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Últimamente debo de tener el sentido crítico en plena forma, porque echo en falta leer o escuchar más opiniones a mi alrededor que desarmen la mentira institucional gubernativa y se dirijan hacia la defensa de los que siempre tienen que pagar sus torpezas, -muchas, constantes- el pueblo. Y es que escuchar como compran “el mensaje” en mi entorno laboral, entre compañeros derechistas me parece normal, escuchar que lo adoptan en la comida familiar me altera, pero ya leer a camaradas de mis círculos falangistas que lo han asimilado empieza a asquearme y me resulta complicado no responder con la que no es más que mi opinión.
Veamos, se supone que vivimos en un Estado de Derecho, básicamente de ello se deduce que nos regimos por una serie de Leyes o normativas legislativas cuyo fin no es otro que el de mantener un Orden que nos permita vivir entre nosotros de manera cívica, de respeto mutuo. Hasta el más despistado de la clase creo que llega aquí. Porque vivir en ese Estado de Derecho resulta necesario en toda comunidad que pretenda preservar un Orden, ya que no todos somos iguales y en toda sociedad, nos vemos obligados a convivir desde tiempos inmemoriables con gente más irresponsable, inconsciente, peligrosa o sencillamente aprovechada. Esa gente la ha habido siempre y la habrá. Y cuando tenemos un supuesto “virus mortal” acechando a nuestro alrededor, se hace necesario aplicar precauciones y aplicarlas todos. ¿Y cómo hacemos que mi vecino se comporte para que no contagie a mi abuela? Pues para ello tenemos ese conjunto de normativas legislativas, entre las que se incluyen por ejemplo sanciones pecuniarias de distinto grado, para aplicarse y obligar a que todos esos que ponen en riesgo a los demás se comporten civilizadamente. De la misma manera que se hizo –muy tarde- por primera vez en la “fase 0” del confinamiento. Un Estado de Alarma –necesario o no-, medidas rigurosas y concienciación social fueron la clave para que durante una excesivamente rápida “desescalada” el número de contagios y en consecuencia de muertos se redujera considerablemente en nuestra Patria. Y el 21 de Junio, se volvía a anunciar la apertura de fronteras en España, levantándose también -sorprendentemente- la “obligación de cuarentena para los viajeros que entrasen en nuestro país”. Desde entonces, contéstese usted mismo: ¿cree usted sinceramente, que se le hace un test a todo individuo que pisa territorio Nacional?, ¿dejaría usted hoy, entrar a un desconocido en su casa durante unos días tomándole simplemente la temperatura de la frente y haciéndole unas sencillas preguntas?, ¿Y qué tendencia cree usted que ha experimentado desde entonces, la famosa “curva de contagios” que teníamos en la “desescalada” respecto a la de la “Nueva Normalidad”? No hay más preguntas, señoría.
Ahora bien, si el gobierno, que es quien ostenta el Poder, la responsabilidad consecuente, el dinero (el nuestro, el del pueblo), los medios y herramientas (23 ministerios ni más, ni menos y cientos de asesores y cargos directivos elegidos y colocados a dedo), pero no la aptitud y tampoco la actitud, -ni la vergüenza-, no hace nada y se queda de brazos cruzados dejando que toda la responsabilidad decaiga en las Comunidades Autónomas pues pasa lo que pasa.
Es obligación y responsablidad de las autoridades Nacionales (como sucedió anteriormente con el Estado de Alarma), que no tengamos que volver a confinarnos y abarrotar garages subterráneos de ataúdes. Porque sin pueblo, ni hay economía, ni hay Patria. Lo diré de otra manera, lo de “es que no podemos tomar medidas drásticas porque la economía se va al garete”, no. Es que si no tienes ancianos porque han fallecido más de la mitad por el virus que has dejado pasar, ¿de qué te sirven las residencias y a dónde crees que van a ir sus trabajadores?, si no tienes mano de obra que mueva las máquinas de la poca industria que nos queda porque han enfermado por tu incompentencia, ¿cómo esperas fabricar vehículos?, ¿o puertas?, ¿o salpicaderos?…, si permites que la población se vuelva a contagiar, se disparen descontroladamente las cifras de muertos y se vuelva a extender la psicosis, ¿cómo esperas reflotar la economía? … Es de sentido común, ¿verdad? Pues los socialistas no lo entienden. De momento sus políticas nos dirijen a la evidencia de siempre, el costoso, el vergonzoso –y ahora también el peligroso- carajal autonómico en plena etapa estival, con todos los desplazamientos de gentes diversas que se producen en estas ardientes y ajetreadas fechas sobre todo el viejo suelo nacional. Un desastre autonómico ridículo, sin sentido alguno, más propio de una película de los hermanos Marx… pero cuyo coste y consecuencias no son ficticias, si no reales, muy reales. Unas autonomías confinadas, ésta sí, aquella no, ahora aquella sí y ésta no, la otra a medias, la de abajo no lo sabemos y la de al lado sí pero no, depende la hora, o… Cada una con sus políticas territoriales… ¿Pero ésto qué cachondeo es? ¿Dónde está el Orden? En el mismo sitio donde guarda la conciencia un cerebro socialista, (socialista del PSOE…). Un gobierno que se niega a poner orden y hacer su trabajo, por el que sí cobra, sobradamente.
