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El hijo putativo de Fidel Castro, el Primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, acaba de señalar en una entrevista televisiva que él – ni su gobierno – obligaron a la inoculación de la pócima.
El chavalin famoso por llevar calcetines horteras de colorines como si fuera «pipi calzas largas», intenta escurrir el bulto y echar la culpa a instancias internacionales.
Si el otro día, el negligente Anthony Fauci (asesor médico jefe del presidente Trump de 2021 a 2022) , «echaba balones, fuera», diciendo que no sabía más y que no tenía información suficiente en aquel momento de «fraudemia«, ahora le toca el turno al «lila» de Ottawa.
Había un grupo que se llamaba «Village people«. El nombre del grupo hace referencia al Greenwich Village de Manhattan, y a su reputación de barrio gay en los 70’s. Cada componente se disfrazaba de algo y su actitud ya daba sesgos de multiculturalidad incipiente. Había uno que se vestía de «indio» americano, otro de cuero negro como un supuesto motero – o gay sadomaso –, el otro de obrero de la construcción, otro de vaquero del far west, uno más de marinerito, y el siguiente de policía con el casco y todo. Eran el icono de los maricones divertidos en aquella época. Pues bien, en la actualidad, el que representa mejor a los «village people«, al «rosismo» y al «fresismo» más infantil, es –el amante de los disfraces –, Trudeau.
Canada o Canaanda (de Canaán), es el país más «multicultichupiguay» del mundo. El príncipe «Woke» por excelencia, el aficionado a travestirse de lo que haga falta, es este tío.
Su gabinete está compuesto de 35 individuos – la mitad mujeres, claro – y de «elles», 8 son de ascendencia india, pero «india» de la de Asia.
Canadá es sin duda un paraíso para el mejunje étnico. Si en 1981 había un 14% de Asiáticos, en el 2011, ya eran el 44.9% de los extranjeros nacidos fuera de Canadá que se habían convertido en «Canaadienses«.
En la actualidad, la ciudad de Vancouver (ciudad de la British Columbia pegada a Seattle, USA) tiene tal proporción de asiáticos – en especial chinos – que es denominada por los locales como «Chincouver» (se podría traducir como cubierto de chinos – «China cover»-). Un 54,5% pertenece a alguna minoría étnica, en su mayoría asiática.
Para el 2031 se predice (universidad de British Columbia, estudio «Dan Hiebert«) que este número aumentara hasta los 809,000 la población china. En la actualidad son 512,260.
De la primigenia conquista española de la isla de Vancouver por parte del mallorquín Juan Pérez en 1774, queda poco. El bilbaíno Bruno de Haceta llego al año siguiente con el teniente de fragata limeño Juan Francisco de la Bodega y Cuadra para impedir las incursiones rusas y fortificar aquellas lejanas tierras.
Hoy, de aquellos aguerridos aventureros ya no permanece ni el recuerdo. Tan solo un sucedáneo edulcorado color rosa, un tal Rodríguez en el gobierno del pusilánime energúmeno secretario de la agenda 2030.
Y es que Canadá acoge a cualquier extranjero que quiera llegar a esas frías latitudes. Serás bienvenido siempre y cuando acates los mandatos del «virreizuelo« del caudillo que sufre de hiperplasia congénita del lóbulo de las orejas – Carlos de Inglaterra -; y no protestes, paga tus impuestos y sé un obediente extranjero con pocas ínfulas de libertad.
Y es que el monigote de la colonia británica, es un totalitarista de muy padre señor mío, aunque ahora lo niegue.
Como Jacinta – la de Nueva Zelanda que parece un travesti – o el fantoche de Moncloa, todos impusieron de manera velada la obligatoriedad con más o menos coerción. Ahora ya se empiezan a desdecir, lo intentan desmentir y renegar de su abuso.
