza hasta que logró callarla y que la cambiasen de emplazamiento. El día i8 de septiembre, el enemigo, después de una preparación artillera, hizo explotar las dos minas construidas en la parte Oeste del Alcázar, y apenas disipados los gases, se lanzó al asalto con gran ímpetu y decisión por los escombros de la fachada Norte, que les cubría de los fuegos de los defensores, logrando coronar el primer piso de la galería Oeste y colocar una bandera comunista en las ruinas de la fachada Norte, dando vista ya al patio. En este momento tan crítico, cuatro Oficiales: el Teniente de Infantería D. Silvano Cirujano Robledo, el Teniente de Infantería D. Benito Gómez Oliveros, el de Intendencia D. Enrique Castro Miranda y el Teniente de Infantería D. Mariano Trovo, con gran des precio de sus vidas y dándose clara cuenta de lo crítico del momento, buscaron escalas marinas del Gimnasio, que colocaron, y a pesar de la depauperación creciente, por falta de alimentación adecuada y exceso de ejercicio, y sin más armas que la pistola individual, treparon por las escalas, logrando ahuyentar al enemigo y quitando la bandera comunista, que pertenecía al Radio Comunista de Toledo . Este mismo día halló gloriosa y heroica muerte el Cabo de la Guardia Civil Cayetano Caridad, al cual, por haber trabajo de joven en las minas de Río Tinto (Huelva), se le encargó de la observación y vigilancia constante de los trabajos de la mina, y una vez terminada la zona aproximada de peligro y evacuada de personal, él no dejó de hacer sus observaciones, y su última inspección fué segundos antes de la explosión, que le produjo la muerte por resultar sepultado entre los escombros. Este Cabo había dicho en más de una ocasión que él moriría en la mina; pero que salvaría la vida de sus compañeros de defensa. Cito los hechos más destacados; pero son muchísimos los que en el tiempo del asedio se desarrollaron, pues la guarnición del Alcázar estaba poseída de una fe ciega en el triunfo y animada de un espíritu y un patriotismo elevado al más alto grado, condiciones con las cuales resulta muy fácil al Mando llevar un asedio, a pesar de las muchísimas dificulta des inherentes a la situación por la que se atravesaba. Y para que conste, lo firmo en mi Cuartel General, en Cuenca, a cinco de julio de mil novecientos treinta y nueve. Año de la Victoria. Firmado: José MOSCARDÓ.

 

Autor

Andrés Céspedes Ruíz
Andrés Céspedes Ruíz
Andrés Céspedes Ruiz, es Graduado en Gestión y Derecho de la Seguridad por la Universidad Autónoma de Barcelona. Director y Jefe de Seguridad acreditado por la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil. Es así mismo, Perito Judicial en Seguridad Privada e investigación de incendios y Docente de Formacion de seguridad privada, acreditado por la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil. Mecánico Armero y Especialista en Armamento y Tiro. Director del Centro de Formacion Onboard Security Academy. Presidente de la "Red Internacional de Profesionales En Seguridad” en 2022, compuesta por veintidós  países. Conferencista Internacional. Presidente de "El Foro" de Agentes de Seguridad Privada de Hispano América. Ostenta el Galardón Internacional a la Excelencia, por el trabajo, dedicación y compromiso, en pro del conocimiento y capacitación de los Agentes de Seguridad Privada de Hispanoamérica. Asesor de Seguridad para diversas entidades públicas y privadas de Costa Rica. Instructor de Defensa Personal Integral. Tiene en su haber más de treinta años de experiencia en seguridad privada desde la escala más básica hasta la alta dirección en seguridad. Director del programa  sobre seguridad, "Zona Protegida", de ÑTV. Caballero de honor de la F.N.F.F.
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