Y es que al final todas estas cuestiones actuales derivan en una disyuntiva moral de fondo muy sencilla: Economía Vs. Vidas. ¿Cuántas vidas valen para este gobierno levantarse del sillón y ponerse a trabajar? Observamos que muchas. Venga, hagan sus apuestas. Digamos una cifra. ¿30.000 vidas humanas destruidas (más sus satélites familiares)?, ¿40.000?, ¿En serio vamos a esperar a que hayan 40.000 nuevos muertos, que se sumarían a los 50.000 que arrastramos (por actuar tarde prohibiendo las concentraciones hasta el 8M), para que el gobierno se ponga “serio”, tomando el timón del barco y aplicando políticas destinadas a acabar seriamente con el crecimiento de contagios?
Le diré lo que creo que va a pasar: Nos volverán a confinar, más pronto que tarde y la economía (lo que queda de ella) se irá a pique igualmente, pero más tarde, cuando tengamos 40.000 muertos más -que se hubieran podido evitar- y al gobierno le vuelvan a salir los colores de la vergüenza –que intentará echarnos la culpa a nosotros, que sólo pagamos y cumplimos- y se vea obligado a acortar sus escandalosas, tristes y mortuorias cifras de la incompetencia y la dejadez más miserable con la que puede cargar un Ejecutivo.
Ahora es el momento de actuar con firmeza, pero seguimos esperando “a ver qué pasa”, como si no hubiéramos aprendido nada, se trata siempre de llegar tarde y ya saben, sean buenos borregos y no protesten, pues la culpa no es de ellos que lo hacen todo bien, la culpa es nuestra, del pueblo y ahora también de las autoridades Comunitarias. Y prueba de que lo han hecho fantásticamente bien es que por supuesto, no ha habido ni una sóla dimisión por la gestión de la pandemia en el Ejecutivo. Esto requiere ser repetido muchas veces, aunque sea por honor a nuestros ancianos muertos. Atendiendo a las cifras reales y no a las oficiales (48.000 muertos según el INE a 4 de Junio), somos el país con más muertos por millón de habitantes y no hemos visto ni una sóla dimisión. Lo habrán hecho todos fantásticamente bien, como intentaron vendernos el otro día en el Auto-Homenaje masónico del gobierno, complicidad Real incluída, por supuesto. Y de lo de ir en Falcón, con sus 23 ministerios y el despilfarro de 20 gobiernos independientes (contando Ceuta y Melilla como ciudades Autónomas, más el gobierno Central) a pedir más dinero a la Unión €uropea ya hablaremos otro día… Pero yo si fuera Holanda, con 12 ministerios y yendo a trabajar en bicicleta, también me cansaría del vecino derrochador que viene siempre a pedirme dinero.
Y me gustaría acabar mi artículo con el Jefe, cuando José Antonio Primo de Rivera daba sus primeros pasos en política defendiendo la valiente gestión de su padre al frente de la Patria:
«Lo deshonroso no es sublevarse contra el Gobierno –como hizo el general Primo de Rivera en 1923– para salvar a la Patria, que se disolvía. Lo deshonroso hubiera sido aprovecharse del Poder para ventaja propia o gobernar desatinadamente, que también es delito obstinarse en seguir gobernando cuando los desaciertos continuos son demostración de incapacidad.»
¡Arriba España!
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