Fue él y su gobierno de tarados «progres», los que obligaron a los camioneros a meterse la ponzoña o no poder trabajar. Y fue precisamente por ello, que los camioneros se levantaron y organizaron una protesta bloqueando las principales arterias y acceso de Otawa, como reacción a la vacunación obligatoria.
El Gobierno canadiense, haciendo gala de su fabulosa democracia, congelo las cuentas bancarias y suspendió los seguros de los camioneros que siguieron manifestándose.
No hubo orden judicial ni nada parecido, y no sé salvo ni el bitcoin. El ‘Convoy de la libertad‘ se convirtió en un icono de la resistencia, y el enano mental de Justin, en diana de muchos canadienses.
El mentiroso compulsivo aprendiz de «Sanchinflas«, Insistió en que no había habido obligación mientras fue él – como último responsable – quien impuso el encierro y todas las medidas asociadas hasta que la gente no se inyectara lo que fuera que ese mejunje llevara.
Fue él, como dictadorcillo de ese feudo de La Corona británica, quien coacciono a la población, incluso imponiendo un estado de emergencia.
El actorcillo de tercera regional, con aspecto de gigoló especializado en abuelas, afirmaba que todos los «negacionistas» ponían a toda la población en riesgo.
Y una vez más, fue él, quien dijo ser partidario de la punzada de grafeno obligatoria. No se podía entrar en Canadá si no llevabas el «líquido genético« ya en tu organismo y no una, sino las veces que se le ocurriera a ese comité de expertos ahora desaparecido.
Intentan por todos los medios culpar a no se sabe quien, para deshacerse de su responsabilidad como gobernantes. El mamusti con pinta de monaguillo «maricuelo«, amenazaba que quien no se sometiera a sus mandatos tendría consecuencias. A propósito de la madre de Trudeau… La mamá de Justin – porque es «justito» el pobre – , por lo que se cuenta, era una mujer liberada y moderna.
Tres décadas más joven que su marido, según se informaba en periódicos de la época, tuvo devaneos con famosillos como Ryan O’neal o Jack Nicholson. Mientras su marino – el presidente de Canadá –, arreglaba asuntillos políticos en Otawa, parece ser que la casquivana canadiense se «corría» unas buenas juergas no tan sola.
La pija rebelde y cariñosa, parece ser que era una asidua del famoso Studio 54 de Nueva York en los años 70.
El zurdo y cornudo, papa de Trudeau, el primer ministro Pierre Trudeau, empezó a visitar Cuba con «su» mujer en 1976.
Algunas malas lenguas apuntan que cuando conoció a Fidel, ella, le volvió a ser infiel al ya muy «cornupeta» esposo.
Según comentarios, la casquivana y golfilla jovencita se quedó prendada del carismático guerrillero e intensificó las relaciones bilaterales de manera más profunda y cordial. Una encuesta reciente entre los identitarios canadienses, pregunto a estos que quien era el peor y más deleznable canadiense. Las opciones eran: Trudeau y Paul Bernardo.
Trudeau fue elegido como el más nocivo y dañino de Canadá con un 94% frente al famoso violador y asesino en serie. Para terminar, señalaremos que la mitad – o más – del gabinete de Trudeau, ha formado parte de los «Jóvenes líderes Globales» entrenados por Klaus Schwab y su organización, el Foro Económico Mundial que nadie ha elegido. Incluso Vladímir Putin, Macri – el argentino – , y muchos otros líderes, han sido entrenados en esa especie de colegio mayor para mandatarios aún «verdes», donde el Tito Klaus, les debe enseñar cosas chulisimas para que maduren bien «rojos».
El mismo Klaus Schwab, comento ufano y orgulloso, que además de sus cachorros en los gobiernos, también existen «shapers» («formadores» o «modificadores» de su clan) en 450 ciudades… Por cierto, la madre de Klaus Schwab, se llamaba Marianne Schwab, de soltera Rothschild. Nacida en 1919 en Fráncfort del Meno (Alemania), y era hija de Louis y Melanie Rothschild, de Bad Homburg.
Poco más que añadir.
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